La creación del Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" en el seno de la Universidad de Málaga data del año 1993 y nacía vinculado al Vicerrectorado de Extensión Universitaria, pasó posteriormente a vincularse a la Dirección General de Alumnos y Servicios a la Comunidad Universitaria, si bien en la actualidad forma parte de las actividades que desarrolla el Vicerrectorado de Igualdad y Bienestas Social.
A la convocatoria del I Premio de Divulgación Feminista Carmen de Burgos se presentaron un total de veintidós artículos, otorgándose por unanimidad el Premio al artículo presentado por Nazareth Echart Orús y Beatriz González Purroy, titulado Hacia un nuevo feminismo, que había sido publicado en la revista Nuestro Tiempo, en el número correspondiente a los meses de julio y agosto de 1993.
Fueron miembros del jurado:
Nazareth Echart Orús
Beatriz González Purroy
La ilusión femenina (The Feminine Mystique). Así tituló Betty Friedan en 1963 el que se convertiría en el libro emblemático del feminismo radical estadounidense. En él alentaba a las mujeres a liberarse del hogar, ese "confortable campo de concentración" que vedaba sus aspiraciones profesionales. En 1981, esta misma mujer, fundadora y primera presidenta de la NOW (National Organization of Women), probablemente el movimiento feminista más importante del mundo, escribía La segunda etapa. Friedan había detectado la necesidad de incorporar la familia al discurso de la mujer. Comenzaba así el cambio de mentalidad del feminismo.
Igualdad entendida como uniformidad
El feminismo no sólo ha conseguido el reconocimiento legal de la igualdad de derechos y oportunidades de la mujer y el rechazo a los atropellos de que ésta puede ser víctima, sino que ha contribuido poderosamente, a la revalorización del papel que la mujer desempeña en la sociedad. Si bien esto es cierto, no lo es menos que ello ha sido a costa de negar la identidad femenina. La conquista de la igualdad cristalizó en un igualitarismo radical de los dos sexos que, tal y como explica Gloria Solá, especialista en historia de la mujer, no reconocía más diferencias que las estrictamente biológicas y culturales. Al hacer hincapié en la igualdad se perdió la diferencia. Simone de Beauvoir, precursora del feminismo más extremista, definía el sexo femenino como "producto de la civilización", el resultado de la opresión de los siglos. "La mujer no nace, se hace" fue la tesis que inspiró la comprensión de la mujer en todos estos movimientos. No extraña, por tanto, que la igualdad entendida como uniformidad condujera a las feministas a una imitación de los modos de hacer masculinos que todavía hoy puede apreciarse en algunas actitudes (en especial, las que tienen que ver con el trabajo y la sexualidad). El feminismo comenzó a ver la familia y el hogar como el principal impedimento para la realización de la mujer. Incluso el matrimonio fue puesto en entredicho.
Hacia un nuevo feminismo
El feminismo tiene razones históricas, sociales y políticas para constituirse en un movimiento social importante. No en vano, para Marcuse, filósofo de la Escuela de Frankfurt, el feminismo ha sido "el movimiento quizá de más importancia y potencialmente el más radical de los que existen en la actualidad". Sin embargo, el feminismo ha provocado el rechazo de muchas mujeres que no han logrado sintonizar con él. La progresiva masculinización del discurso feminista (consideraba que la liberación de la mujer pasaba exclusivamente por ocupar los roles sociales hasta entonces desempeñados sólo por el hombre) y el rechazo visceral a la familia, ignorando la importancia real que para la mayoría de las mujeres tiene la maternidad, son algunas de las causas que explican el deterioro ideológico y el desprestigio del feminismo entre las mujeres. En 1984, la feminista estadounidense Susan Brownmiller rectificaba su antigua postura radical para afirmar que el feminismo no había logrado compaginarse con la feminidad, definida por la autora como "una estética exquisita"
Antonietta Macciochi, una de las intelectuales feministas más destacada en la defensa de los derechos de la mujer en Europa, propuso en los cursos de verano de la Universidad Complutense de 1990 "un nuevo feminismo europeo" más preocupado por la reafirmación de la identidad femenina que por insistir en el antagonismo entre los sexos (la feminista Gloria Steinem, fundadora y directora de la revista Ms, solía decir que "una mujer tiene tanta necesidad de un hombre como un pez de una bicicleta"). Macciochi abogaba por un feminismo que recuperase el espíritu de aquel primer feminismo reivindicador de los derechos políticos de la mujer y que corrigiese los excesos del radicalismo de los años sesenta y setenta. Antonietta Macciochi defendía, de este modo, un punto de equilibrio desde el que reivindicar la maternidad como una realización femenina en compañía del hombre.
El neofeminismo
La defensa de los valores considerados propiamente femeninos es uno de los rasgos que caracteriza a este tercer feminismo, también denominado neofeminismo. El neofeminismo pretende ser una superación de los antiguos planteamientos. "El movimiento de la mujer debe adoptar el nuevo enfoque acorde con la mayoría, no al estilo estridente y anticuado de otros tiempos". Así se expresaba en Los Angeles Times Harriet Woods, presidenta del National Women's Political Caucus, organización estadounidense dedicada a presionar sobre los políticos a favor de las causas feministas. El neofeminismo quiere salvar la igualdad de derechos a la vez que los caracteres diferenciales de la mujer. No obstante, esta defensa de los valores considerados femeninos no debe ser interpretada como una vuelta a los viejos roles de la mujer —recluida en casa— y del varón —recluido en el trabajo profesional—. La profesora estadounidense Jean Bethde Elsthain, una de las representantes neofeministas más destacadas, señala que es necesario poner fin a los términos que tienden a esquematizar el mundo llenándolo de disyuntivas excluyentes: la familia tradicional frente a la vida profesional, por ejemplo. En este sentido, Elsthain asegura que todos aquellos valores entendidos como propiamente femeninos (la sensibilidad, el cuidado y la atención por los demás, la capacidad receptiva...) no deben considerarse privativos de la mujer, sino que deben ser también asimilados por el hombre.
Surge entonces la polémica cuestión de la igualdad y la diferencia entre hombre y mujer. Además del ya comentado "feminismo de la igualdad", del que Simone de Beauvoir fue su representante máxima, ha existido también un feminismo más preocupado por resaltar las diferencias entre ambos sexos, viendo las relaciones personales desde una perspectiva dialéctica. El llevar al extremo este planteamiento ha dado lugar a iniciativas como el hotel Reeves de Londres, inaugurado en 1988, que únicamente aloja a mujeres. Es más, incluso han aparecido en España librerías gestionadas por mujeres que intentan promocionar sobre todo la literatura femenina (de hecho, existen los llamados "libros de mujeres").
Sin embargo, abordar el tema de la mujer exclusivamente desde lo diferencial tampoco resulta convincente. La propuesta neofeminista se fundamenta en una consideración antropológica que trata de engarzar tanto la igualdad como la diferencia entre hombre y mujer, superando de este modo la subordinación y el igualitarismo. Julián Marías dice que ser varón o mujer consiste en "una referencia recíproca intrínseca: ser varón es estar referido a la mujer, y ser mujer significa estar referido al varón". En efecto, el fundamento de esta complementariedad se encuentra tanto en la igualdad, como en la diferencia. El neofeminismo ha considerado que tan necesario es reivindicar la igualdad como resaltar la diferencia, insistir en la identidad y a la vez afirmar la polaridad. En cualquier caso, es preciso no caer en el error de identificar (como algunos filósofos como Hegel han hecho) al hombre con lo científico y racional y a la mujer con la naturaleza y lo emocional. Es importante huir de esquematismos simplistas. Sin embargo, parece cierto que la mujer posee unas cualidades específicas que ya los clásicos comprendieron. La maternidad hace a la mujer más receptiva, intuitiva, reflexiva y unitaria.
La situación de la mujer, hoy
A pesar de la reconocida igualdad de la mujer en las legislaciones de casi todos los países occidentales, en buena parte lograda gracias a las reivindicaciones de los grupos feministas, es lugar común admitir que la mujer sigue hoy de hecho discriminada. Su incorporación al mundo laboral, organizado con criterios exclusivamente masculinos, le hace muy difícil compatibilizar de modo satisfactorio la tarea profesional y familiar. La mujer tiene, de hecho, una doble jornada laboral (aunque cada vez es mayor el número de parejas en las que ambos cónyuges tienen carrera, lo que hace que ellos comprendan mucho mejor los problemas de conciliar las responsabilidades de la familia y el trabajo). Pero no sólo eso: su contratación se condiciona con frecuencia a una posible maternidad, recibe en bastantes casos una retribución inferior a la de los hombres por el mismo trabajo y la mayoría de las mujeres se concentra en empleos que exigen pocas cualificaciones. De todos modos, la brecha entre los salarios de uno y otro sexo se va acortando progresivamente. En Estados Unidos, si en 1983 una mujer ganaba 65 centavos por cada dólar de un hombre, hoy la cifra está cerca de los 74 centavos.
Esta tendencia viene a demostrar que la mujer está cada vez más preparada. No obstante, el sueldo de una mujer es inferior al de sus colegas varones, aun cuando ella tenga las mismas calificaciones, la misma experiencia profesional, logre el mismo número de promociones a puestos similares, dedique la misma cantidad de tiempo a sus asuntos personales, etcétera. Esta es la conclusión surgida de un estudio realizado con 1.029 gerentes de las veinte empresas más grandes de Estados Unidos. De ahí que los gobiernos tengan ante sí desde hace varios años el reto de dar respuestas legales a problemas que el feminismo inicial no había previsto. Así, la Comunidad Europea puso en marcha el Tercer Programa de Acción Comunitaria (1991-1995) para la igualdad de oportunidades entre las mujeres y los hombres con el fin de contribuir a promover una participación efectiva y total de las mujeres en el mercado de trabajo y valorar su contribución profesional.
En este sentido, la aportación de la mujer en el mundo laboral europeo será determinante durante los próximos años. El esfuerzo de adaptación de las empresas para mejorar la competitividad de la economía comunitaria en el marco del Mercado único, la aceleración de los cambios tecnológicos y las expectativas demográficas del siglo XXI —con el consiguiente descenso de población activa— exigirán la incorporación de mano de obra cualificada. Para ello, es necesario terminar con el hecho de que la mujer constituye una reserva de mano de obra y, por tanto, está infrautilizada. A pesar del aumento del índice de actividad de las mujeres desde los años ochenta, la tasa de paro registrada en 191 en el conjunto de los países de la Comunidad refleja un aumento de la diferencia entre el índice de paro de los hombres y de las mujeres un 7 por ciento, frente a un 12 por ciento para el conjunto de la Comunidad. Además, del número total de parados de larga duración, el 55 por ciento es mujer, sector que experimenta dificultades de reinserción profesional especialmente importantes. Por otra parte, la tendencia ascendente del trabajo a tiempo parcial y del trabajo atípico para las mujeres puede incrementar más la segmentación del mercado de trabajo.
Mejorar la situación de la mujer en la sociedad
Una de las medidas que la Comunidad tiene previsto poner en marcha para facilitar la igualdad de oportunidades es el programa NOW. Esta iniciativa ofrece a los Estados miembros, especialmente a las regiones menos desarrolladas, la posibilidad de cofinanciar acciones que permitan promocionar la cualificación de las mujeres. De este modo, y para solucionar el problema del desempleo femenino, la CE financiará la creación de pequeñas empresas y cooperativas por parte de mujeres. También se compromete a financiar medidas de formación profesional con el fin de lograr la reinserción laboral así como la creación de guarderías (principalmente, en zonas de concentración industrial) que permitan hacer compatibles la vida profesional con las responsabilidades familiares. La "red de servicios de atención a la infancia", creada por la Comisión a raíz del Segundo Programa de Acción, evaluó la existencia de los servicios de guardería en todos los Estados miembros. Sus informes demostraban la insuficiencia de estos servicios y su distribución geográfica desigual. Por último, este organismo concluía que un sistema de guardería infantil de calidad es condición previa para obtener una real igualdad de oportunidades en el mercado de trabajo. Para incrementar la calidad de las guarderías, la iniciativa NOW pondrá en marcha, además, programas de formación profesional destinados a los trabajadores de este sector.
Sin embargo, todas estas acciones carecen de eficacia si no se mejora la situación de la mujer en la sociedad, especialmente en lo que se refiere a su participación en el proceso de toma de decisiones. Susan Lowance, directora del programa para altos ejecutivos de la escuela de negocios del MIT (Massachusetts Institute of Technology), dice que los seminarios realizados por las escuelas de administración de Estados Unidos para la capacitación de ejecutivos —un requisito indispensable para los futuros consejeros-delegados de muchas compañías— son un ámbito casi exclusivo de los varones: sólo el cinco por ciento de las personas que participan en esos programas de todo el país son mujeres (la cifra máxima alcanzada fue el ocho por ciento a finales de los ochenta). Es, en especial, en los momentos de recesión cuando la alta gerencia prefiere delegar la toma de decisiones al más alto nivel en los hombres. Mary Herbert, vicepresidente de la firma electrónica Motorola, anima a sus colegas femeninas a ir a la gerencia y decir: "Creo que yo puedo hacer esto, por las siguientes razones; déjeme intentarlo", pero se lamenta que algunas pretendan que se les dé el puesto porque no hay mujeres en ese nivel de la compañía ("ésas son las que no van a ningún sitio").
En 1986, el 2,9 por ciento de los ejecutivos senior de las empresas estadounidenses era mujer; en 1991, la cifra había subido al 4,8. Aunque muy poco a poco, la mujer está superando la categoría de ciudadana de segunda en el Estados Unidos empresarial. La discriminación por razón de sexo es hoy un obstáculo menor en algunas industrias de alta tecnología o en las empresas de servicios. Sin embargo, ramos como el del acero o la automoción son mucho más reacios a promover a las mujeres.
La mujer en la empresa
La demografía es otro de los factores que habrá que tener en cuenta a partir de ahora, ya que las tasas de natalidad de principios y mediados de los años setenta señalan que en el resto de la década y en la siguiente no habrá suficientes hombres jóvenes para ocupar los nuevos puestos de gerencia que la economía ha generado. La empresa que desee seguir siendo competitiva tendrá que contratar y capacitar a las mujeres.
Docenas de grandes empresas como AT&T, Johnson & Johnson o la compañía Xerox han contratado "gerentes de diversidad" a quienes los más altos ejecutivos asignan la tarea de hacer que el centro de trabajo sea más hospitalario para el talento, sin reparar en el sexo ni en el color. De todo esto se deduce que las firmas orientadas a la diversidad, además de dar a las mujeres calificadas la oportunidad de ocupar los mismos puestos que los hombres, tratan de remodelar su cultura. Como dice Nancy Hamlin, presidenta de la firma de consultores Hamlin Fox —ha asesorado en el tema de los sexos durante veinticinco años a empresas tan importantes como General Electric o Hewlett-Packard—, aun en las firmas más progresistas se suele dejar a la mujer fuera de los canales de información, que es donde a veces se cuajan las decisiones importantes. A las mujeres se les excluye, por ejemplo, cuando sus colegas varones salen a comer o a jugar al golf.
Casi todas las empresas estadounidenses decididas a conservar a sus mejores empleados y gerentes del sexo femenino tienen un programa para combinar el trabajo y la familia que abarca desde guarderías diurnas hasta asesoría a los empleados sobre el modo de lidiar con los problemas de los padres ancianos. Desde 1971, el número de empresarios que ofrecen algún tipo de asistencia de guardería diurna ha aumentado de once mil a casi cuatro mil. Algunas empresas han llegado más lejos: Kraft-General-Foods ofrece a los dos mil empleados de sus oficinas generales un muestrario de prestaciones de trabajo-familia (como guarderías subsidiadas casi totalmente por la compañía, permisos de ausencia prolongada para atender a los hijos y vacaciones disponibles por medios días). Irene Rosenfeld, vicepresidenta ejecutiva de Kraft, señala que "los problemas de la mujer se están convirtiendo con gran rapidez en asuntos de la fuerza del trabajo, y las firmas que mejor los resuelvan saldrán victoriosas en el mercado".
Por lo que parece, es necesario provocar cambios de actitud duraderos. Probablemente, los medios de comunicación pueden ser el instrumento idóneo para sensibilizar a la opinión pública de que existe una representación inadecuada de las mujeres en la vida pública, puestos directivos, sindicatos, instituciones, etcétera. Por este motivo, fomentar el acceso de mujeres que, trabajen en el sector de la comunicación sin duda contribuirá a ofrecer una imagen positiva de la mujer.
A la convocatoria del II Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se presentaron un total de once artículos, otorgándose ex aequo por unanimidad el Premio al artículo presentado por María Milagros Rivera Carretas, Profesora Titular de Historia Medieval de la Universidad de Barcelona, titulado Partir de sí, que había sido publicado en El viejo Topo, nº 73, de marzo de 1994 y al artículo presentado por Miguel ángel Santos Guerra, Catedrático y Director del Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga, titulado Hay que urgar en la tabarrera, publicado en la sección "Tribuna malagueña" del diario Sur de Málaga, en marzo de 1994. María Milagros Rivera Garretas ha escrito, entre otras obras, Textos y espacios de mujeres. Europa, siglos IV-XV (Barcelona, Icaria, 1990) y Nombrar el mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista (Barcelona, Icaria, 1994).
Fueron miembros del jurado:
María Milagros Rivera Garretas
La práctica de la diferencia
No existe un "feminismo de la diferencia". Existe una práctica política y un pensamiento de la diferencia sexual femenina. Medio existe también, en vías de desarrollo, una práctica política y un pensamiento de la diferencia masculina.
No existe un "feminismo de la diferencia" porque la práctica política de la diferencia femenina no tiene ni como objetivo ni como horizonte la reivindicación de derechos, de cuotas o de instancias de poder dentro del orden patriarcal; no pretende, en realidad, medirse con este orden, un medirse que es clave en el feminismo desde que el proyecto de igualdad entre los sexos quedó claramente definido en Europa durante el Humanismo y el Renacimiento.
La práctica política de la diferencia femenina no ha nacido, pues, en nuestro siglo XX para contrarrestar, completar o cuestionar el llamado feminismo de la igualdad (un concepto cuyo opuesto es desigualdad, no diferencia). Ha existido históricamente durante muchos siglos: siempre ha habido en el orden sociosimbólico patriarcal mujeres que han buscado y han hallado un sentido de sí, en femenino, en la reflexión y en la escritura de su experiencia personal. Es decir, que han construido libremente ese sexo que —lo ha dicho Luce Irigaray— "no es uno" (Ce sexe qui n'en est pas un) [1]. Al hacerlo, se han separado del modelo de género femenino vigente y han actuado como de-generadas, como mujeres sin género. Han actuado como de-generadas no en la crítica ni en la lucha contra el orden sociosimbólico patriarcal, sino en el apartamiento de este orden y en la búsqueda de otras mediaciones, no masculinas, para intentar estar en el mundo en femenino. Esta de-generación no ha consistido ni consiste en una reforma de los contenidos de lo femenino sino en un cambio radical de la naturaleza de la relación social entre los sexos.
¿Qué es la práctica de la diferencia femenina? Lia Cigarini, de la Librería de Mujeres de Milán, ha distinguido recientemente (Libertá femminile e norma, "Democracia e Diritto" 2 (1993) [2] tres maneras de entender esa práctica. Una sería la de las y los que sostienen que las mujeres son distintas de los hombres en los contenidos de su operar en el mundo; a este concepto de la práctica de la diferencia le llama Lisa Cigarini "del orden de las cosas". Una segunda manera es la de las y los que opinan que la diferencia se inventa mediante estudios y pensamientos; define este modo de ver como "del orden del pensamiento". La tercera, que es la que esa jurista sustenta, consiste en "el sentido, el significado que se da al propio ser mujer. Y es, por tanto, de orden simbólico" [3]. Que algo sea de orden simbólico quiere decir que nace de una práctica política en la que se interroga el sentido del propio ser mujer (u hombre) desde el deseo personal de existir libremente en un mundo no neutro.
La diferencia sexual no es, pues, una variable más a añadir a una retahíla de otras variables politically correct de la jerga progresista contemporánea, variables como género, raza, etnia, clase social, posición en el sistema colonial, o "preferencia" erótica (hay poco sitio para las preferencias donde la heterosexualidad es obligatoria). Porque estas variables, que hablan de parcialidad, de marginación difícilmente superable, son funcionales al orden patriarcal. Se trata más bien de pensar un no-pensado, es decir un no dicho, de mirar el mundo entero y decirlo con palabras nacidas de una política que no cancele el cuerpo femenino.
Tampoco es un "concepto heterosexual" [4] porque no se hace cómplice con la exclusión de la realidad de los "cuerpos que [no] importan", como los lesbianos o los gais [5]. No pretende, como he dicho, medirse con la hetero-realidad, no pretende dialogar con un mundo en el que la libertad de los hombres viriles pasa por ser la libertad neutra universal. La diferencia sexual es una necesidad que mujeres y hombres convertimos, si así lo deseamos, en materia política
La teoría
Antoinette Fouque y el grupo Psychanalyse et Politique fueron las introductoras, a finales de los años sesenta, del concepto de diferencia sexual y de la necesidad de un orden simbólico nuevo. La gran creadora de la teoría de la diferencia femenina es la lingüísta y psicoanalista Luce Irigaray. Desde la publicación en París, en 1974, de su tesis doctoral titulada Speculum. Espéculo del otro que es mujer [6], pues es así como debe entenderse el subtítulo de este estudio según ha escrito recientemente la propia autora hasta la aparición, en 1992, de su último libro, J'aime á toi. Esquisse d'une félicité dans l'Histoire, un libro dedicado a un antiguo alcalde de Bolonia, luego parlamentario europeo. El entusiasmo sostenido de las mujeres se debe a la gratitud que muchas feministas hemos sentido y sentimos ante el talento de Luce Irigaray para poner en palabras unos modos de ser en femenino que vivíamos en desorden y sin arraigo, porque les faltaban el significado común y el sentido histórico que ella ha sabido darles reconociendo las necesidades de una época. Libros como Amante marine de Friedriech Nietzsche, (París, 1980), L'éthique de la différence sexuelle, (París, 1984) o Sexes et Parentés, (París, 1987) han marcado, en el placer, la política y el pensamiento de muchas mujeres de eso que se suele llamar la segunda ola (y que es la número n) de feminismo en Occidente.
Irigaray ha dado significado común y sentido histórico a relaciones sociales y a experiencias de vida que hasta entonces vivían sin nombre, humilladas por una razón parcial y viril que se presentaba ante el mundo como neutra y universal. Ella ha contribuido a elaborar una identidad subjetiva sexuada, le ha buscado su ética, su relación con la sexualidad y el autoerotismo femeninos, su dimensión divina, su genealogía y su futuro en un mundo en el cual la sexualización sea civilizada y no forme parte de la enfermedad o de la barbarie.
Otras autoras, como Héléne Cixous, han analizado magistralmente las relaciones entre el cuerpo femenino y la escritura, desarrollando (con otras) el concepto de écriture féminine. Se trata de un experimento que ha demostrado que lo femenino, frente a la opinión dominante en el psicoanálisis, sí existe. "LA féminin", la hembra femenina, existiría, con subjetividad propia, a partir de su relación privilegiada con el cuerpo materno; una relación en la cual la madre nos transmitiría el lenguaje, la lectura simbólica del mundo. Una relación privilegiada con el inconsciente, una relación desde la cual todo es posible. Y lo es porque en ella no hay límite al placer (jouissance) ni al saber, no existe ese famoso límite impuesto por la lógica, que se detiene donde algo deja de cuadrar, la lógica que es incompatible con la desmesura del deseo. Héléne Cixous ha aplicado estas ideas a sus lecturas de la escritora brasileña Clarice Lispector y a su propia obra de creación.
Desde mediados de la década de 1980, hace teoría de la diferencia feminista el grupo filosófico Diótima, nacido en la Universidad de Verona en 1984. Las filósofas de Diótima reconocen su vínculo con Luce Irigaray en su primer libro colectivo, Il pensiero della differenza sessuale (Milán 1987), cuya contraportada recoge la conocida frase de aquélla: "La diferencia sexual representa uno de los problemas o el problema que nuestra época tiene que pensar" [7]. La trayectoria intelectual de este grupo tiene, sin embargo, una personalidad bien definida. Sus miembras han explorado dimensiones nuevas de la práctica de la diferencia femenina en nuestro siglo y en otras épocas, han descubierto cómo las experiencias de las mujeres "hace mundo", dándolo a la luz cuando logra nombrar relaciones sociales sin recurrir a mediaciones masculinas [1], y han finalmente entrevisto un cosmos ordenado según un principio materno en Il cielo stellato dentro di noi. L'ordine simbolico della madre (Milán 1992).
"Con la imagen del cielo estrellado dentro de nosotras" —han escrito esas autoras— "se muestra que la medida del cosmos la encontramos en nosotras mismas porque el orden de la madre está tanto dentro como fuera de nosotras. Por este motivo, no se trata tanto de calcular la distancia entre las estrellas como de seguir una práctica de vida orientada" [9].
El concepto de orden simbólico de la madre lo ha estudiado magistralmente Luisa Muraro en el libro titulado L'ordine simbolice della madre (Roma 1991), una obra que entrelaza, con arte exquisito, experiencia personal y teoría; teoría que esta filósofa ha definido precisamente como "las palabras que hacen ver lo que es".
La lectura de Luce Irigaray, de Luisa Muraro y de otras filósofas de Diótima me trae una y otra vez a la mente la obra de María Zambrano. Hay alguna ligazón entre la razón poética de Zambrano, la identidad subjetiva sexuada de Irigaray y el orden simbólico de la madre de Diótima. Puesto que no existe una relación de magisterio con María Zambrano, se diría que se trata de una cierta forma, por parte de algunas mujeres, de hacer filosofía, que aparece en Europa cuando las primeras generaciones de alumnas que accedieron a la universidad, sin trabas formales, se pusieron a estudiar sistemáticamente el conocimiento tradicional. Al hacerlo, percibieron sus grandes vacíos, no se reconocieron en él, no hallaron en la tradición filosófica dominante un lugar en que significarse, un lugar donde establecer con libertad su sentido de sí. El relato que hizo hace pocos años María Zambrano de su génesis de la razón poética expone dramáticamente la sensación de ajenidad con el orden patriarcal que comparten esas creadoras:
"Mi razón vital de hoy es la misma que ya aparece en mi ensayo Hacia un saber sobre el alma [...]. Yo creía, por entonces, estar haciendo razón vital y lo que estaba haciendo era razón poética. Y tardé en encontrar su nombre. Lo encontré precisamente en Hacia un saber sobre el alma, pero sin tener todavía mucha conciencia de ello. Yo le llevé este ensayo, que da título al libro, al propio don José Ortega, a la Revista de Occidente. él, tras leerlo, me dijo: 'Estamos todavía aquí y usted ha querido dar el salto de la libertad femenina, al más allá [...] Exactamente, en ese momento. Yo salí llorando por la Gran Vía, al ver la acogida que encontré en don José lo que yo creía que era la razón vital. Y de ahí parten algunos de los malentendidos con Ortega, que me estimaba, que me quería. No lo puedo negar. Y yo a él. Pero había... como una imposibilidad. Es obvio que él dirigió su razón hacia la razón histórica. Yo dirigí la mía hacia la razón poética. Y esa razón poética —aunque yo no tuviera conciencia de ella— aleteaba en mí, germinaba en mí. No podía evitarla, aunque quisiera." [10].
De partir de sí a la política en primera persona
Desde 1966, en la Librería de Mujeres de Milán se hace día a día práctica política de la diferencia femenina. El itinerario de esa práctica y su traducción en teoría política han sido recogidas a lo largo de los años en las dos series de la revista Via Dogana, en los Sottosopra, en el libro colectivo No creas tener derechos (Madrid 1991)...
La segunda serie de Via Dogana nació en 1991 con el fin de "poner fin al dualismo según el cual la política de las mujeres sería una política al lado de otra, llamada masculina o neutra, y poner en el centro de la política la política de las mujeres" [11]. Esta propuesta de intervención femenina libre en el mundo se apoya en un modo de relacionarse con la realidad que nació en los grupos de autoconciencia de los años sesenta y setenta: el partir de sí, el partir de lo que tenemos, que es principalmente la experiencia femenina personal.
El partir de sí distingue la política en primera persona, del feminismo de la emancipación. El partir de sí transforma la experiencia femenina personal —esa experiencia que está tan desprestigiada en el estructuralismo y en lugar de libertad, en un lugar donde intenta ser. El feminismo de obra de la emancipación propone, en cambio, hacer política mirando a donde se querría o se podría llegar, reivindicando para ello derechos que nos lleven a las mujeres más allá de la experiencia personal, liberándonos de ella como si fuera un estorbo. La política en primera persona no nos aboca, sin embargo, a vivir en una realidad parcial, limitada por el sexo masculino:
"Existe indudablemente de la necesidad de compartir el mundo. Pero con todas las demás mujeres y con los hombres, o sea con toda la gente de carne y hueso, empezando por la más cercana. No tengo que dividir el mundo con el otro sexo en cuanto tal, del mismo modo que lo que me falta no es el ser hombre" [12].
La política en primera persona no tiene como objetivo la obtención de cuotas de poder o la acción positiva. No dialoga, en realidad, con el sistema de representación democrática. No busca, por tanto, la reivindicación de derechos, sino más bien el estar "por encima de la ley", el "vacío de norma" que abra espacios a una práctica política que lleve a las mujeres implicadas a decidir por sí mismas qué es lo que desean [13]. Casos paradigmáticos son los de la pornografía o la prostitución, casos en los cuales la reivindicación de derechos ha llevado con más frecuencia a la frustración y a la división entre mujeres que al avance de la libertad femenina.
En la política en primera persona es clave el recurso a la mediación de otra mujer o de otras mujeres. La mediación de otra mujer, de una mujer a la que reconozco autoridad, me permite realizar mi deseo, me lleva a significarme, abre a la libertad femenina caminos que modifican las relaciones de poder existentes en la sociedad. En los espacios de mujeres adquiere vida y sentido la mediación que me hacia posible relacionarme con el mundo entero. La mediación primera y necesaria que desbloquea la mente de una mujer y le permite intervenir en la realidad es la relación con la madre, con la madre individual y concreta, la que nos ha dado la vida y nos ha enseñado a hablar, garantizando la concordia entre las palabras y las cosas. La relación de amor y de reconocimiento hacia la madre es tan importante que ha sido descrita como el "punto arquimedeo" en que se apoya el nacimiento de un orden simbólico nuevo [14]. Esta relación —que no es del orden moral sino del orden simbólico— puede establecerse tanto si los sentimientos que tenemos hacia nuestra madre son de amor como si son de odio o de indiferencia: en este sentido, el amor femenino de la madre es una práctica política [15]. La relación de la hija con su madre es una estructura elemental que hace falta en el patriarcado, una carencia de la que este orden se nutre; tanto es así, que en él se presenta al padre como el verdadero autor de la vida.
Las figuras
De la práctica de la diferencia femenina y de su teorización han nacido figuras como el affidamento (confianza), la genealogía femenina y la autoridad femenina. Estas figuras, formuladas todas en positivo, no son códigos porque no dependen de reglas ni de normas establecidas que las regulen.
Luce Irigaray, entre otras, ha dado vida y contenidos históricos y filosóficos a la genealogía de mujeres, genealogía que dé sentido y placer a nuestro estar en el mundo. Un estar en el mundo que esta pensadora ha imaginado sin madre, rodeadas de representaciones de mujeres que siempre tienen al hijo en brazos, porque en el origen de nuestra sociedad no se situaría el parricidio edípico de que habla Freud, sino el matricidio que sugiere la Orestiada.
"Pienso que también es necesario" —ha escrito Irigaray— "para no ser cómplices del asesinato de la madre, que afirmemos la existencia de una genealogía de mujeres. Una genealogía de mujeres dentro de nuestra familia: después de todo, tenemos una madre, una abuela, una bisabuela, hijas. Olvidamos demasiado esta genealogía puesto que estamos exiladas (si se me permite decirlo así) en la familia del padre-marido" [16].
En la Librería de Mujeres de Milán y en la comunidad filosófica Diótima han sido practicadas y pensadas las figuras del affidamento y de la autoridad femenina. El affidamento es una relación política privilegiada y vinculante entre dos mujeres. Dos mujeres que no se definen como iguales en términos de sororidad sino como diversas y dispares. No consiste en un pacto de amor ni tampoco de magisterio jerárquico; aunque puede darse entre una joven y una vieja, ha sido practicada y pensada como una relación entre adultas. La relación de affidamento se establece para, mediante ella, dar vida al deseo personal de existencia y de intervención en el mundo.
A la mujer con quién entró en relación de affidamento le reconozco autoridad femenina. Deposito en ella confianza para crecer (augere) y para reconocer, sin entrar en el juego de la identificación ni tampoco en el de la rebelión, cuáles son la medida y los límites de mi deseo de existir y mis posibilidades de liberarlo en la sociedad.
El reconocimiento de autoridad femenina debe saber convivir con la práctica de la disparidad: si la autoridad femenina funciona demasiado bien, puede plantear el peligro de cancelar las diferencias entre las mujeres que reconocen esa autoridad, aplastando así su deseo individual. La autoridad se convierte entonces en una mediación que no produce, que no da vida a algo nuevo.
La autoridad femenina no replica a la autoridad tradicional. No la replica porque no tiene ni busca poder social en el orden patriarcal. No replica, tampoco, porque la diferencia femenina no se mide con la masculina: aunque las funciones que ejercemos mujeres y hombres en el mundo (caminar, pensar... etc.) sean idénticas, la experiencia de vivir en un cuerpo sexuado en femenino es distinta de la experiencia de vivir en un cuerpo sexuado en masculino [17].
Las críticas
Las críticas que con más frecuencia han recibido la práctica política y el pensamiento de la diferencia sexual son las de que se trata de un pensamiento esencialista y de una política separatista y/o poco eficaz. Se ha dicho también que olvida, sin inocencia, sus deudas con la acción y con la teoría producidas por el feminismo lesbiano.
La acusación de esencialismo, que llenó muchas páginas de revistas y de libros feministas, especialmente en lengua inglesa, durante los años ochenta es, en realidad, una acusación de poca sustancia. Se apoya en una dicotomía (esencial frente a construcción) que es propia de un orden del pensamiento clásico y racional que Simone de Beauvoir mostró que es opresivo para las mujeres, que se queda "en la casa del amo", como escribió Audre Lorde no recuerdo dónde. Es curioso, sin embargo, que el fantasma del esencialismo, un fantasma que parece saber corroer los cimientos mismos de la filosofía, se suela desplegar cuando alguien se toma la libertad de enraizar el sentido de sí en la experiencia personal del cuerpo humano. Es curioso porque sugiere que "esencialismo" sirve aquí para ocultar el origen del cuerpo y su nacimiento, ese nacimiento que es del orden materno y que tiene mucho que ver con la razón poética de María Zambrano. En cuanto a que sea separatista (separatista, se supone, del orden patriarcal), efectivamente lo es. Lo es porque resulta rarísimo encontrar una mujer progresista que esté dispuesta a sustentar un orden sociosimbólico (el que tenemos) cuyo eje y medida es —lo ha escrito Adriana Cavarero— la guerra, la destrucción de la obra materna [18]. No es, en cambio, una política que pretenda marginar a las mujeres del mundo, sino todo lo contrario, como he dicho ya.
La inquietud de algunas feministas lesbianas ante la escasa atención explícita dedicada a la homosexualidad en los escritos de la Librería de Mujeres de Milán se debe al deseo de aquéllas de ver expresados públicamente el reconocimiento y la gratitud hacia su trabajo político secular para nombrar como relación social el amor entre mujeres [19].
Por último, la crítica de ineficacia política (una crítica cuyo referente parece ser la eficacia atribuida al mitín frente a la política en primera persona) ha sido contestada por Luisa Muraro en una entrevista reciente diciendo:
"La fatiga de que tu hablas, tengo la impresión, es la de 'dar a luz el mundo': hallarse en la necesidad de inventar mediaciones creadoras de realidad nueva. El movimiento de las mujeres puede ser percibido como lento respecto al brío inicial con que fue acogido lo esencial. La revolución simbólica se mueve a la velocidad instantánea porque la mueve el deseo de quien la hace, pero para realizarla es necesario un trabajo lento y fatigoso. Cuánta más fatiga haya en la creación de mundo nuevo, más trabajo fecundo hay. Por tanto, no es cierto que seamos lentas en lo que se refiere a la construcción de las mediaciones necesarias para generar lo nuevo" [20].
[1] Luce Irigaray, Ce sexe qui n'en est pas un, París, 1977. Traducción Madrid 1982.
[2] Vid. Democrazia e Diritto, 2, 1993, pp. 95-98.
[3] Vid. Lia Cigarini, op. cit., p. 96.
[4] Patricia White, "Female Spectator. Lesbian Spector", en Diana Fuss, ed., Inside/Out, Nueva York, l991, p. 142.
[5] Vid. Judith Butler, Bodies that matter, Nueva York, 1993.
[6] Traducción española de 1978.
[7]] Vid. Luce Irigaray, L'étique, p. 13.
[8] Vid. Diótima, Mettere al mondo il mondo, Milán, 1990.
[9] Diótima, op. cit., p. 7.
[10] María Zambrano, pensadora de la aurora, Anthropos, 70-71, 1987, pp. 37-38.
[11] Luisa Muraro, La politica é la politica delle donne, Via Dogana, 1, junio 1991, p. 2.
[12] Vid. Luisa Muraro, op. cit., p. 3.
[13] Lia Cigarini, Sopra la legge, Via Dogana, 5, junio 1992, pp. 3-4.
[14] Luisa Muraro, Hacer política, escribir historia, Duoda, 2, 1991, pp. 87-97.
[15] Luisa Muraro, L'amore como practica politica, Via Dogana, 3, diciembre 1991, pp. 18-19.
[16] Luce Irigaray, El cuerpo a cuerpo con la madre, trad. Barcelona, 1985.
[17] Ipazia, Autoritá scientifica, autoritá femminile, Roma, 1992.
[18] Adriana Cavarero, Nonostante Platone, Roma, 1990.
[19] Hanna Hacker, "Lesbische Denkbewegungen", Beitrage zur Feministischen Theorie und Praxis, 25-26, 1989, pp. 49-56.
[20] Roberta Tataflore, "Luisa Muraro. Rivoluzionaria del simbólico", NoiDonne, 64, julio-agosto, 1993, p.66.
Miguel ángel Santos Guerra
Hace unos días apareció en esta misma tribuna un artículo que me produjo tristeza e indignación. Su mismo título tenía un tufillo irónico y despectivo: Sacerdotas. La argumentación utilizada por el autor (sacerdote y economista) resultaba, a mi juicio, pobre e hiriente. Ridiculizar la ordenación de mujeres en la Iglesia anglicana por ser los ingleses que conoce el autor "estrambóticos" y los demás un tanto locos, es un exabrupto intelectual.
El argumento de mayor peso que se ofrece es la interpretación que la Iglesia hace de un hecho histórico: si Jesucristo eligió a varones para la condición ministerial, es preciso mantener ese criterio también en nuestros días. Pero los elegidos eran también casados, pescadores, incultos, barbudos... ¿Por qué no aplicar a otras de sus características el mismo criterio?
Aporta, además, otra peculiar razón y es que, de momento, no existe necesidad de ordenación de mujeres. Si esa necesidad llegase, se realizaría la ordenación, "no por la reivindicación feminista" sino "para extender a la gente la gracia de los sacramentos". Califica de tontería esa reivindicación (no sé si todas las demás). Qué claro está para las personas discriminadas que no lo es. Dice el autor que de momento no hacen falta las mujeres. (Con ocasión del reciente Día del Seminario he vuelto a oir que las míes es mucha y los operarios, pocos. He oído decir que hacen falta vocaciones. Hacen falta, pues, más hombres. Las mujeres están de sobra).
"La Iglesia podría decir otra cosa y siempre acertaría", dice el autor. ¿Es que ha acertado siempre? ¿Ha acertado cuando quemaba a los herejes o bendecía las guerras? ¿Acierta ahora cuando justifica en algunos casos la pena de muerte o cuando...?
Por eso, respondo a su pregunta final del párrafo: ¿Tranquilos? No, inquieto. Incluye el autor en el artículo una viñeta a él dedicada por Forges. Una viñeta a la que me adhiero con dolor y preocupación. En ella plantea Forges la posibilidad de que dentro de 400 años la Iglesia reconozca que aquella decisión fue un error histórico. Nos tiene acostumbrados a ello. El problema es muy grave.
¿Quién devolverá entonces a las mujeres la oportunidad que les negaron? ¿Quién les devolverá la dignidad que no les reconocieron? Acaso en la otra vida...
Lo que no me explico es por qué dice el autor que si se incorporase la mujer al sacerdocio "complicaría las cosas enormemente". ¿Qué complicaciones son esas? ¿A qué causas se deben?
El problema, a mi juicio, es otro. Una institución jerárquica y androcéntrica se niega obstinadamente a dejar de serlo. Una institución que ha perpetuado (así lo reconocen algunos teólogos) sus planteamientos antifeministas. Porque es una institución que:
En definitiva, que las mujeres pueden y deben tener, santidad, pero en ningún caso autoridad. Pero, ¿no es cierto que la principal condición del sacerdote es la de ser persona? ¿No se niega de alguna manera la dignidad de persona a la mujer cuando se la excluye del sacerdocio (y por ende de la jerarquía) por su condición femenina?
Ironiza el autor diciendo que no se explica qué deseos impulsan a las mujeres a confesar. Deseos que cuando los manifiestan los hombres son explicados paladinamente por celo pastoral y compromiso apostólico.
Esta no es una cuestión baladí por mucho que haya pocas personas afectadas por esta postura y pocas mujeres que sientan el deseo de ordenarse. Se trata de una postura oprobiosa para las mujeres (creyentes o no creyentes). Una postura que no se admitiría en ninguna otra institución de nuestros tiempos ya que mantiene la desigualdad, la discriminación y la injusticia.
De actitudes como éstas se alimentan no sólo los hombres que siguen negando a la mujer la igualdad sino las mujeres que se consideran a sí mismas, muy a gusto, siendo tratadas así. No hay mayor opresión que aquella en la que el oprimido mete en su cabeza los esquemas del opresor.
Decir, como ha hecho recientemente el Papa, que la dignidad de la mujer está en la maternidad (sin recordar al mismo tiempo que la dignidad del hombre es la paternidad), decir que el papel de la mujer en la familia es de peculiar importancia (sin recordar que también lo es el del hombre) es volver a decir que el varón tiene su puesto en la política, en la profesión, en la dimensión pública, y la mujer, en la esfera privada.
Dice el autor que "de momento parece ser que no se ve claro". ¿Quién no ve claro?
Lo que parece, más bien, es que todo está muy claro. La jerarquía eclesiástica oye claramente lo que Dios dice y sabe sin posibilidad de error lo que Dios quiere. Muchas personas ven también muy claro que esa interpretación de la escritura es un manejo discriminatorio.
Y termina aconsejando que se dejen las cosas como están. "Si la cosa está tranquila, no hay que hurgar en la tabarrera", dice con socarronería el autor.
En efecto, está bien que sigan como están para quienes permanecen sentados sobre los demás (diciendo qué es la verdad, declarando que es el bien). Los que están abajo acaso quieren decir otra cosa. Y no siempre les han dejado.
Yo que puedo, las digo.
A la convocatoria del III Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se presentaron un total de cincuenta y cuatro artículos, otorgándose el Premio a Juana Castro, poeta, y en la actualidad coordinadora provincial de Educación en Valores y Temas Transversales de la Consejería de Educación, por su labor de divulgación en el periódico Córdoba y, en concreto, por su artículo Amargo despertar.
Fueron miembros del jurado:
Juana Castro
Lo anunció un eminente investigador médico: “Dentro de poco tiempo, los hombres podrán gestar”. Me asombró, en un debate radiofónico, el gran número de hombres que admitieron haber sentido deseos de ser madre, sobre todo mientras seguían el proceso de gestación de su esposa. Otros se expresaron alegando que era, ante todo, una cuestión de compartir. Si en un futuro próximo la ciencia lo podía hacer posible, por amor y por justicia los varones repartirían con sus compañeras el número de embarazos porque —y eso lo dijo una mujer— el embarazo no era algo tan bello como lo cuentan; es molesto, se producen alteraciones digestivas, hay que seguir unas normas, y se puede sentir pesadez y cansancio; si a ello se le suma el parto, con lo que tiene de doloroso en el tiempo que dura y aún después, algunas mujeres agradecerían que el marido les relevara en una segunda ocasión. En cuanto a las precisiones médicas, sólo falta decidir en qué parte de la cavidad abdominal se implantaría el embrión y cómo se realizaría el parto: seguramente con cesárea, que es una forma bastante frecuente para muchas mujeres, y que hoy día no reviste peligrosidad. Tratándose de un individuo de salud normal, podría ser perfectamente viable.
Porqué quieren los hombres ser madres fue una de las interrogantes que se abordaron; si por poseer un control más directo sobre la procreación y la vida, por solidaridad con las mujeres, por llevar la maternidad hasta las parejas homosexuales, por deseo de experimentar sensaciones nuevas o sencillamente por curiosidad.
Yo, en este caso como en otros muchos, estará de parte del derecho de los hombres. Si la medicina ha conseguido que algunos individuos cambien el color de su piel, si gracias a la cirugía plástica muchas personas recuperan la silueta y la juventud perdidas, si tantas mujeres han conseguido ser madres gracias a la reproducción asistida, no veo por qué los hombres no van a poder disfrutar también de las delicias de la maternidad. Si estamos por el desarrollo de la parte "masculina" en la mujer y de la "femenina" en el hombre, no cabe duda de que la maternidad los volverá ineludiblemente más sensibles, afectivos, tiernos, y quién sabe si, colateralmente, no desarrollarán también, al paso, su capacidad para planchar, cocinar y ver el polvo encima de los armarios.
Hace tiempo que existen las madres de alquiler, que a veces han sido las abuelas. Con más derecho, los padres, dueños del correspondiente esperma, podrán albergar en su vientre esa vida libremente fecundada. Yo soy el padre y la madre, podrán decir. Y los misóginos, los solitarios y los onanistas encontrarán en la maternidad el consuelo a su soledad y a su vejez. Son muchas las cosas que, en relativamente poco tiempo, ha conseguido la mujer; el hombre, en cambio, se nos dice, anda desorientado, porque no encuentra su identidad, que ya no puede definirse por oposición a lo femenino. Supongo que podrá haber otros caminos, los que algunos varones están buscando en sus terapias de grupo; si bien la ciencia médica les pone al alcance esta alternativa nueva, bienvenida sea.
Son demasiadas las afrentas que el hombre ha tenido que soportar a lo largo del tiempo, y mucho más en los últimos siglos. Primero fue Galileo, al afirmar que la Tierra no era el centro del universo; luego Darwin, al demostrar que no había salido entero de las manos de Dios, porque procedía del mono; la tercera fue la de Freud, al descubrir la existencia del subconsciente; la cuarta se produjo al demostrarse que todos los fetos son femeninos; la quinta, la más dolorosa, es esa afrenta perenne y diaria de tener que demostrar su competencia frente a tanta mujer recién salida de la Academia; pero la más drástica, por silenciada, es la imposibilidad de ser madre.
Y ya es posible. Ya está aquí la salvación. De la manera más casta, sin receptáculos ajenos, el hombre puede ser madre y dar vida a un ser, haciendo realidad el sueño de mito de Atenea, nacida de la cabeza de Zeus, sin mediación de diosa ni de mujer. El puro. El noble. El padre, sólo padre. De gloriosa y entera humanidad. Pero esa era hasta ayer. Porque ahora el Papa, con la encíclica Evangelium vitae, ha condenado la reproducción artificial. ¿Quién los salvará?
A la convocatoria del IV Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se presentaron un total de treinta y dos artículos, otorgándose por unanimidad el Premio a Karmentxu Marín, periodista, por sus artículos de divulgación feminista en la revista El Semanal y, en concreto, por su artículo Arrugas.
Fueron miembros del jurado:
Karmentxu Marín
Finalmente la arruga es bella, y no sólo la de los pantalones, tipo Adolfo Domínguez, sino el surcazo que el transcurso de la vida misma, el poco sueño y la posible marcha te van imprimiendo en la piel. Quizá sea sólo porque, dadas las mayores expectativas de vida que se van alcanzando, los expertos de marketing, esto es, el Mercado con eme mayúscula, se da cuenta de las posibilidades que ofrecen las abuelas comprando marcas y los vejetes manteniendo el palmito. Pero lo cierto es que los estilistas y los publicitarios están apostando en las pasarelas por los años y las canas.
Volubles son, los estilistas y los publicitarios, porque sólo hace tres meses la agencia IMG Model, de Gran Bretaña, echaba a sesenta modelos porque, a sus veinticinco años, eran ya un poco mayores, lo que podría consolar a Isabella Rosellini, que fue puesta de pestañas en la calle como rostro de Lancóme cuando cumplió los cuarenta. El caso es que mientras la IMG Model limpiaba su libro de oferta, como dijo, desde Estados Unidos llegaba la moda de la infantilización, que barría a vamps y supermachos, parecía aconsejar pasearse más bien con el chupachups que con el celular e impulsaba prácticamente a comprar en la sección de cadete de los grandes almacenes y a perseguir ardientemente, para triunfar el look Pipi Calzaslargas.
Pero al tiempo la casa de relojes Omega retiraba la publicidad a la revista Vogue por presentar fotos de modelos demasiado escuchimizadas, que llevarían a las jóvenes a caer en desórdenes alimentarios. La historia levantó polvareda en Londres, hasta el punto de merecer cinco columnas en la primera página de The Guardian y gran relieve en los demás cotidianos. No en vano la casa real autóctona había tenido sus buenos problemas al respecto con las historias de anorexia, bulimia y hambre compulsiva de la ex Lady Di y Sara. La Omega desafiaba así a las mujeres para que abandonaran extenuantes ayunos e implícitamente animaba a recuperar las formas que en los cincuenta decretaban la belleza, que, no en vano, se calificaba de explosiva.
Y ahora resulta que, después de que sean bellas las carnes, también lo es la pata de gallo. El modisto Gianni Versace presenta su colección de otoño con una elegante anciana, la Levi's anuncia sus pantalones con modelos masculinos y femeninos de la tercera edad, y Mark French, director de la agencia de modelos Ugly, que representa a un centenar y medio de señoras entre los 65 y los 92 años, confiesa que publicaciones como Marie Claire o Vogue le han hecho peticiones de este tipo, y que Red or Dead quiere una panda completa para pasar la moda de otoño.
Katie Grand, directora de la revista británica para adolescentes Dazed and Confused, ha llegado a decir que, tras el éxito de una abuela presentando los vestidos del diseñador americano Isaac Mizrahi, repitieron en el número siguiente con la señora y empezaron a gustar prendas que antes no interesaban a su público. Firmas como Reebok y Guinness se han apuntado también ya al modelo sexagenario. Una de las abuelas con más caché se llama Margo Dillon y tiene 89 años. Ha hecho publicidad para Pulp, y para Bjork y en un anuncio de la Panasonic ha llegado a marcarse un número de break-dance. "he hecho de abuela cyberpunk con los pelos rosas, y mis dos nietos están orgullosos de mí", ha declarado. Que tiemblen las claudias y las naomis.
Quizá los únicos que no están tan contentos con esta nueva moda porque desgraciadamente, nada hace pensar que sea algo más que esto —y no reflexión o aceptación del devenir físico-humano—, sean los miembros del ramo del bisturí, el hilo de oro, el estire hasta dejarte permanentemente encantada de haberte conocido, a modo de duquesa de Franco, o el colágeno inyectable. Pero no deberían preocuparse. Igual sólo quiere decir que en vez de irnos a retocar chapa y pintura a partir de los cuarenta empezaremos a los 65. O al revés: si la moda se pone pesada e insiste en sacralizar el surco, siempre pueden dedicar sus mejores jeringas y bisturíes a arrugar a las/los de veinticinco.
Habíamos ya acogido con extrema satisfacción la jubilación de la imagen de las lolitas anoréxicas, porque el contorno caderil-abdominal no hay quien nos lo pare, y hasta empezaba a hacerme gracia lo de "te encuentro, estupenda, con tus medidas de 90-60-90, y la otra pierna exactamente igual". Para ser el no va más nos faltaba este pequeño impulso a la aceptación del pliegue y la belleza de la arruga: ahora sí que puede prepararse Harrison Ford.
A la convocatoria del V Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se presentaron un total de veintisiete artículos, otorgándose ex aequo por unanimidad el Premio al artículo presentado por Piedad Solans Blanco, Historiadora y Crítica de arte, titulado Feminismo y poder, que había sido publicado en El Día del Mundo, el 5 de febrero de 1997 y al artículo presentado por Rosa Cobo Bedia, Profesora Titular de Sociología en la Universidad de La Coruña, titulado Ciudadana Mujer, publicado en El Viejo Topo, nº 112, en noviembre de 1997.
Fueron miembros del jurado:
Piedad Solans Blanco
Sin duda, a estas alturas de siglo el feminismo se ha convertido en una lucha de clases: entre mujeres y hombres y entre las mismas mujeres. Lo que en un principio surgió como vindicación de unos derechos humanos fundamentales para las mujeres (que hasta entonces se consideraban dentro de la categoría de animales, esclavas o discapacitadas mentales) se ha ido deslizando hacia un enfrentamiento, a menudo abierto, a veces violento, de poder. Y no es para menos, pues el varón, como bien dijo la catedrática Celia Amorós en su conferencia Redefinición de la política desde el feminismo, "ha usurpado lo genérica humano", eliminando a la mujer —el cínica y despectivamente llamado sexo débil— de una participación activa y dinámica en la constitución de una realidad cuyos valores han sido, básicamente, masculinos. Leyes, costumbres, política, guerra, arte, ciencia, cultura y hasta el lenguaje han sido conformados de acuerdo a una estructura masculina de conocimiento y poder que ha favorecido principalmente al propio hombre. De este hecho nadie debería escandalizarse hipócritamente, sino aceptarlo como hoy día se acepta que Grecia y Roma tuvieron un sistema social de esclavitud, que los indios americanos fueron salvajemente exterminados por la "civilización" o que la Iglesia quemaba "brujas", herejes y judíos. No se trata de culpabilizar al "hombre" en abstracto de estos hechos, sino de reconocer sin falsos prejuicios una realidad histórica y la responsabilidad del poder en ella: la exclusión de la mujer, su explotación y la asignación de un papel social y sexual destinado al placer del varón y la reproducción.
Así pues, aceptamos que el hombre se ha considerado superior por el hecho de ser hombre, o mejor: genitalmente hombre (y no, muy a menudo, por otras aptitudes masculinas), que ha elaborado un universo de poder donde él (por las mismas razones genitales disfrazadas de "inteligencia") ha sido el centro, que ha mantenido este universo no por medio de un diálogo o de una negociación, sino del uso y abuso de la violencia y de la fuerza y que en este universo la mujer ha sido limitada al papel de santa, madre o puta. Estos hechos son obvios, si bien es cierto que a menudo también ha sido el hombre la víctima de su propia violencia ideológica, militar o religiosa, sin contar con la castración y la represión brutalmente psicológica que el macho ha impuesto a todo hombre sensible y diferente que no cumpliera los requisitos de fuerza del can-club. Pues el problema es, básicamente, un problema de estrategia y de poder, y es importante no perder esta visión, a riesgo de convertir también las reivindicaciones femeninas en unos argumentos puramente de género y de venganzas vaginales. El conflicto, por tanto, se centra en el núcleo de un poder entendido como dominio y fuerza y las estructuras sociales que de ello derivan, irradiando tanto hacia hombres como hacia mujeres.
Estos puntos han sido y son ampliamente debatidos, y forman la base social de toda lucha feminista —y de toda reacción machista—: la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, la política y la cultura, la igualdad de oportunidades laborales, familiares y su independencia económica del hombre, la libertad a elegir el aborto sin coacciones religiosas ni legales, su derecho a una igualdad frente a la ley y la protección abierta de ésta frente a los abusos y violencia sexual de los hombres genitalmente hombres, además del reconocimiento de unos valores intelectuales y creativos que no la rebajen al papel de objeto sexual y reproductor.
Estas condiciones de convivencia son básicas en la sociedad actual, industrial y (supuestamente) ilustrada. Todo hombre que niegue estos derechos es, simplemente, un canalla. Sin embargo, el poder político masculino-genital deniega a la mujer los derechos que exige: nadie puede ignorar que las libertades femeninas han sido duramente conseguidas por las mujeres... frente a la resistencia de la mayoría de los hombres, cuando no, frente a su burla o pasividad. Frente a las demandas y necesidades femeninas, el hombre ha adoptado, excepto pocas excepciones, una actitud de autoridad o condescendencia paternalistas (como se hace con un niño, un perro o un tonto), sin darse cuenta de que el problema es básicamente suyo y es también a él, y no sólo a la mujer, a quien corresponde asumir la crisis para transformarlo, ya que ha sido él quien ha creado un universo teológico-patriarcal de jerarquías, roles y estereotipos en el que la propia mujer ha asumido su ser de víctima. Y todo el mundo sabe (en esta sociedad de verdugos y sacrificios) que la identidad de la víctima se define por la ausencia de elección. Hasta hace pocos años (en una sociedad de milenios) y solamente en el ámbito occidental, la mujer no tenía la posibilidad de elegir su destino: el mundo de los hombres le era duramente vetado, prohibido el acceso. Cualquier mujer que intentara transgredir las reglas morales impuestas por el hombre-padre-esposo-genital era castigada sin posibilidad de defensa. Y las reglas morales impuestas por el patriarcado eran obediencia, obediencia y obediencia. El castigo se basaba en el uso física o psicológicamente violento de las leyes del clan-club hiper-masculino: palizas, humillaciones, violación, maternidad indiscriminada, ostracismo, casamiento, ignorancia, aislamiento. Así, toda posibilidad de acción de la mujer era relegada al ámbito de lo políticamente inofensivo y canalizada por los cauces sociales correctos. Casada, monja o muerta. Cualquier hombre, por despreciable que fuera, se consideraba dueño, por superioridad mental y derecho genital (o mejor, de un imaginario genital) de la mujer. Cegato, deformado, baboso, miserable o idiota, pero dotado de pene aunque eyaculador precoz o impotente, el hombre durante siglos ha visto incluso en la mujer más bella, inteligente y noble, su objeto de evacuación, deseo y posesión, degradándola al papel de uso y cambio o por el contrario: la ha sublimado y espiritualizado hasta convertirla en un fantasma, una santa abstracción que ni piensa ni siente ni sueña. En este universo genitalmente masculino, el hombre piensa, siente y sueña a la mujer, haciéndola de esta forma real, su realidad, la proyección de su deseo. Y este deseo ¿no será acaso lo que no puede ver o alcanzar a ser femeninamente en sí mismo? ¿No será que el hombre ha excluido de su universo de poder los valores que no sean los del imaginario machista? Esta destrucción de la realidad femenina ¿no es también la destrucción de lo que el hombre no puede llegar a aceptar en sí mismo, ya que en caso de hacerlo, derrumbaría su imagen, duramente conseguida a través de la guerra y de los siglos? Esta violencia de poder ¿no será su propia fragilidad, su indefensión, que tiene que defender con violencia?
Sería erróneo (y una trampa) mantener una teoría en la que el hombre fuera el verdugo y la mujer la víctima, y en la que el universo masculino se conformara en torno a buenos y malos, demonios, vampiros, santos y mártires que es, al fin y al cabo, herencia del legado judeo-cristiano del Bien y el Mal, del sacrificio, el premio y el castigo y de toda una mitología y una imaginería que aún se entrama en las bases morales y el comportamiento de nuestra sociedad. Más útil sería arrancar las máscaras y desvelar estas mitologías en las que hombres y mujeres nos encontramos atrapados, con papeles y roles asignados y asumidos, como pieles postizas, envolturas, que han llegado a fundirse con la propia piel. Pues el problema básico —y aquí entro de lleno en la cuestión— es de identidad. No existe una identidad masculina, como no existe una identidad femenina: ambas son creaciones culturales. Formas antropológicas en principio de adaptación, poder o convivencia que se han ido reproduciendo, larvando y enquistando, lejos de su función original. Imágenes teológicas, míticas y rituales que han impuesto su imaginario de dioses, de íconos y de ídolos. La identidad del hombre y de la mujer, así como la de su cuerpo y su sexualidad, no es natural: ha sido largamente amasada a través de las culturas. Su identidad es un producto ideológico, resultado de la interacción dinámica de fuerzas morales, económicas, mediáticas, productivas. En el imaginario psico-social, el hombre adopta todavía unos roles primitivos: conquista, caza, batalla, posición jerárquica, autoridad, honor, dominio, posesión carnal de la mujer, heterogamia, poligamia (soterrada). La mujer, a su vez, adopta el papel primitivo (asignado por el hombre, por un lado, pero también por las condiciones de vida comunal, ritual y agraria) de trabajo doméstico, maternidad y reproducción, monogamia. Esta estructura ha sido básicamente la de todas las sociedades guerrero-religiosas hasta la revolución ilustrada e industrial, que rompe, por necesidad puramente económica, con la rigidez de clases y castas de los sistemas sociales y con la moralidad eclesiástica. Sin embargo, increíblemente continúa vivo en el imaginario colectivo un universo de disfraces que ocultan su propia vaciedad. Pues detrás de todo ello, parece ser, no hay nada sino hueco, un vacío de identidad, o mejor: una identidad que ya no nos sirve, y que es vital y urgentemente necesario transformar.
¿Cuántos disfraces de identidad femenina adopta la mujer en este espectáculo? Es cierto, si, que le han sido dados o impuestos por el poder genital masculino, pero también lo es que se los ha apropiado. Desde la fregona y la maruja, la madre devoradora o abnegada a la vampiresa y la femme fatale, la supersexual a lo Marilyn y la maravillosa a lo Schiffer o la perfecta secretaria, las mujeres han sido tradicionalmente, para el hombre, cuerpo, y en el cuerpo, en su potencia de maternidad tanto como en sus encantos y placeres las propias mujeres han desplegado una maquinaria sutilísima de seducción y poder. En este despliegue la mujer ha basado su fuerza. La fuerza de quien se considera débil y necesita crear estrategias de defensa frente al más fuerte: y ¿qué veneno más paralizante que la seducción? El hombre vence y posee, la mujer seduce y se entrega, y en esta entrega anula el miedo a la posible violencia del hombre. A lo largo de los siglos las mujeres han fabricado una compleja trama de emociones, sensaciones y sentimientos basadas en la maternidad y en el culto y obediencia al hombre a través del cuerpo. La imagen ha sido creación del hombre: esposa y madre, amante y prostituta, heroína y mística, reposo del guerrero y pilar de la tradición. Es verdad que, como defensa, no había más remedio, y que cuerpo e imagen fueron conformados según el deseo del hombre, y este deseo ha sido legitimado por leyes y religiones. Y es verdad también que esta imagen y este cuerpo están siendo actualmente reproducidos por toda una mitología mediática. Pero, más allá de esta identidad cultural, sexual y mitológica habría que preguntarse cuál es realmente, hoy, nuestra posición. Cuál es, realmente, nuestra fuerza. Lo que queremos ser y asumir, no como respuesta al poder del hombre, sino como nuestro deseo y nuestra necesidad.
Uno de los últimos disfraces que el hombre impone a la mujer en esta mitología es el de la masculinidad. Si quiere intervenir en la sociedad y acceder al poder, la mujer ha de volverse masculina, es decir: adoptar el tipo de pensamiento masculino, las reglas de poder político masculino, entrar en una economía de estructuras masculinas, y aceptar las duras (incluso para los hombres) leyes del juego masculino: ambición, competencia, superación incesante, falta de compasión, time is gold, etcétera, etcétera. Ni que decir tiene que las mujeres aceptan este papel con entusiasmo, quizás porque les permite ponerse (ilusoriamente) a la altura del ídolo. Las más de las veces, porque la rigidez de estructuras del mundo genitalmente masculino les impide otro acceso mejor o se acepta las condiciones, o se pare y friega, parece decir la voz en off del hombre-dios, altavoz interior que las mujeres soportan, como una carga, fuera y dentro. Al final, el cebo atrapa ambas oportunidades: la mujer trabaja para el sistema del varón y además, pare y friega, que es lo que ha venido haciendo desde el Paleolítico. Solamente unas pocas salen de este marco: lesbianas, drogadictas, cantantes de rock, intelectuales, artistas, prostitutas, violadas y una lista de "excéntricas" colocadas en la marginalidad junto a negros, minusválidos, chicanos, indios, ancianos, disminuidos psíquicos y esquizofrénicos. Por otra parte, esta es otra de las trampas que el poder masculino tiende a la mujer, y en la que algunos grupos feministas caen, en mi parecer: relegarla al basurero de la marginalidad, donde todo lo no aceptado por el hombre blanco y macho, cae. En este basurero basado en la diferencia la mujer puede jugar los roles que quiera, siempre y cuando no atente contra los principios básicos del poder. Algo así como lo que dice el papá a la niña, el chulo a la querida: "Grita, patalea, pégame con tus puñitos en el pecho, clávame las uñas, gatita ¡qué juego tan excitante!" Cuando el peligro de derrocamiento sea excesivo, el poder sacará el tanque.
La mujer tiene un largo trabajo frente a sí: desvelar las mitologías que la conforman, quitarse las máscaras heredadas, romper papeles y esquemas asumidos, acceder a una libertad sexual, legal, moral y laboral que le corresponde por derecho igual que al hombre, encontrar un lugar propio, no masculinizado, no falsamente feminizado, en un mundo que también le pertenece, apropiarse de aquello que el varón ha usurpado como humano. Una tarea que la mujer está dispuesta a asumir. Pero no así el hombre. Ni el hombre está dispuesto a perder sus privilegios, ni se reconoce en el centro de una crisis de la que él es, por otra parte, el principal y tribal causante. Hasta que el hombre no ceda sus primitivos derechos genitales, acceda a flexibilizar las estructuras sociales y reconstruirlas con todos los grupos ya no de forma jerárquica, sino horizontal, se quite sus máscaras de padre, esposo, protector, centro superior-inteligente, conquistador, guerrero, super-macho y sacerdote repartidor de la ley y la moral, hasta que el hombre no descubra sus emociones, su miedo, su compasión y su fragilidad y acepte su propia feminidad, hasta que el hombre no transforme esa identidad de lo masculino como poder en una identidad de lo masculino como convivencia, comprensión y diálogo, el feminismo será (como lo fue la lucha de los esclavos en Roma, los campesinos en la Edad Media, la burguesía contra la aristocracia y la monarquía, los ilustrados contra el clero y el proletariado contra la burguesía) una lucha de clases.
Rosa Cobo Bedia
Este artículo quiere reflexionar sobre los límites de las actuales democracias occidentales en relación a los derechos de las mujeres ciudadanas. Como punto de partida, una evidencia: la exclusión de las mujeres en numerosos espacios sociales; casualmente, la mayoría de ellos, los de la toma de decisiones.
La realidad social muestra con contundencia que los espacios de exclusión están vinculados al poder, a la autoridad, a la influencia, al dinero, a los recursos y, en general, a la autonomía personal. Los poderes fácticos, el poder político y todos los poderes de decisión y, por ello, de definición, son casi impermeables a las mujeres. Hoy el poder político es masculino y patriarcal. Masculino, porque alrededor del 90% de los individuos que están al frente de todas las instituciones son varones. Y patriarcal, porque ese 90% de varones toma decisiones políticas e impone normas en el marco de un sistema de dominación patriarcal, que consagra su dominio y supremacía como colectivo sexual sobre las mujeres.
Por tanto la exclusión de las mujeres de las instituciones políticas es uno de los aspectos más sobresalientes del poder político en la mayoría de los países occidentales. Como desarrollaré a lo largo de este artículo, el género es un factor de carácter estructural que determina la ya de por sí compleja red de relaciones sociales, expulsando a las mujeres de todos aquellos espacios relacionados, de una u otra manera, con el poder.
Se trata de una doble tesis. Por una parte, la estructura patriarcal de la sociedad impide la plena ciudadanía de las mujeres y las convierte, a todos los efectos, en un grupo social marginado. Compensar esta insuficiencia requiere el reconocimiento de derechos políticos específicos para las mujeres. Y por otra parte, el reconocimiento específico de derechos para el colectivo femenino se presenta como una de las vías más eficaces para lograr la ampliación de la participación democrática.
Crisis del paradigma de ciudadanía
La primera vez que las mujeres se articularon políticamente como colectivo sexual para reclamar los derechos que ya poseían los varones fue durante la Revolución Francesa. En el siglo XVIII surge la idea de igualdad moral y política en el mismo contexto que surge la de contrato social o la de individuo. La igualdad es una de las ideas nucleares de la Modernidad. A esta idea se acogieron las mujeres para reclamar los derechos de ciudadanía y de voto que la Revolución Francesa había concedido a los varones. En este momento histórico surge la democracia como el sistema político encargado de ampliar la ciudadanía a todas las categorías del pueblo... con la exclusión de las mujeres.
Los dos últimos siglos han presenciado numerosas batallas políticas para conquistar la igualdad. Desde los primeros movimientos de mujeres en la Revolución Francesa hasta las más recientes luchas de los años setenta, pasando por el sufragismo, las mujeres han reclamado tenaz y persistentemente los mismos derechos que poseían los varones. La igualdad ha sido la aspiración política más constante de las mujeres desde el siglo XVIII y, pese a que no se haya resuelto satisfactoriamente para ellas, ha mostrado sus potentes virtualidades inclusivas [1].
Los límites e insuficiencias de la ciudadanía femenina están estrechamente vinculados a su propia génesis. El hecho de que el ciudadano, en la constitución de la democracia moderna, fuese un varón, ha marcado poderosamente la noción de ciudadanía. Numerosos límites, muchas veces invisibles, restringe ese derecho político para las mujeres. No sólo el género: también las clases sociales, la sexualidad, las etnias, las culturas o las naciones son factores que limitan la ciudadanía.
Estos límites ponen en entredicho la legitimidad de la democracia y convierten en papel mojado la igualdad de derechos. El universalismo que subyace a la ciudadanía tiene tantos límites como ámbitos de exclusión existen. Este universalismo está instalado en un proceso de crisis debido a sus múltiples incumplimientos. El concepto actual de ciudadano se apoya en una noción del yo autónomo, soberano, fraternal y masculino, que excluye a las mujeres de la vida pública [2]. A pesar de la debilidad de este concepto, puede resultar eficaz si se reconocen derechos específicos a las mujeres como colectivo sexual: esta es una de las vías hacia la democracia paritaria. El feminismo está embarcado así en la redefinición de un concepto de ciudadanía que no excluya a las mujeres de los derechos propios de ese concepto. Universalismo y ciudadanía deben ser sinónimos de inclusión, igualdad y justicia.
En todo caso, el problema de fondo no es la impugnación de los conceptos de ciudadanía universalidad, como elementos nucleares de las sociedades que aspiren ética y políticamente a la libertad y a la igualdad, sino el déficit de universalismo y ciudadanía para las mujeres. La constitución de un nuevo ciudadano no patriarcal requiere de la formación de genéricos emancipadores. Dicho de otra forma, la lucha por la plena ciudadanía para las mujeres requiere el fortalecimiento ideológico y organizativo del movimiento feminista. Celia Amorós explica este proceso así: "Una cosa es que aspiremos a vivir en una sociedad de individuos como ideal ético y otra muy distinta que nuestra sociedad se pueda definir así... Ser nominalista moderada o no radical significa hacerse cargo de este tipo peculiar de entidad que los genéricos connotan negándose al mismo tiempo a esenciarla, a hacer de ella una categoría ontológica en sentido fuerte" [3]. De estos genéricos hablaremos en el siguiente apartado.
Minorías políticas y genéricos emancipadores
La historia del pensamiento sociológico se ha esforzado desde sus inicios en identificar analíticamente la composición y estructura de la sociedad y, sobre todo, en averiguar el grado de influencia del individuo sobre la sociedad y de la sociedad sobre el individuo. Las sociedades modernas constituyen un entramado complejo de redes y grupos sociales donde están adscritos o se adscriben voluntariamente los individuos. Las mujeres están adscritas involuntariamente a su género, entendiendo el género como feminidad normativa.
Nacer mujer en una sociedad patriarcal implica carencias en los derechos y las oportunidades y excesos en las obligaciones; significa ser sujeto político a medias; supone quedarse aprisionada en una red de roles y estatus inferiores a los masculinos; obliga a cargar con la maternidad... En definitiva, las mujeres tenemos poco poder y apenas podemos intervenir en el diseño de nuestro destino intelectual y colectivo.
Por otra parte, las mujeres pueden adscribirse voluntariamente a su género politizándolo críticamente. Es decir, transformar el género como destino en genérico emancipador. La aparición del movimiento feminista, hace ya dos siglos, ha significado la impugnación de la identidad femenina como construcción social patriarcal y el comienzo de la formación de un concepto de identidad al servicio de la emancipación. Celia Amorós define este proceso como el tránsito del "nosotras-objeto" al "nosotras-sujeto", y señala que este paso requiere que el "nosotras-objeto" se constituya críticamente para definir a quienes han conceptualizado a las mujeres como lo femenino con sus discursos, sus prácticas y, sus definiciones.
Si todas las identidades y las diferencias sociales han sido históricamente construidas a partir de la existencia de unas relaciones sociales determinadas, la identidad de las mujeres ha estado determinada por las relaciones de dominación patriarcales. En efecto, el movimiento feminista lleva más de dos siglos organizándose para constituir a las mujeres en un colectivo emancipador. Los lobbyes, las redes y, en general, los pactos entre mujeres constituyen el núcleo más visible de la solidaridad femenina [4].
Ahora bien, ¿cuáles son las razones que han hecho de las mujeres un grupo social oprimido? El movimiento feminista ha aportado una variedad de respuestas que esquemáticamente pueden resumirse en dos posiciones. De un lado, las feministas de la igualdad afirman que las mujeres constituyen un colectivo con rasgos específicos debido a factores de orden socio-cultural que se han reproducido históricamente, al tiempo que analizan las diferencias de género como un instrumento de dominación masculina.
En opinión de las feministas de la igualdad, las injusticias fundamentales del patriarcado son la exclusión de las mujeres del espacio público, su confinación en el espacio privado y la mala distribución de los bienes sociales. La tarea principal de la igualdad entre los géneros es alcanzar una participación y redistribución igualitarias. Para ellas, el objetivo del feminismo es eliminar las diferencias e instituir la igualdad.
De otro lado, las feministas de la diferencia sostienen que las mujeres constituyen un grupo social no sólo debido a esos factores socio-culturales, que ningún feminismo niega, sino también debido a toda una serie de características que las diferencia profundamente de los varones. En esta línea, algunas feministas de la diferencia esencializan algunos de los rasgos —sociales— que nos diferencian de los varones y llegan a afirmar, por ejemplo, que las mujeres somos moralmente superiores a los varones por no mostrarnos tan competitivas y militaristas.
También en la misma perspectiva, otras feministas de la diferencia prefieren no hablar de superioridad e inferioridad y señalan la existencia de dos voces diferentes de idéntico valor. Unas y otras están de acuerdo en que la diferencia entre los géneros es real y profunda, la más importante de las diferencias humanas. Todas las mujeres comparten como mujeres la misma identidad de género. El modo de hacer justicia a las mujeres, a su juicio, es reconocer, no minimizar, las diferencias de género [5].
Estas posiciones teóricas y políticas —la diferencia y la igualdad— se traducen lógicamente en posiciones estratégicas diferentes. Todas las minorías, en este caso el colectivo femenino, pueden mirar hacia la integración o hacia la diferencia. Bajo nuestro punto de vista, la reclamación de la identidad tiene que mirar hacia la ampliación de la democracia.
En la actualidad, las teorías y prácticas feministas viven esa tensión. Apropiarse de espacios de igualdad o profundizar la diferencia —e incluso, como algunas proponen, reinventarla— ha sido el debate, y aún lo sigue siendo sobre todo en Europa, del movimiento feminista durante dos décadas. Sin embargo, ahondar o reinventar la diferencia entre los géneros es una postura política cuya consecuencia más peligrosa es que las mujeres sigamos siendo una minoría marginada. Cristine Delphy afirma que, si bien los géneros han surgido indisolublemente unidos a su jerarquización y división, todo el feminismo quiere eliminar la dominación y la jerarquización, pero una parte de éste —el de la diferencia— se niega a eliminar la división. La conclusión de esta socióloga es que sin jerarquización no puede haber división de géneros [6]. La identidad de género no debe ser planteada en términos ontológicos, sino en términos políticos y emancipadores. El objetivo político del feminismo debe ser la destrucción del sistema binario y la superación de las diferencias de género y las identidades de género que las acompañan [7].
El reconocimiento de derechos para las mujeres
Como señalábamos al principio, la gran cuestión a resolver es el cumplimiento efectivo de los derechos de ciudadanía para las mujeres hasta su materialización en una democracia igualitaria en clave de paridad. Una posible vía consiste en el reconocimiento político de derechos específicos para las mujeres como forma de desarrollar esa igualdad y de eliminar ámbitos de exclusión. Los derechos del colectivo femenino serían, así, la consecuencia del reconocimiento del derecho a la autonomía y libertad personales de los individuos que componen ese colectivo [8].
¿Es compatible la reivindicación de derechos de las mujeres con el mantenimiento del paradigma de la ciudadanía para todos los ciudadanos? La primera respuesta que debe darse es que la primacía deben tenerla los derechos de los individuos, independientemente de las minorías a las que pertenezcan. La legitimidad del reconocimiento de derechos políticos debe pender siempre de la aprobación de los individuos del genérico. Los individuos deben ser la fuente y el lugar de adopción de decisiones. Dicho de otra forma, de un lado los colectivos pueden ser titulares de derechos siempre que ello no suponga anular la autonomía individual y, de otro, como señala Javier de Lucas refiriéndose a las minorías "el límite en el reconocimiento de esos derechos colectivos es que no se obligue a nadie contra su voluntad a ser titular en cuanto miembro del grupo".
El reconocimiento político de derechos específicos debe tener lugar sólo en el caso de colectivos que padezcan situaciones sociales crónicas de exclusión social sin vías próximas de resolución. Ahora bien, ¿cómo pueden hacerse efectivos los derechos colectivos para las mujeres o para otra minoría? La condición sería reconocer la personalidad jurídica de las mujeres, es decir, su reconocimiento como sujeto de derecho. ¿Qué derechos deben reconocerse jurídicamente a las mujeres?
El primer paso es la equiparación, es decir, la no discriminación en los derechos. Esto supone concentrar la acción en la garantía de igualdad respecto a los derechos individuales (civiles, económicos, políticos, sociales y culturales). El reconocimiento de los derechos políticos de las minorías debe concentrarse en su participación como minorías en las decisiones del Estado a través de una gran variedad de mecanismos: desde la reserva de una cuota de representación en el Parlamento, gobierno nacional, gobiernos autonómicos y municipales, hasta el establecimiento de mecanismos preceptivos y vinculantes de consulta a los órganos de representación de la minoría en el caso de decisiones que le afecten específicamente. Esto requiere un sistema de control y garantía de los derechos que debería incluir una instancia jurisdiccional a la que pudieran llegar los recursos y que obligase al Estado.
El conjunto de instituciones del Estado debe tender hacia una composición paritaria en sus órganos de decisión. En este sentido, sería interesante la institucionalización de la figura del Ombuds de mujeres que atendiese a las reclamaciones de quienes se sienten discriminadas y que, también, controlase y asesorase a la Administración y a las instituciones de representación del Estado. También sería positiva la institucionalización de una figura consultiva que pudiese aconsejar sobre las políticas de igualdad o bloquear los mensajes sexistas que tan habitualmente aparecen en los medios de comunicación.
La política derivada del reconocimiento de derechos específicos para las mujeres no puede realizarse exclusivamente a través de la acción positiva y la discriminación positiva, aunque son instrumentos imprescindibles en esta tarea. El reconocimiento jurídico de las mujeres, como colectivo de género, con el consiguiente derecho a participar en los asuntos del Estado y en la toma de decisiones que afecten su vida, tiene como objeto último la igualdad y su horizonte futuro es la disolución como genérico. Como señala Nancy Frazer, la propuesta del reconocimiento de las minorías hay que entenderla como un modo de promover la puesta en práctica de ideales universales de racionalidad y justicia mediante la ampliación de la inclusión y la participación democrática.
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[1] C.
Amorós, "Igualdad e identidad", en Amelia Valcárcel
(Comp.), El concepto de igualdad, Madrid, Pablo Iglesias, 1995, p. 38.
[2] M.X. Agra, "Justicia y Género. Algunas cuestiones relevantes
en torno a la teoría de la justicia de J. Rawls", en AA.VV., Multiculturismo
y diferencia. Sujetos, nación, Género, Anales de la
Cátedra Francisco Suárez, nº 31, Granada, 1994, p.
145.
[3] C. Amorós, "Notas para una teoría nominalista del
patriarcado", en Asparkía. Investigació feminista,
nº 1, Castellón, 1992, p. 42.
[4] Los pactos entre mujeres han sido analizados por Celia
Amorós en varios escritos, entre ellos en "El nuevo aspecto de
la polis", en La Balsa de la Medusa, nº 10-20, Madrid,
1991. Asimismo Luisa Posada Kubissa ha estudiado este tema extensamente
en "Pactos entre mujeres", en C. Amorós (Dir.), 10 palabras
clave sobre mujer, Estella, Verbo Divino, 1995.
[5] N. Frazer, "Multiculturalidad y equidad entre los sexos", en Revista
de Occidente, nº 5, 173, Madrid, octubre de 1995, pp. 39-43.
[6] C. Delphy, "Penser le genre: quelques problémes'", en M.C.
Hurtig, M. Kail, H. Rouch (eds.), Sexe et genre. De la
hiérarchie entre les sexes, París, CNRS, 1991, pp.
92-93.
[7] N. Frazer, "Multiculturalidad y equidad entre los sexos", op. cit.,
p. 48.
[8] J. de Lucas, "Algunos problemas del estatuto jurídico de las
minorías. Especial atención a la situación de
Europa", op. cit., p. 115.
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El VI Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por unanimidad al artículo presentado por Anna Freixas Farré, Profesora Titular de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Córdoba, titulado La salud y la vida de las mujeres. Un tema que hay que tomar en serio, que había sido publicado en CRÍTICA. Cuaderno, en diciembre de 1996.
Fueron miembros del jurado:
Anna Freixas Farré
Hace apenas unas décadas las mujeres de tan sólo treinta y tantos años se consideraban personas ya mayores, con escasas perspectivas y, sobre todo, con una vida por delante que les deparaba pocas sorpresas. Sin embargo hoy, al filo del año 2000, las mujeres hemos conseguido que algunas cosas hayan cambiado significativamente para nosotras; eso sí, lo hemos conseguido afrontando tantos desafíos que frecuentemente necesitamos seguir hablándonos unas a otras para saber que el camino desconocido que hemos explorado juntas, aunque cada una por su lado, no es el camino que lleva a ninguna parte, sino el que nos conduce directamente al reino de la existencia personal y colectiva, en la que reconocemos nuestras vidas y también nuestros cuerpos.
Nuestros cuerpos
Hablemos de ellos, de nuestros cuerpos. A medida que nos vamos haciendo mayores diríase que las mujeres somos únicamente reproducción, sexo, maternidad. Todo lo que desde el ámbito de la salud se planifica y se lleva a cabo, todo lo que se discute y analiza en relación con la mediana edad, o la vejez de las mujeres, hace referencia exclusivamente al aparato reproductor y sus derivados: la osteoporosis, el cáncer de mama, la menopausia —madre de todas las batallas—, el corazón, la depresión, etc. nada oímos, absolutamente nada, acerca de todo lo demás que nos constituye: de la belleza de la edad, de la piel ya surcadita, de las canas interesantes, de los cuerpos maduros y cálidos; nada acerca de la salud psicológica: del vacío en la boca del estómago de quien se sabe no tomada en serio en lo físico, en lo psíquico, en lo económico, social y afectivo; de quien se sabe no escuchada, interpretada por adelantada, de forma estereotipada.
Raro es encontrar en la clase médica especialistas —hombres y también mujeres, por desgracia— que se tomen la molestia de explorar los males que sienten las mujeres cuando tienen poco más de cuarenta años: persona que lo haga sin un a priori “determinante que guíe su búsqueda. Con frecuencia, a partir de la mediana edad, las mujeres deben demostrar continuamente que no “están de los nervios” —agresión anímicamente demoledora—; deben probar que les duele algo real, no imaginario ni fruto de su mente, que se concreta en una rodilla, la espalda o el pie y que, por lo tanto, habrá que explorar cada dolencia a conciencia, a fin de diagnosticarla y tratarla correctamente. De tal manera que las mujeres “afortunadamente sin regla” no se las remita directamente a la ración de hormonas milagrosas que todo lo solucionan. En este caminar por el año 2000 habrá que buscar y exigir, en el terreno de la salud que se nos atienda con equidad y, sobre todo, con un interés claro por nuestro bienestar. Ciertamente, resulta fácil y tranquilizante disponer de una explicación que vale para todo y que “como una buena capa todo lo tapa” y hay que hacer un gran esfuerzo profesional para sustraerse a la tentación de usarla para dar explicación a cualquier dolencia y queja de las mujeres. Mucho más complicada resulta la búsqueda de un diagnóstico diferencial y la escucha atenta del relato que las mujeres hacen de sus males, a fin de dar una explicación y un tratamiento individualizado a cada mujer. Deberemos, pues, tomarnos nosotras en serio y, más de una vez, exigir una sanidad que nos diagnostique y trate con atención personalizada: ese es, sin duda, el único camino para nosotras y para las generaciones de mujeres que vienen detrás.
Es muy probable que una parte importante de la clase médica desconozca hasta qué punto su conducta está sesgada por el sexo, e incluso lo niegue rotundamente cuando se le pregunte por ello. Concedámosle el beneficio de la duda. Sin embargo, las mujeres sabemos de qué hablamos cuando a ello nos referimos, porque lo experimentamos en nuestros cuerpos y disponemos de la certeza de que sólo haciendo visible lo invisible, poniéndonos en el centro del mundo, hemos ido, a lo largo de los tiempos, dando pequeños toques a la vida y consiguiendo cambios sociales que han resultado decisivos para nuestro bienestar.
¿Barbies a los 60?, ¡No, gracias!
En el refranero popular encontramos un doble rasero que mide y determina el papel de la belleza, la búsqueda de un ideal imposible, va a desempeñar en la vida de las mujeres y de los hombres. A las mujeres, desde muy pequeñas, se nos advierte que “para presumir, hay que sufrir” lo cual se traduce en algunas enfermedades fatídicas que tempranamente destruyen los cuerpos de nuestras hijas, como la anorexia o la bulimia. Para las mujeres, a medida que nos hacemos mayores nuestros cuerpos van adquiriendo las formas propias de la madurez, nos queda la posibilidad de aplicarnos diferentes torturas a fin de conseguir que nuestros cuerpos se alejen lo menos posible del ideal de belleza escuálida e irreal que nos ofrecen los medios de comunicación y las tiendas de moda. Para ello podemos someternos a liftings, dietas, operaciones varias, gimnasias, etc. con tal de paliar los disgustos que nos da la báscula y la talla imposible en las tiendas de moda y el pavor al verano y la celulitis al aire libre, sin olvidar que siempre nos queda la alternativa de dejarnos el pellejo y el sueldo en cremas, productos de belleza, depilaciones, peluquerías, tintes, maquillajes, rayos varios, etc. En definitiva, hacer con nuestros cuerpos y nuestro dinero el caldo gordo a una industria cosmética y quirúrgica que engrosa su capital gracias a los complejos que se consigue desarrollar en las mujeres, al definir como feo o como enfermedad algo que es constitutivo de nuestros cuerpos sanos, convirtiéndolo en fuente de sufrimiento y tortura en objeto de consumo y lucha sin fin por parte de las mujeres. Sin embargo, el refranero aleja a los hombres de cualquier lucha por conseguir la belleza, puesto que la poseen esencialmente: “el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso”. La belleza no es en este caso, un imperativo categórico, una necesidad ineludible, sólo un capricho tolerable para quienes de ellos deciden aplicarse ungüentos y tintes, una coquetería perdonable.
Es difícil, con este panorama, aceptarse a una misma, amar su cuerpo, sentirse cómoda dentro de él, a medida que éste va adquiriendo los signos de una edad deseable y saludable: un cuerpo en el que la grasa se deposita naturalmente más en unas partes que en otras, en el que las arrugas son la huella de numerosas sonrisas compartidas, conversaciones mantenidas, reflexiones llevadas a cabo a lo largo de muchos años; signos, en fin, de la madurez que define al ser femenino. Es necesario que definamos nuevos conceptos de belleza que nos liberen de los tirones, del cabello calcinado, las ropas estrechas e incómodas. Vivir a gusto en nuestra piel y aceptar la evolución de nuestros cuerpos a lo largo de los años, cuidarnos para estar sanas y gustarnos mucho a nosotras. Romper el modelo enfermizo e irreal que nos hace desgraciadas, cuando deberíamos sentirnos bellas y sanas.
Nuestras vidas
En el proceso de hacernos mayores, sentir que dominamos nuestra propia vida es fundamental para tener un sentimiento básico de bienestar psicológico, puesto que esta satisfacción vital es la que hace posible una disminución de los niveles de depresión y ansiedad. ¿Pero cómo conseguir conjuntar en nuestras vidas los sentimientos de control y los de felicidad, entendida ésta como placer, optimismo, plenitud, en una cultura que nos ha alejado del dominio de nuestras propias vidas y ha hecho a las mujeres responsables nutrientes únicas del bienestar de quienes les rodean? Sin duda alguna, un elemento básico es la educación. Más años de educación producen en los seres humanos un sentimiento de eficacia y control y, para las mujeres, a lo largo de la vida, el acceso a una mayor educación se ha traducido en la posibilidad de utilizar estrategias y mecanismos de afrontamiento que permiten vivir una vida menos estresante y debilitadora y tienen importantes efectos positivos en la salud y el sentimiento de bienestar.
El hecho de que las mujeres se hayan vinculado históricamente más en relaciones interpersonales y afectivas que en relaciones de producción laboral ha hecho que no haya sido fácil para ellas articular un sentido de sí mismas. Este estado de indefensión emocional y relacional, al que hay que añadir su falta de autonomía económica, no les ha proporcionado un mínimo de sentimiento de seguridad y dominio frente al dolor, las pérdidas y los avatares de la vida. Sólo las mujeres que han ido poco a poco trazándose un nuevo marco para vivir, convirtiéndose en las protagonistas de su propia evolución y en el objeto principal de su cuidado, han podido situarse en el centro del mundo, buscando la medida en sí mismas y en otras mujeres, alejándose, cada vez más, de la medida que les impone una sociedad patriarcal que primero las pone a su servicio, alejándolas del dinero propio —“vivirás como una reina”—, y finalmente, las deja en la pobreza cuando son mayores y cualquier remedio parece inalcanzable.
Partir de nosotras, y al fin, tomarnos en serio
¿Cómo plantearnos el futuro, en una sociedad empeñada en situar a las mujeres, al hacerse mayores, en los márgenes? Cualquier modificación básica deberá partir de las propias mujeres, quienes a través de una manera diferente de entender las relaciones podemos plantearnos erradicar los profundos estereotipos que constriñen y limitan nuestras vidas e ir haciendo espacio para la existencia libre de las mujeres mayores. La sociedad sostienen muchas ideas que no nos representan. Seremos nosotras, cuando realmente consigamos no dar crédito a tales creencias, quienes diseñemos nuevos espacios para nosotras. Habrá que atreverse a decir “no, no es eso”, tantas veces como sea necesario que se nos tome en serio. Para ello, previamente, deberemos tomarnos nosotras en serio, mirándonos unas a otras como modelos de un estar libre en el mundo, dándonos la palabra, escuchándonos, otorgando el máximo valor y credibilidad a la palabra y la existencia de otras mujeres, buscando la medida en nosotras y haciendo espacio a nuestros deseos, siempre pospuestos.
Este es, sin duda, un camino incierto y algo nuevo; sin embargo no deberemos desistir en nuestro empeño por diseñar nuevos caminos para el transcurrir de nuestras vidas al hacernos mayores. Reconocer nuestros valores y saberes, buscar nuevas imágenes con las que definir la belleza a lo largo del tiempo, llevar a cabo nuestros deseos, pueden ser algunos de los componentes de una vida saludable y divertida que nos acompañe a las mujeres hermosamente maduras y ¡afortunadamente sin regla y sin reglas!
El VII Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por unanimidad al artículo presentado por Isabel Coello Cremades, Periodista, titulado Mutilación genital femenina. Marcadas por la tradición, que había sido publicado en la revista Meridiana.
Fueron miembros del jurado:
Isabel Coello Cremades
“La mutilación genital es un intento de conferir un rango inferior a las mujeres, al señalarlas con esta marca que las disminuye y les recuerda constantemente que sólo son mujeres, inferiores a los hombres, que ni siquiera tienen derecho sobre su propio cuerpo ni a realizarse física o espiritualmente... Así como podemos considerar la circuncisión masculina como una medida de higiene, sólo podemos concebir la excisión como una medida destinada a infundir a la mujer sentimientos de inferioridad”
No es el diagnóstico de un alto cargo de la ONU, de un dirigente occidental o de una mujer consagrada a la lucha por los derechos humanos. Son palabras de Thomas Sankara, ex presidente de Burkina Faso, uno de los pocos países africanos cuya legislación prohíbe la mutilación genital femenina, una práctica arraigada en otras 28 naciones del continente y algunas de Oriente Medio. Aunque la mayoría de los gobiernos africanos han ratificado la Convención sobre los Derechos del Niño, la Carta Africana sobre los Derechos y Bienestar del Niño y la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, por no hablar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pocos son los que contemplan en su legislación alguna medida específica sobre la ablación. Así, tolerada por los gobiernos y amparada en la tradición, la religión o la higiene, la mutilación genital se perpetúa. Cada año, dos millones de niñas corren el riesgo de sufrirla y son más de 135 millones de mujeres que la han padecido, según un informe publicado recientemente por Amnistía Internacional.
Un 15% de las mutilaciones llevadas a cabo en África son infibulaciones. Conocida como circuncisión faraónica, la infibulación incluye la extirpación del clítoris, de los labios menores y el cosido casi total de la vagina, que deja sólo una pequeña abertura para la orina y el flujo menstrual. El resto de operaciones realizadas son formas menos severas de mutilación en las que se corta únicamente el clítoris y los labios menores. Además de la justificación cultural, la mutilación se ha sustentado en multitud de creencias falsas, como que el contacto con el clítoris puede matar al hombre o al bebé, o que los genitales pueden crecer y resultar incómodos colgando. Como telón de fondo de las distintas explicaciones dada por cada país, subyace el control de la sexualidad y la función reproductiva de la mujer. La extirpación de sus genitales mitiga, si no elimina el deseo sexual, fomenta la castidad, al convertir el acto sexual en una dolorosa experiencia, y reduce las posibilidades de infidelidad. Los efectos de esta operación que suele realizarse sin anestesia y con cualquier objeto cortante, permanecen para toda la vida. La mujer mutilada puede sufrir hemorragias, quistes, infecciones del tracto urinario y genital, piedras en la vejiga e infertilidad. Durante la operación, la niña puede morir desangrada, y la utilización sucesiva del mismo material sin esterilizar aumenta las posibilidades de contagio del virus del sida.
Violencia invisible
Han sido necesarios muchos años para que la mutilación genital haya comenzado a ocupar un lugar en la agenda del movimiento internacional de derechos humanos y en la de la propia comunidad internacional. Mientras la prohibición de la tortura se consagró después de la Segunda Guerra Mundial, sólo recientemente ha comenzado a considerarse la ablación —que al igual que la tortura, inflinge fuertes dolores y sufrimientos— como una violación del derecho fundamental a la salud física y psíquica, a no ser sometido a tratos crueles, inhumanos o degradantes y a no ser discriminado por razón de sexo.
"La violencia contra las mujeres, en cualquiera de sus manifestaciones, desde la mutilación genital al maltrato doméstico, ha sido un fenómeno ocultado, tapado e invisibilizado para quitarle todo sentido político y social"
opina Rosario Carracedo, miembro de la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos. Para la coordinadora del equipo de mujeres de la Sección Española de Amnistía Internacional, Esther Pino, la escasa protección que las leyes han procurado a las mujeres contra la violencia tiene mucho que ver con el lugar subordinado que éstas han ocupado históricamente en la familia y en la sociedad.
"Los abusos contra las mujeres, que se producen mayoritariamente en la esfera privada, no han encontrado en las preocupaciones de la comunidad internacional, que se han ocupado fundamentalmente de perseguir violaciones cometidas por gobiernos y ejércitos en el ámbito de lo público, donde el protagonismo del hombre es mayor"
Posteriormente, la investigación sobre derechos humanos y la presión de las organizaciones de mujeres cuestionaron este planteamiento e hicieron ver que marginaba los derechos de la mitad de la población. Añadió Pino,
"El debate internacional dio paso a una nueva doctrina, según la cual los gobiernos no sólo son responsables cuando violan los derechos humanos, sino cuando no hacen todo lo que esté en su mano para proteger a las personas de abusos cometidos por terceros. Así es como la esfera privada, y con ella las cuestiones que afectan a las mujeres, han comenzado a incorporarse a las leyes y al trabajo de las organizaciones"
De ello dan cuenta, por ejemplo, dos tratados recientes. La Declaración y Programa de Acción de la Conferencia sobre Derechos Humanos, que tuvo lugar en Viena en 1993, subrayaba "la importancia de la labor destinada a eliminar la violencia contra la mujer en la vida pública y privada". La Plataforma de Acción de Pekín, resultante de la IV Conferencia Mundial de la ONU sobre la Mujer, en su apartado de derechos humanos, estableció como objetivo de todos los gobiernos
"prohibir la mutilación genital femenina donde quiera que ocurra y apoyar decididamente las actividades de las organizaciones encaminadas a eliminarlas"
Algunos gobiernos africanos han comenzado a dar los primeros pasos destinados a erradicar la ablación, bien prohibiendo la práctica —Burkina Faso, Ghana, Guinea, República Centroafricana y Sudán— o apoyando, en ocasiones sólo "moralmente", campañas desarrolladas por organizaciones no gubernamentales. Actualmente, en 22 países africanos existen delegaciones del Comité Interafricano sobre prácticas Tradicionales que Afectan a la Salud de las Mujeres y los Niños (IAC), que lleva a cabo programas de educación y formación dirigidos a los activistas locales.
Otros países han querido ver en la medicalización de la práctica, es decir, que ésta sea llevada a cabo en hospitales por profesionales sanitarios, una solución para evitar las numerosas complicaciones sanitarias que conlleva. En Egipto, este debate ha sido especialmente largo y virulento. En julio de 1996, el Ministro de Salud, Ismail Sallam, prohibió la mutilación genital, haciéndola punible con multa y encarcelamiento. Un año más tarde, un tribunal anulaba dicha prohibición. Finalmente, la Corte Suprema Administrativa de Egipto, cuya sentencia no se puede recurrir, avaló la ilegalidad de la práctica tanto en hospitales públicos como en privados, y decretó penas de hasta tres años para quienes violen la ley. Alejándose de los argumentos de los jeques islámicos, la corte estableció que la ablación no es una práctica islámica, ya que en el Corán "no existe ningún versículo sobre la necesidad de efectuarla". El Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) respalda la prohibición de la operación en servicios públicos de salud. En su informe Prácticas tradicionales perjudiciales para la salud de las mujeres —en el que además de la mutilación figuran el matrimonio precoz, la preferencia por los hijos varones y la dote—, el ACNUR señala que permitir que la operación se realice con condiciones más higiénicas "no se puede tolerar como un intento de que sea más segura. La medicalización legítima la práctica y no elimina el daño que provoca".
Casos en Baleares y Cataluña
Si el informe de Amnistía constata avances incipientes pero esperanzadores en África, el panorama puede ir a peor en los países occidentales, donde la práctica se está extendiendo en la medida en que estos acogen a comunidades de inmigrantes que la realizan. Se han dado casos en Australia, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Italia, Países Bajos, Reino Unido y Suecia.
España cuenta con un total de dieciséis mil inmigrantes legales procedentes de los países africanos y de Oriente Medio donde se practica la mutilación genital femenina, según datos de la Oficina de Migraciones. Este verano, el Grupo de Menores de la Policía de Palma de Mallorca investigó la posible excisión de una niña de tres años. Las diligencias abiertas a instancias de la Fiscalía, continúan en espera de un informe forense que determine la antigüedad de las lesiones para poder establecer si la operación se produjo en Palma, al contrario de lo sostenido por los padres de la pequeña, que aseguran que se realizó en su país de origen. Pendiente del devenir judicial del caso está el Lobby de mujeres mallorquín, que según la abogada y miembro María Durán tiene intención de personarse en la causa contra la persona que hubiese llevado a cabo la operación y contra los padres de la niña, como cooperadores necesarios. La mutilación genital constituye en España un delito de lesiones, castigado con penas de 6 a 12 años. El Código Penal rebaja la pena en uno o dos grados, “si ha mediado el consentimiento válida, libre, espontánea y expresamente emitido del ofendido”, pero precisa que no será válido el consentimiento otorgado por una menor de edad.
En 1993, juzgados de Gerona abrieron investigaciones en relación a la infabulación de varias niñas gambianas, de las que tuvieron conocimiento a través del personal médico del hospital Josep Trueta. La policía no pudo localizar a la mujer que había practicado la operación, que había regresado a Gambia, pero la titular del Juzgado número cuatro de Gerona obligó a los padres de una de las menores a volver a operarla para evitar complicaciones, ya que a la niña sólo le habían dejado un pequeño orificio para la orina. También en Mataró se conoció un caso, pero el juez no actuó contra los padre de la niña por considerar que era una costumbre ancestral y fue realizada debido a la ignorancia de que suponía un delito.
Con ocasión de estos casos, el parlamento catalán aprobó por unanimidad una proposición no de ley en contra de la mutilación genital que instaba a la Generalitat a proporcionar más información para evitar la proliferación de la práctica. Por su parte, el PSOE presentó en julio del año pasado en la Comisión Mixta Congreso-Senado de los derechos de la Mujer otra proposición no de ley relativa a la ablación, aunque fijaba sus objetivos fuera de España. La proposición, que aun no ha sido vista por la Comisión, insta al Gobierno “a promover políticas que contribuyan a la erradicación, a nivel internacional, de la mutilación genital femenina” y a desarrollar a través de los foros internacionales campañas de información en materia sanitaria y programas socioeconómicos que mejoren las condiciones de vida de las mujeres afectadas por esta tradición.
La situación es mucho peor en Francia. No hay estadísticas oficiales, pero la Comisión para la Abolición de las Mutilaciones Sexuales calcula que han debido de efectuarse varios miles de operaciones al año, teniendo en cuenta el número de inmigrantes que el país vecino ha recibido y los hijos e hijas que éstos han tenido. Hace unos años, en el departamento de Seine Saint Denis, donde se concentran 38 nacionalidades diferentes de inmigrantes, se estimaron en 500 el número de mutilaciones practicadas al año. Durante mucho tiempo estas operaciones fueron realizadas impunemente en territorio francés, pero en los últimos años el número de casos ha disminuido, debido al efecto disuasorio que han tenido varios procesos penales en los que han llegado a producirse encarcelamientos.
Dada su gran repercusión en los medios de comunicación, los procesos penales tuvieron otras consecuencias. Por un lado, la sociedad francesa se vio obligada a hacer frente a un tema hasta entonces tabú y que para muchos planteaba un dilema moral. “Muchas personas encontraban injusto condenar a padres que no habían hecho otra cosa que respetar su tradición por el bien de sus hijas”, recuerda la abogada francesa Linda Weil- Curiel, que ha llevado más de 20 casos a los tribunales y que es tajante a la hora de rebatir ese argumento:
"La ley se aplica a toda persona que se encuentre en el territorio nacional. Las costumbres extranjeras deben plegarse a la ley. Si no fuera así, estaríamos cometiendo una discriminación inaceptable basada en el origen de las niñas. Nos parecería escandaloso cortar el clítoris de una niña blanca y sin embargo aceptable hacérselo a una africana"
Por otro lado, a raíz de estos casos muchas jóvenes nacidas en Francia, hijas de inmigrantes africanos, comenzaron a interrogarse sobre su propia suerte y quisieron averiguar si ellas mismas habían sido mutiladas cuando eran bebés. “Para estas chicas, socializadas en la cultura y los valores franceses, descubrir que son diferentes de por vida y que nunca van a tener una sexualidad normal es una experiencia desoladora”, continúa la abogada. “A menudo se enteran cuando empiezan a tener relaciones con chicos y éstos les preguntan por qué no son como las demás, por qué no sienten nada”. La indignación contra sus progenitores invade a estas jóvenes, pero nunca había llegado tan lejos como para que se decidieran a poner su caso en conocimiento de la Justicia, ya que ello implicaba ver procesada a su familia. Las denuncias partían de médicos y asistentes sociales. En julio de 1993, con 18 años, diez después de haber sido mutilada en París junto a sus hermanas, Mariatou Keita rompió esa regla tácita y denunció los hechos. Se convirtió así en la primera chica que exigía reparación a la Justicia por el comportamiento de sus padres y del Estado, ninguno de los cuales le procuró protección en su momento. Su caso va a ser juzgado dentro de unos meses. En el banquillo, junto a la persona que le practicó la ablación, Mariatou verá sentarse a sus propios padres y a otra veintena de familias encausadas tras la investigación.
La huida como salida
Al margen de la persecución penal, la mutilación genital femenina ha implicado en los países desarrollados un replanteamiento de su política de asilo. La Convención de la ONU sobre Refugiados define al refugiado como la persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país”. De acuerdo con esta definición, las mujeres de un país o grupo étnico que corren peligro de sufrir la mutilación genital pueden ser consideradas como integrantes de un “determinado grupo social”. La postura del ACNUR, que como parte de su mandato ofrece su consejo a los gobiernos sobre la idoneidad de otorgar el asilo, es favorable a que una mujer “que huye de un trato inhumano por su rechazo a aceptar estrictos códigos sociales” tenga derecho a ser considerada para la condición de refugiada. En el mismo sentido se ha pronunciado el Parlamento Europeo, que en 1984 determinó que las mujeres que se enfrentan a un trato cruel porque aparentemente transgreden las normas sociales deberían ser tenidas en cuenta como un grupo especial a la hora de determinar el estatuto.
En España no se ha producido ninguna demanda por esta causa, según el ACNUR, pero sí en otros países como Francia, Canadá, Estados Unidos o Suecia. Las autoridades francesas fueron las primeras en reconocer la mutilación genital como causa para justificar la concesión del estatuto de refugiada. Lo hicieron en 1991 a raíz del caso de Aminata Diop, una joven que huyó de Mali para no someterse a una operación que, según cuenta, su etnia festeja por todo lo alto. “Se hace una ceremonia y una gran fiesta, que dura cuatro semanas. Algunas familias se preparan durante todo el año para el evento”. La expresión empleada allí para referirse a la mutilación es “lavarse las manos”, lo que hace que las niñas no sepan qué les espera. Cuando su hermana le explicó en qué consistía la operación, la niña decidió que no quería pasar por ella. Como era buena estudiante, su padre dejó que estudiara en la capital. Allí conoció al chico con el que había sido prometida e incluso mantuvieron relaciones sexuales. Pero como la dote estaba pagada, el padre de Aminata fue a buscarla para la próxima ceremonia de mutilación y se la llevó por la fuerza. Tanto para él como para su prometido, una mujer no mutilada es "impura" y la ceremonia es una prueba de valentía que debe ser soportada so pena de llevar la deshonra a la familia. Aminata huyó la víspera de la ceremonia. Encontró refugio en casa de una amiga y tras vender sus posesiones para conseguir un pasaporte y un billete de avión, llegó a París, donde unos conocidos le aconsejaron que solicitase el estatuto de refugiada. Así lo hizo, explicando que había huido de su país para escapar de la mutilación. Era la primera vez que este motivo era invocado ante la Oficina Francesa Para los Refugiados y Apátridas (OFPRA), encargada de tramitar las demandas. La Oficina rechazó concederle el estatuto de refugiada alegando que la mutilación, aunque condenable como práctica, no entraba dentro de los casos previstos por la Convención de Ginebra de 1951 sobre los Refugiados. Weil-Curiel, abogada de la joven, interpuso un recurso de gracia ante la OFPRA explicando que, como chica perteneciente a una etnia que practica la infibulación, Aminata pertenecía a un grupo —las mujeres— amenazado por la persecución y que no podía buscar seguridad en las autoridades de su país porque éstas toleran el rito. Al mismo tiempo apeló a la Comisión de Recursos de Refugiados. Pero la OFPRA mantuvo su posición diciendo que la historia de Diop no era creíble, aunque para Weil-Curiel, esta decisión respondía a motivos políticos: "En mi opinión se pretendía no fomentar la inmigración de más mujeres africanas con este pretexto". Finalmente, la Comisión de Recursos reconoció que la mutilación es asimilable a una persecución. Y aunque rechazó la demanda de la joven fundándose en las contradicciones del relato, las autoridades francesas le concedieron de inmediato un permiso de residencia.
La jurisprudencia francesa sirvió a las abogadas estadounidenses para pedir la concesión del asilo a Fauziga Kasinga, una joven de 19 años que huyó de su país, Togo, cuando supo que iba a ser obligada a casarse con un hombre mucho mayor que había exigido que fuese sometida a la excisión. Entró en Estados Unidos con un pasaporte británico falso e inmediatamente fue encarcelada. El juez de inmigración rechazó su solicitud de asilo, de nuevo con el argumento de que la inmigrante "no merecía crédito", pero finalmente esta decisión fue revocada y en 1996, después de permanecer en prisión durante más de un año, Kasinga recibió el estatuto de refugiada.
Otros casos se han producido en Canadá, que concedió el estatuto a una mujer somalí que había huido con su hija de 10 años, o en Suecia, donde dos familias obtuvieron el permiso de residencia —aunque no la condición de refugiadas— por motivos humanitarios.
Sin embargo, el coste personal de quien huye de su país es siempre muy alto. "Yo lo perdí todo. Hice una elección, pero perdí a mi familia por ello y la familia es lo más importante para los africanos", reconoce Aminata Diop, que ocho años después de su llegada a París ha vuelto a Mali a pasar un mes e intentar la reconciliación con sus padres.
"Además en Francia, la propia comunidad inmigrante africana me rechazó", añade, "me decían que no era modélica, que era sucia porque había rechazado la excisión, me reprochaban que saliese en televisión contando mi caso"
El asilo puede ayudar, pero no es la solución. Lo deseable es que cualquier mujer pueda vivir en su país sin ser condenada a sufrir toda su vida dolores y enfermedades, que nadie le prive de su libertad para desarrollar una sexualidad sana, que no tenga que huir por oponerse a un rito que atenta contra muchos de sus derechos fundamentales, empezando por uno: el derecho a tener un cuerpo completo.
A la convocatoria del VIII Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se presentaron un total de veintinueve artículos, otorgándose por unanimidad el Premio al artículo presentado por Flora de Pablo, Investigadora del CSIC, titulado Mujer y Ciencia desde la Europa del Sur, que había sido publicado en el diario "El País", el 5 de enero de 2000.
Fueron miembros del jurado:
Flora de Pablo
Este país nuestro perdió la palabra “ciencia” del nombre de un ministerio hace tres años. En este tiempo, sin embargo, algunos blindajes de contratos de futbolistas han logrado superar el presupuesto anual de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Definitivamente, atravesamos una época difícil para la investigación científica. Sobrevivir en este campo supone un desafío adicional para las mujeres. La sociedad científica, como la global, no es compartida en todos los aspectos por las mujeres y hombres. Se comparte el trabajo (más en aquellos nichos abandonados por el hombre por su baja rentabilidad), pero no se comparten las responsabilidades ni el poder.
¿Se ha avanzado en reconocer adecuadamente el papel de la mujer en la ciencia en este consumido siglo? Desde luego no lo justo. Rita Levi-Montalcini fue galardonada con el Nobel en 1986 (entre las sólo 10 mujeres que lo han obtenido en áreas de ciencias desde que se estableció al comienzo del siglo). Siendo judía y librepensadora, sufrió la persecución de Mussolini y optó por desarrollar gran parte de su labor científica en Estados Unidos. Ahora, a sus vitales 90 años, prepara un libro que aborda un nuevo sistema educativo que dé a las mujeres y a los jóvenes las posibilidades que se merecen, “porque el mundo lo dirige una geriatría masculina” (sic). Que en España no se estén incorporando más mujeres a las áreas de decisión en ciencia es una faceta más de la pobrísima política científica que sufrimos. ¿A quién sino a un grupo de varones ultraconservadores se le puede ocurrir disfrazar el gasto militar como inversión estatal en investigación y desarrollo? Al aprobar las pasadas semanas el plan nacional para los años 2000-2003 (que ahora, además de I+D, incluye la ambigua palabra innovación), la presidencia del Gobierno ha hecho públicas las cifras invertidas en el último bienio: sólo mirándolas desglosadas se revela que, mientras que los gastos en material militar han subido aproximadamente un 40% anual, los gastos de investigación y desarrollo tecnológico genuinos han subido un ramplón 7%, en pesetas absolutas.
El estudio Mujeres en minoría, una investigación sociológica sobre las catedráticas de Universidad en España (Marisa García de Cortázar y María Antonia García de León, CIS, 1997) confirmó que el número de catedráticas sigue por debajo del 10% del total, y entre 59 rectores de Universidad sólo hay una mujer. En el Consejo Superior de Investigaciones Científicas la situación es igualmente preocupante. Mientras que en los laboratorios el número de becarias supera ampliamente al de becarios, el número de mujeres de rango superior en el escalafón —profesor (a) de investigación— ronda el 8%. En la Academia de Ciencias, sólo un asiento es ocupado por una científica. Esto no es el resultado de grandes discriminaciones que imputar al universo masculino. Es el resultado de la acumulación de pequeños sesgos basados en esquemas de género. Pero las pequeñas desventajas a cada paso se convierten a lo largo de una carrera en notables desigualdades.
¿Consuela algo comprobar que la situación no es mucho mejor en algunos países del norte? Un famoso estudio del Swedish Medical Research Council mostró en 1997, para sorpresa de las más optimistas, que las mujeres tenían que ser 2,2 veces más productivas que los hombres para obtener el mismo grado de recursos económicos con que desarrollar su carrera científica. El sesgo de género fue confirmado en el estudio recientemente concluido por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE.UU), donde las 15 profesoras con puesto permanente (8% del total) decidieron recoger durante dos años datos exhaustivos para ver si había desigualdad en el trato institucional recibido. La conclusión ha sido que sí había sutiles diferencias de salarios, espacio y recursos puestos a su disposición y una progresiva marginación que las excluía de los puestos de poder. La profesora Hopkins recalca que el mayor obstáculo en la discriminación de las mujeres en el entorno científico es simplemente que tanto hombres como mujeres tienden a infravalorar a las mujeres. La revista Nature ha recogido ampliamente este debate (http://helix.nature.com/debates/women/women-frameset.html). Ciertamente no consuela lo generalizado del problema, aunque facilita la sensibilización de los(as) rezagados(as) y quizá permita adoptar soluciones estudiadas por otros.
En épocas de retroceso, las mujeres son más vulnerables. Y, en parte, esto ocurre porque los clanes masculinos cierran filas para apoyarse, si pueden, de manera subterránea, y si no, obvia. Cierto; entre las mujeres científicas, como entre los hombres, las hay buenas y las hay malas o mediocres. Sobrevivir para los mejores depende del desarrollo de actitudes y estrategias que incluyen la excelencia en la formación, la confianza en sí mismas, la perseverancia y, desde luego, aceptar que el sistema es competitivo. Un hecho diferencial respecto a la actitud masculina del pasado inmediato de poner los objetivos profesionales, en muchos casos, por encima de la familia es que las mujeres pretendemos un balance más equilibrado entre carrera y familia. La tentación del pesimismo aquí y ahora es muy fuerte, pero tenemos la obligación de no condicionar con él a las nuevas generaciones de científicas enciernes. En el umbral del siglo XXI, las jóvenes españolas obtienen mejores calificaciones que los varones en prácticamente todos los niveles educativos. El reto para ellas es aspirar y lograr metas profesionales más altas. ¿Y cuál es el reto para los varones-barones?
El IX Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por unanimidad al artículo presentado por Eulalia Pérez Sedeño, Catedrática de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad del País Vasco y Presidenta de la Sociedad de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia en España, titulado La invisibilidad y el techo de cristal, que había sido publicado en la revista Meridiam.
Fueron miembros del jurado:
Eulalia Pérez Sedeño
Cuando a raíz del Seminario organizado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Sevilla, denominado "Conocimiento, mujer y poder" y dirigido por Amelia Valcárcel, se me pidió que hiciera algunas reflexiones desde la perspectiva de "quién ha llegado", me quedé atónita. La pregunta que inmediatamente me hice a mí misma fue: ¿por qué yo? ¿es que he llegado?
Haciendo un ejercicio habitual entre quienes nos dedicamos a estas cosas de la Filosofía, comencé a examinar la cuestión. En efecto, al parecer he llegado (a dónde luego veremos). En primer lugar, pertenezco a ese escasísimo 10-12% de mujeres que ocupan cátedras en las universidades españolas. En segundo lugar, obtuve la cátedra a una edad ocho o diez años más joven que mis colegas que han conseguido la cátedra en los últimos 10 años, es decir, con el nuevo sistema establecido en la Ley de Reforma Universitaria. En tercer lugar, pertenezco a ese 5% de personas que obtiene plaza permanente en una universidad diferente a aquella de la que proceden.
La Filosofía ha sido en España de tradición muy sexista, como puede verse en las cifras. En el área de filosofía sólo hay cuatro catedráticas y en la de filosofía moral y política, a la que siempre se acude como ejemplo de área no sexista en este sentido, creo que son tan sólo cuatro también. Por lo que se refiere al área de conocimiento a la que pertenezco, lo que sucede quizá sea aún más escandaloso, pues no sólo soy la primera y única catedrática, sino que también el porcentaje de titulares es bajísimo, un 12% aproximadamente, muy inferior a la media nacional, que asciende al 38%. Pero la discriminación no es sólo jerárquica o vertical, sino también territorial u horizontal. Es decir, no sólo las mujeres no llegan a los escalones más altos en la jerarquía, sino que los temas o disciplinas siguen estando marcados por el sexo. Aún cuando hoy en día nadie se atreva a decir explícitamente que las mujeres no están capacitadas para determinadas tareas o parcelas intelectuales, lo cierto es que socialmente sigue habiendo algunas tópicamente femeninas y otras típicamente masculinas. Y la Filosofía es una de éstas últimas, si no, basta mirar las proporciones del profesorado de filosofía y el alumnado de las facultades de Filosofía, algo inusual en las denominadas carreras "de letras", y cómo se excluyen por "insignificantes", "carentes de importancia" o "absurdas" cuestiones filosóficas que nos preocupan. Y, por último, soy la única catedrática de mi área de conocimiento.
El hecho de conseguir ser catedrática fue un gran reto. No sólo por mí, sino por el resto de mis compañeras de universidad, que en todo momento me animaron. Si una accedía, posibilitaría el acceso de otras, aunque no sé si eso se cumplirá. A partir de ahí, y al contrario de lo que les sucede a otros colegas varones, no he encontrado facilidades, sino sutiles dificultades. En primer lugar, desde un pequeño sector se inició una campaña de desprestigio, aunque afortunadamente era un grupo minoritario y sin prestigio académico alguno, por lo que careció de importancia. Pero me pregunto si el hecho de ser mujer no tuvo que ver con ese intento, qué habría sucedido si yo hubiera sido varón, pues me viene a la cabeza algún que otro catedrático que obtuvo la carrera con un currículo mucho menos que regular (lo cual no es mi caso) y nadie dijo nada.
Pero, sobre todo, está la invisibilidad. Colegas que, me consta, me aprecian personalmente y con los que tengo cierto grado de amistad, profesionalmente me ignoran. Ante ellos, en situaciones profesionales, soy invisible. La capacidad de invisibilizar a las mujeres que tienen los hombres y que se extiende al campo profesional e intelectual (aunque en la mayoría de las ocasiones sea una actitud inconsciente) sólo es comparable a la que muchos tienen para subestimarnos. Esa invisibilidad se expresa en el padecimento de discriminaciones ocultas o microdesigualdades que se manifiestan en comportamientos que nos singularizan, apartan, ignoran o descalifican de cualquier modo por el mero hecho de ser mujeres y no depende de nuestra voluntad, mérito o esfuerzo, del mismo modo que sucede con otras personas en función de su raza o edad. Las microdesigualdades crean un entorno laboral y educacional que menoscaba nuestro rendimiento, porque hace falta tiempo y energía para ignorar o contrarrestar este tipo de comportamientos y hacerles frente.
Entiendo que muchas mujeres que no se dan cuenta de que eso es así y que no depende de ellas, que nada tiene que ver con sus méritos o capacidades, se desanimen. A veces, yo misma estoy a punto de desfallecer y tirar la toalla, porque el techo de cristal está muy cerca y pesa mucho. Pero, como la historia muestra que con el esfuerzo de todas se ha ido desplazando hacia arriba a lo largo de los años, a pesar de todo quiero ser optimista: porque el cristal, al fin y al cabo, por muy grueso que sea, se puede romper.
El X Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por unanimidad al artículo presentado por Paloma Alcalá Cortijo, profesora de Física y Química de Enseñanza Secundaria, titulado ¿Enseñando a Perder?, que había sido publicado en la revista Emakunde.
Fueron miembros del jurado:
Paloma Alcalá Cortijo
“No podía haber mecanismo más útil que el que convence a los designados como inferiores de que deberían dejar de participar. Es mucho más civilizado’ que las mujeres se retiren libremente. Seducidas ante la perspectiva de otras recompensas diferentes, demasiadas de nosotras nos convertimos en triunfantes perdedoras de la escuela”
Aquellos días de escuela, de Pippa-Brewster
Para poder valorar el papel de la educación en la presencia y estatus de las mujeres dentro del sistema de la ciencia y de la tecnología quizá conviene hacerse antes algunas preguntas.
¿Adquieren las mujeres formación en estas disciplinas?. ¿Obtienen títulos? ¿Consiguen empleos y logran ascensos en una proporción equivalente a sus colegas varones? ¿El lugar que ocupan las mujeres en la ciencia en el siglo XXI es el que les corresponde por méritos?
Las últimas estadísticas publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) referentes a la enseñanza media y superior en España (curso 99-2000) arrojan algunos datos de interés.
Cuando al término de la enseñanza media el alumnado hace opciones, éstas son profundamente estereotipadas y así se manifiesta en los ciclos de grado medio y superior. Más del 70% de la matrícula de Textil, Imagen personal, Sanidad, Servicios Socioculturales y Vidrio y Cerámica son mujeres y más del 90% del alumnado de Mantenimiento de vehículos son varones, existiendo sólo una pequeña franja igualitaria.
Ya en los años 80 del siglo XX diferentes estudios, tanto anglosajones como de nuestro entorno, ponían de manifiesto algunos factores que hacen que las chicas prefieran opciones de acuerdo con su estereotipo, aunque dichas salidas no sean las que tienen mejores perspectivas laborales: ausencia de modelos femeninos en la producción científico-técnica; la inseguridad que puede suponer tener que renunciar al papel y valores asignados al género femenino ante una opción no tradicional; un nivel más bajo de autoestima y confianza en sus posibilidades y, por último, las dificultades que presentan las empresas a la hora de contratar mujeres para puestos de tareas técnicas y de responsabilidad.
En estos casi 10 años en los que la tecnología ha pasado a formar parte del currículum obligatorio y post-obligatorio de la enseñanza media, no parece que ese hecho haya sido suficiente para contrarrestar estos factores, pues sigue siendo la asignatura pendiente del sexo femenino. Se les resiste no tanto porque fracasen académicamente sino porque las expectativas y el comportamiento de los/las docentes puede incidir de forma negativa en la confianza que las chicas tienen acerca de sí mismas en esta área, que las lleva a no plantearse su posterior desempeño profesional. Es lo que algunos autores (Licht y Dweck, 1983), denominan “incapacidad adquirida”; es decir, la discriminación sexista no tiene como consecuencia un menor éxito escolar sino una devaluación de las posibilidades profesionales del génro femenino (Subirats y Brullet).
En los estudios universitarios, aunque sólo un 30% de las mujeres elige opciones relacionadas con la ciencia y la técnica, la perspectiva es optimista. Poco a poco vamos saldando nuestra cuenta pendiente con la tecnología; hay una tendencia al aumento de la presencia de mujeres en las ingenierías y no sólo eso, como abandonan menos los estudios, además de sacar mejores notas, en el año 2000 el 27% de alumnado que acababa carreras técnicas y el 57% que lo hacía en carreras científicas era de sexo femenino. Cuanto más tiempo permanecen las chicas en el sistema educativo más cómodas se sienten dentro del conocimiento científico y más confianza tienen en sus posibilidades.
Mero espejismo: una vez obtenido el título, las mujeres se van a encontrar con el núcleo duro del sexismo, el ejercicio de la profesión.
En 1996, un informe de la UNESCO mostró que no basta con que aumente el número de mujeres con titulaciones para que se produzca el efecto natural de su dispersión homogénea. Dicho comportamiento está plagado de comportamientos de exclusión generalmente tan insignificantes que pasan desapercibidos (microdesigualdades) pero que al acumularse crean un clima hostil que disuade al sexo femenino de ingresar, permanecer o promocionar en las ciencias. Dichas prácticas informales consiguen resultados demoledores: las mujeres disponen de menos recursos presupuestarios, les es más difícil obtener los servicios del personal de apoyo, se ubican en los despachos que están más lejos, carcen de acceso a las redes de “iniciados” para obtener información y no disponen de un grupo de mentores equivalente al de sus colegas varones a quienes pedir asesoramiento y apoyo. A mayor abundamiento, la presión de de los pares varones a favor del conformismo sobre las que llegan al final del vía crucis (el porcentaje tope es el 15%) es de tal magnitud que la mayoría de esa exigua minoría niega la existencia de barreras discriminatorias.
La cuestión de la infrarrepresentación femenina ha sido también tratada en el informe ETAN (European Technology Assessment Network) de la Comisión Europea publicado en 2000, en el que se confirma más de lo mismo: que las mujeres que entran en la carrera científica sufren un trato discriminatorio con respecto a sus colegas masculinos: contratos precarios, becas de menor cuantía, falta de promoción y pocas posibilidades de ser nombradas para funciones de responsabilidad y poder.
Contestando a las preguntas del principio, podemos afirmar que las mujeres obtienen títulos, están sobradamente preparadas, pero no consiguen empleos ni ascensos equivalentes a sus compañeros. El lugar que ocupan en la ciencia no se corresponde con sus méritos sino con su sexo.
Ante esta situación ¿cómo reaccionan aquéllas que parecían inasequibles al desaliento? Con resignación, las que permanecen y no abandonan tienden a dedicarse a la enseñanza o a actividades que no entran dentro de ámbito de la investigación. Lo terrible es que una injusticia social lo asimilan como un condicionamiento natural.
Cuando juzgamos las decisiones que las chicas toman con respecto a su futuro profesional, no tenemos en cuenta que “hacen lo mejor que pueden en su particular situación o incluso eligen un futuro que a pesar de la devaluación que de ellas hace la sociedad les permite alcanzar valores importantes” como advertía Eva Figes en Actitudes patriarcales. Las mujeres en la sociedad (1970).
Pero más grave aún es obviar la responsabilidad que tienen las instituciones educativas en la doma de las aspiraciones femeninas: les han dado conocimiento a cambio de sumisión. Parafraseando el título del magnífico libro de D. Spencer y E. Sarah, Aprender a perder (Sexismo y educación), podemos preguntarnos ¿qué papel ha jugado la educación en la situación de las mujeres dentro del sistema científico? Y la respuesta podría ser: Enseñarle a perder.
El XI Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por mayoría al artículo presentado por Ana Alonso del Pozo, Coordinadora del Grupo “De la escuela mixta a la coeducación”, titulado No limites su futuro. Es una mujer del siglo XXI, que había sido publicado en la revista Andalucía Educativa.
Fueron miembros del jurado:
Ana Alonso del Pozo
Hubo un póster, allá por la década de los 80, que posiblemente muchas mantenemos, como una imagen entrañable y fresca, en nuestra retina. En él había una chiquilla mirándonos, con una batuta, y se disponía a dirigir una orquesta. Sus bracillos levantados, subida sobre un pequeño taburete, parecían dispuestos a iniciar una gran pieza musical. Mientras veíamos su cara, leíamos más bajos “No limites su futuro. Es una mujer del siglo XXI”. Aquella frase y la determinación de la pequeña directora de orquesta, nos aproximaban a creer que, para el siglo ése, tan esperado, la realidad de lo que ocurría en los ochenta, con las expectativas hacia las niñas, ya habría cambiado y nos abría la esperanza de que en el XXI, las mujeres alcanzarían a dirigir cualquier orquesta a su disposición. Seguramente, esa imagen y aquella frase nos hicieron, a más de una, caer en la cuenta de que existían terrenos vedados en los que la entrada era estrecha para nosotras, si no imposible. Y hoy, que estamos “en el siglo que viene”, nos hemos percatado de que, por sólo su llegada, no se han llenado las salas de concierto del poder, de directoras. Que hay que seguir abriendo puertas y hay que continuar subiendo a las niñas a los taburetes y ofrecerles una batuta, por si quieren usarla.
El camino hacia una igualdad real entre hombres y mujeres es largo y se empezó hace mucho. Desde aquellas Antígona y Lisístrata que se rebelaban ante el inevitable patriarcado, la historia nos desgrana una ristra de logros, de derechos que se han ido arrancando a un sistema en el que los valores y cualidades asignados a lo masculino eran el referente y a ellos se oponían y subordinaban aquellos estipulados como femeninos.
La absorción, por parte de niñas y niños de este sistema dual y jerárquico, se realiza muy pronto, desde los primeros estadios de su socialización, y enseguida podemos observar cómo asumen, ellas y ellos, los roles que desde fuera se espera que cumplan. Aprenden muy pronto cuándo su entorno rechaza o acepta lo que hacen, cuándo están respondiendo a lo que debe ser una niña, a lo que debe ser un niño. Sólo tenemos que recordar cómo se nos remontan a las primeras imágenes de nuestra infancia esos niños fuertes, valientes, atrevidos... y esas niñas temerosas, débiles, sumisas... Esas representaciones son las que interiorizamos, entre cuentos, ejemplos y lecciones. Así crecimos, y así, aún, crecen nuestras niñas y niños. Porque aunque haya usado un pasado como forma verbal, hoy día, sólo tenemos que hacer determinadas observaciones en nuestro entorno para comprobar que, efectivamente, la conformación del género permanece inalterable en muchos aspectos y que la igualdad real de oportunidades entre hombres y mujeres está por alcanzar.
Sin embargo, es difícil hacer ver esto a quienes, además de instruir, tenemos la misión de educar, porque existe la sensación de que no hay tal problema. Entre gran parte del profesorado se piensa que la escuela esta exenta de las desigualdades que se producen “fuera”. Pero esta máxima, además de falsa es imposible porque la escuela no es una burbuja. En el medio escolar se reproducen los mismos esquemas que existen en la sociedad de la que forma parte, en la que está inmersa, y allí, precisamente en la escuela, es donde se refuerzan los estereotipos que la sociedad mantiene para hombres y mujeres. Allí, precisamente en la escuela, es donde se representan los papeles que se suponen debemos cumplir cada cuál. Allí, precisamente en la escuela, es donde se imitan determinadas formas de comportamiento. Por eso es en la escuela, allí precisamente, donde se puede y se debe proseguir ese largo camino hacia la igualdad real entre hombres y mujeres, en definitiva el largo camino hacia una sociedad más justa.
A esto se le ha llamado, le llamamos, coeducar. Es decir, educar evitando desigualdades por razones de género y expectativas diferentes para cada sexo: una necesidad que toda sociedad democrática necesita para avanzar en la igualdad de oportunidades de quienes la componen.
Pero no es fácil. ¿Cómo se hace si también nos educaron con coordenadas sexistas?
Hay que detectar primero dónde y cómo se está generando la desigualdad en el centro escolar. Analizar los materiales didácticos, la ocupación de los espacios, la atención que dedicamos a unas y otros; observar indicadores de paridad en ciencias-letras, en representantes de grupo; y sobre todo, un tema que lastima tanto; la violencia. Esa violencia que se produce entre iguales, resolviendo los conflictos en base a quién es más fuerte o bravucón; una forma de resolución de los conflictos que emana de una sociedad patriarcal en la que se ha asimilado la fuerza a la razón, y el poder a la fuerza, cuando debiera ser el poder de la razón lo que prevaleciera.
Cuando tenemos en nuestras manos la evidencia de los datos observados, no cabe otra, sino se quiere eludir la parte de responsabilidad que nos toca, que ejercer una serie de intervenciones intencionadas, correctoras de estas situaciones, y así educar —coeducar— de manera que no se valoren y potencien determinadas capacidades y actitudes de un modelo masculino, en detrimento de otras consideradas tradicionalmente femeninas. Aportar referentes y modelos a ellos y ellas, que ofrezcan un espectro amplio, sin restricciones sesgadas. Dedicar atención y espacio a la educación afectivo-sexual que abra la vía a la tolerancia y a la educación sentimental. Incluir en los contenidos las aportaciones de hombres y mujeres en el desarrollo de la humanidad, y especialmente, lo que nunca se nos dijo de ellas. Introducir un lenguaje no sexista, que no excluya a la mitad de la humanidad, que ayude al cambio en la conformación del pensamiento. Proponer la alternativa del diálogo para la resolución de los conflictos. Provocar la reflexión sobre las condiciones de maltrato que sufren las mujeres. En fin, educar —coeducar— admitiendo, entre chicos y chicas, similitudes y diferencias en tanto que seres humanos y así desarrollar valores y actitudes, al margen de los estereotipos de género.
Cada primero de año, me levanto a tiempo, aún con el sueño de la vieja noche de las uvas, y me siento ante la televisión a disfrutar de ese concierto que nos preparan con flores, danza y paisajes de Viena. Cada primero de año, disfruto de esa orquesta que nos enlaza valses con polkas y marchas y compruebo que en el cuerpo de la filarmónica no hay ninguna mujer...
(Ya sé que no las dejan entrar aunque posean un virtuosismo interpretativo demostrado).
También, cada primero de año, disfruto de la dirección de turno, escogida, de esa magnífica filarmónica... y nunca es una mujer.
(Ya sé que no las dejan dirigir allí)...
Creámos, como en el póster de los 80, que “en el siglo XXI” no se limitaría el presente de esas chiquillas del siglo pasado.
A las de este
siglo, hay que prepararles un futuro de orquesta y batuta, y un
presente y un futuro sin sus muertes. Porque queremos una sociedad
mejor, más justa. Con y para ellos y ellas. En eso estamos.
El XII Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por mayoría al artículo presentado por Aurora Genovés, abogada que ejerce en Córdoba, ciudad en la que colabora estrechamente desde 1989 con los Servicios Sociales del Ayuntamiento en temas de malos tratos, separaciones y menores. El artículo premiado se titula Las Justicias: femenino plural y fue publicado en el Diario Córdoba el 28 de febrero de 2004.
Fueron miembros del jurado:Aurora Genovés
Cuando se nombra la Justicia, parece que se invocaran las puertas de lo más sagrado, de las palabras únicas y solemnes, como la vida o la madre, que sólo hay una. Se diría que se nombra lo eterno, lo inmutable. Palabras con tanta fuerza como ésta, a veces, causan temor, no en vano la fuente oficial de nuestra lengua, el diccionario de la Real Academia, la define como "una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece" o "conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene". Sobrecogedor.
Sin embargo, la justicia se hace más humana cuando el derecho la traduce y demuestra que no es única ni inmutable. Para muestra, la cantidad de reformas legislativas importantes en este campo que se han sucedido en tan sólo algunos meses.
La concepción más moderna y democrática la califica como un servicio público, que pretende su acercamiento a todos los ciudadanos por igual, aunque la realidad aún pone de relieve que esta igualdad es más formal que real y así comprobamos, en lo que a la mujer respecta, que siguen existiendo resoluciones judiciales con tintes discriminatorios, cuando no abiertamente misóginos, reflejo, sin duda, de una visión androcéntrica del mundo, aún vigente en nuestra cultura.
Las mujeres, hasta hace pocas décadas y de forma mayoritaria, sólo tenían una relación con la justicia como víctimas de los delitos, principalmente de lo delitos contra la propiedad y, de forma específica, de los llamados delitos de género violencia doméstica y agresiones sexuales , de los que aún queda mucho por estudiar para su mejor conocimiento y enjuiciamiento y, sobre todo, para su prevención. Pero, con el tiempo y como no podía ser de otra manera, las mujeres también han ido entrando, tímidamente, pero con fuerza, en el mundo de la Justicia como administradoras y legisladoras.
Mujer y víctima
En los últimos años, los delitos que han producido una mayor alarma social han sido los que tienen como víctimas fundamentalmente a las mujeres, lo que ha propiciado estudios y reflexiones sobre el papel de las víctimas, y sobre el papel de la mujer en la sociedad. Los crímenes más sórdidos y crueles se han producido en el seno de la familia, las listas negras de las cifras anuales de mujeres muertas no dejan a nadie impasible y las voces de los movimientos de mujeres se han dejado oír en todos los ámbitos de la vida social. Las reformas legislativas en este campo no se han hecho esperar, en una actividad legislativa desordenada y poco reflexiva que ha intentado aportar la solución a los malos tratos por la vía penal. Pero no todo consiste en una febril actividad.
Para que una ley sea justa y eficaz ha de venir de la mano del estudio y el análisis y de reformas legislativas en todos los campos, lo que se ha venido en llamar una Ley integral y transversal contra los malos tratos. Ley que, como cualquier normativa, debe, antes de ser aplicada, pasar necesariamente por varios filtros, desde su gestación en el Parlamento y en las comisiones legislativas correspondientes, pasando luego por su debate y, en su caso, aprobación, para después ser aplicada por jueces y magistrados, que la interpretan en un proceso en el que pueden intervenir fiscales y abogados, y que finalmente se dicte una sentencia que también debe de poder ejecutarse.Textos legales claros, sin lagunas, de fácil aplicación y sujetos a las precisas interpretaciones judiciales depararían un panorama de menor inseguridad jurídica.
La presencia de la mujer en la justicia puede ser como usuaria, víctima o delincuente, tanto como administradora, operadora y legisladora. Desde que en España se instauró la figura del jurado popular, las mujeres también forman parte de estos tribunales, que son el resultado de la elección más o menos aleatoria realizada mediante unas aplicaciones informáticas y los interesantes descartes que realizan acusaciones y defensas al iniciar el juicio oral. Y decimos interesantes porque si analizamos este proceso de selección última de los jurados, comprobaremos cómo el género de las personas es un elemento importante, que puede influir de alguna manera en el veredicto.
De forma directa he vivido el Procedimiento de Jurado en el tristemente recordado 'Crimen de la Paz', en el que, finalmente, de las nueve personas que constituyeron el jurado, ocho fueron mujeres. Su veredicto arrojó unas respuestas a los hechos que se enjuiciaban diferentes a las que finalmente han dado los jueces profesionales, entre los que no volvió a intervenir ni una sola mujer. ¿Casualidad?
Podría parecer demasiado afirmar que hombres y mujeres tenemos un sentido distinto de la Justicia, pero con la participación cada vez más activa de las mujeres se están poniendo de manifiesto cambios. En las últimas semanas hemos visto cómo mujeres de determinados partidos políticos han nombrado para puestos relevantes a mujeres de otras ideologías, o cómo, en otros casos, han apoyado la gestión de otras mujeres de diferentes siglas a las suyas, o han mostrado el apoyo personal, profesional y humano más allá de las componendas partidistas. En algunos temas, como el de la violencia de género, también llamado terrorismo doméstico, las alianzas humanas no tienen barreras, el género iguala en la desgracia sin detenerse ante el color ni el credo. Pudiera ser un principio de algo.
Las reformas legislativas están cambiando los textos legales continuamente; lo que ayer era una falta, hoy puede ser un delito, o estar despenalizado; lo que ayer se consideraba como un hecho grave hoy puede ser lo habitual o lo bueno. Las normas sociales y con ellas el derecho van cambiando, de ahí que la Justicia, las normas, deben de ir adaptándose a los tiempos en que han de aplicarse, a la realidad social que nos toca vivir. De ahí que la Justicia, al igual que el tiempo, tenga en su plural las justicias el contenido más preciso de su significado: las justicias cambian con los tiempos. El ritmo del cambio lo debe marcar la propia vida, las expectativas sociales. Al fin y al cabo, el derecho no es más que un instrumento y, como tal, su aceptación dependerá de su eficacia.
Impacto de género
A pesar de la igualdad legal de que disfrutan ambos géneros, un análisis social nos demuestra que la presencia masculina en los ámbitos de poder político y económico es muy superior a la de las mujeres, que las condiciones laborales de éstas son peores y que su presencia entre los interlocutores sociales es menor.
La Plataforma de Acción aprobada en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer que se celebró en Pekín en 1995 invitó a todos los Gobiernos a integrar la perspectiva de género en todas las políticas, así como programas que analicen su posible diferencia de consecuencias en hombres y mujeres antes de su implantación. El Tratado de Amsterdam introduce como objetivo eliminar las desigualdades entre el hombre y la mujer y promover su igualdad. Recientemente, en España, la Ley 30/2003 de 13 de octubre sobre medidas para incorporar la valoración del impacto de género en las disposiciones normativas que elabore el Gobierno, ha recogido estas indicaciones. Así, esta norma, recién promulgada, obliga a realizar un análisis de género antes de promulgar una ley, en un reconocimiento institucional de que los efectos de una norma pueden ser diferentes entre una población tomada, en principio, como homogénea, y puede poner de manifiesto las distintas consecuencias de una legislación que aparentemente puede parecer inocua y cuyos posibles efectos perniciosos no se han querido. La aplicación correcta de esta nueva ley abre grandes posibilidades de análisis para la elaboración e implantación de una norma, ya que se pueden prever efectos desiguales de los que se deriven situaciones injustas.
Las normas del Derecho Penal no deben ser ajenas a este enfoque, ya que su función de herramienta y última instancia para el control social hace necesario conocer si la descripción de los tipos penales, así como su interpretación y aplicación, es deudora de la concepción social que asigna roles diferentes a hombres y mujeres y se ha dejado influir, pues, por la cultura patriarcal aún vigente.
Entre los escasos estudios sobre la materia, destaca el realizado por la Asociación de Juristas Themis, que ha puesto de manifiesto cómo las mujeres que han dado muerte a sus maridos o compañeros han sido condenadas por asesinato, mientras que los hombres que han matado a sus esposas o compañeras, en una proporción muy superior, han sido condenados por el delito de homicidio, cuya pena es sensiblemente inferior.
En esta lucha por la igualdad y el estudio de género viene destacando Andalucía. El Instituto Andaluz de la Mujer, todos los ayuntamientos y los colegios de abogados y abogadas han mostrado un claro posicionamiento en este campo. Especialmente en el tema de la violencia de género, y con las dificultades propias de una nueva andadura en el terreno de la igualdad real de derechos de hombres y mujeres, se están aunando iniciativas de todas las administraciones. Y es que, cuando de terrorismo se trata, y la muerte violenta es la misma venga de grupos organizados o de individuos aislados, el frente ha de ser común y la tolerancia cero.
En Córdoba
En nuestra ciudad, las voces de las mujeres agrupadas en la Plataforma Cordobesa contra los Malos Tratos se dejan oír periódicamente, ya sea en manifestaciones, comunicados o actos simbólicos. Su presencia se ha hecho dolorosamente visible en los últimos meses reclamando otras justicias, haciendo patente que son otros tiempos.
Andalucía tiene su propia realidad. Entre las costumbres ancestrales y la modernidad conviven, al menos, tres generaciones, con la mirada en un futuro prometedor, más justo e igualitario. Las inversiones realizadas desde la Administración autonómica han impulsado el asociacionismo femenino, los estudios de género, los programas de ayuda jurídica a las víctimas de malos tratos, la creación de turnos específicos por los colegios de abogados, la red de casas de acogida, recursos de emergencia, equipos psicológicos y un largo etcétera de acciones. Sin embargo, la tarea es ardua y aún queda mucho por hacer, pues todavía somos una de las comunidades con mayor índice de violencia de género.
Los ayuntamientos, como el de Córdoba, también han sumado sus esfuerzos, dentro de sus competencias, en este sentido. Pero dicho esfuerzo ha de medirse también por el importe de las partidas presupuestarias que se destinan a estos fines y, a este respecto, no podemos decir que dichas partidas estén precisamente entre las mejores dotadas.
La prevención, la concienciación social, la información son tareas pendientes que, sin duda, tendrán que abordarse en los próximos años.
EN LAS ALTURAS Las mujeres constituyen un 8,3% en el Tribunal Constitucional, porcentaje que se reduce al 1,05 en el Supremo.
MÁS JUEZAS El porcentaje de juezas en este país es del 65,26% del total y el de magistradas del 35,77%.
FISCALAS El número de fiscalas asciende al 46% en España, y el de juezas de paz en Andalucía llega al 25%.
REFORMAS LEGISLATIVAS:
Ley 38/2002 y Ley Orgánica 8/2002, de 24 de octubre, de reforma parcial de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para enjuiciar de manera rápida determinados delitos y faltas.
Ley 27/2003, de 31 de julio, reguladora de la orden de protección de las víctimas de violencia doméstica.
Real-Decreto-Ley 2/2002, de 25 de abril, de medidas para la reforma económica que introduce el fomento de empleo para mujeres trabajadoras en los supuestos de maternidad y con minusvalía.
Real-Decreto 429/2003, de 11 de abril, que modifica el anterior por el que se aprueba el reglamento de ayudas a las víctimas de delitos violentos y contra la libertad sexual.
Instrucción 3/2003, de 9 de abril, de normas de reparto y registro informático de la violencia doméstica.
Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, que modifica la Ley Orgánica 10/1995, de reforma del Código Penal.
Ley Orgánica 13/2003, de 24 de noviembre, de reformad de la Ley de Enjuiciamiento Criminal en materia de prisión provisional.
Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre, sobre medidas en materia de seguridad ciudadana, violencia doméstica e integración social de extranjeros.
Ley Orgánica 8/2003, de 30 de junio, para el cumplimiento efectivo e íntegro de las penas.
NORMATIVA DE INTERÉS:
Ley 10/1988 de 29 de diciembre, por la que se crea el Instituto Andaluz de la Mujer.
Real Decreto 1686/00 de 6 de octubre, por el que se crea el Observatorio de la Igualdad de Oportunidades.
El XIII Premio de
Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por
mayoría al artículo presentado por Luisa Ruiz Higueras,
catedrática de Didáctica de las Matemáticas de la
Universidad de Jaén. El artículo
premiado se titula Mirar la otra
mitad de la ciencia y fue publicado en la revista Crítica (nº 923, pp. 40-44).
La ganadora del accésit es Soledad Gallego-Díaz,
periodista y directora adjunta de El
País, donde publica
semanalmente dos columnas. El artículo premiado se denomina La
esclavitud más antigua del mundo y fue publicado en el
diario El País el
viernes 24 de junio de 2005.
Fueron miembros del jurado:
Luisa Ruiz Higueras [1]
No cabe duda de que el pasado siglo XX ha constituido el marco de una de las más colosales revoluciones de la humanidad. Cuando la historia estudie este período, lo designará con toda seguridad como el “siglo de las mujeres”. En apenas cien años hemos pasado de la nada a lo mucho. Es como para que nos sintamos conmovidas, admiradas y orgullosas. Ahora bien, no satisfechas. Queda todavía mucho por hacer. Precisamente en el ámbito que trataremos: mujeres y ciencia.
En los últimos años se ha venido observando en los medios feministas y académicos españoles un creciente interés por analizar la relación entre mujeres y ciencia [2], ya que, por una parte, existen múltiples lagunas históricas que dan lugar a un panorama incompleto del protagonismo de las mujeres en la empresa científica, acentuando la imagen masculina que posee la ciencia, y por otra, concurre el compromiso de estudiar, desde la perspectiva de género, las causas que han provocado históricamente la exclusión de las mujeres de las instituciones científicas.
La ciencia no surge en el vacío ni gratuitamente, sino que se produce lentamente como resultado de unas condiciones sociales, por ello, a lo largo de la historia se ha construido una imagen mítica del científico: varón, independiente, frío, inmerso y preocupado únicamente por su trabajo, más interesado en sus problemas que en las personas, que evita las emociones humanas, un esquivador de los encuentros y de las relaciones sociales. Esta imagen se fundamenta en dos dogmas considerados como “indiscutibles”, la neutralidad emocional, que conlleva la renuncia a la propia emoción y la disposición a pensar fríamente, y el mantenimiento constante de una actitud objetiva ante los problemas científicos.
Uno de
los problemas que en su día puso de
manifiesto el proyecto Girls into
Science and Technology (Whyte, 1990)
es la alienación que sienten las chicas ante esta imagen
masculina de la ciencia, ya que es diametralmente opuesta al
estereotipo elaborado por la sociedad occidental para el comportamiento
de las mujeres. Que hable
la historia
La ciencia europea actual ha surgido de dos corrientes de pensamiento
de raíces antiguas que, al fundirse, han potenciado enormemente
su desarrollo [3].
La primera tiene su origen en el pensamiento griego,
principalmente en la obra de Aristételes [4], la segunda nace en
el
Renacimiento y se desarrolla ampliamente durante la revolución
científica, perdurando hasta el siglo XIX.
Con el Renacimiento surge la ciencia moderna. El método
científico, tal como lo entendemos hoy, aparece en el mundo con
Galileo (1564-1642). Personifica los grandes cambios científicos
de su época, sin embargo, respecto a la mujer conserva el viejo
vocabulario aristotélico: Los hombres son seres cálidos y
secos, y por tanto agresivos y poderosos, en tanto que las mujeres son
húmedas y frías, y por tanto sumamente pasivas.
Durante la revolución científica se querían eliminar los prejuicios y supersticiones y se deseaba llegar al conocimiento a través de métodos y experimentos racionales.
Francis Bacon (1561-1626), padre de la ciencia moderna, critica con dureza el pensamiento aristotélico, pero no es capaz de sostener su modernidad cuando a la mujer se refiere. Diré que las mujeres, y el amor por ellas, son un impedimento para el hombre, ya que le distraen de las mejores empresas. Y en cuanto a las mujeres, no hay otra empresa posible para ellas que la de ser esposas castas y obedientes. Censuró la filosofía aristotélica de la naturaleza; pero las ideas de este filósofo sobre la naturaleza de las mujeres no se contradijeron.
Para los científicos del siglo XVII (y, en muchos
aspectos,
aún permanece en nuestros días) el mundo se podía
describir en términos dualistas:
Recuperar la memoria
El redescubrimiento de la historia de las mujeres [5] en la ciencia es un deber de justicia hacia la memoria de tantas y tantas científicas cuya vida y aportaciones no han sido reconocidas. Su obra científica ha sido suprimida o expropiada de muy diferentes maneras, sin embargo todas ellas han constituido los pilares sobre los que hoy en día podemos vislumbrar, para las mujeres, un futuro diferente.
En el período helenístico, sobresale de forma singular Hypatia de Alejandría (370 d.C.), primera matemática que presenta la historia de forma bien documentada. Posteriormente, en la edad media, la abadesa Hildergarda de Bingen (1089–1179) es considerada como la filósofa y naturalista más original de su época, teniendo sus obras influencia en el pensamiento científico occidental hasta bien entrado el Renacimiento.
La revolución
científica hizo que, a finales del siglo
XVIII, se consolidase en Europa toda una red de academias de ciencias.
Consideradas como genuinas instituciones científicas, estaban
vinculadas a las universidades y, desde su fundación, no
admitieron a mujeres. Ante esta injusta e irracional prohibición
se produjo, principalmente en Italia, Francia e Inglaterra, la
irrupción de las “damas de la ciencia” en el mundo cerrado de la
investigación científica.
La más eminente italiana de la revolución
científica fue, sin lugar a dudas, María Gaetana Agnesi
(1718-1799). Su obra más importante: Instituciones
Analíticas, cincuenta años más tarde,
seguía siendo el texto matemático más completo que
se había escrito.
La “dama de la ciencia” más significativa en este período
en Francia fue Emile Le Tonnelier (1706-1749), marquesa du
Châtelet, ya que no sólo fue promotora de salonniers, sino
una verdadera mujer de ciencia. Tradujo obras de Leibniz y Newton, con
tal calidad, que, la suya, sigue siendo la traducción vigente de
los Principia de Newton en
francés.
En Inglaterra, los salones no tuvieron tradición, sin embargo surgieron las Female Academy. Destaca en este período Margaret Cavendich, duquesa de Newcastle, autora de numerosos libros de Filosofía Natural.
El proceso de institucionalización de la ciencia llevaba consigo la necesidad de obtener los grados universitarios que acreditaran el legítimo ejercicio de la profesión. Las mujeres tuvieron que seguir luchando incansablemente contra las sucesivas barreras que impedían su participación en las instituciones científicas.
La gran matemática rusa Sofía Kovalesvskaia (1850-1891) no fue admitida en la Academia Sueca de Ciencias, aún siendo ya profesora de la universidad de Estocolmo y contando con el apoyo de matemáticos de la talla de Weierstrass y Hermite.
En 1893, sólo dos mujeres se licenciaron en La Sorbonne, una de ellas Marie Curie (en ciencias). En 1894 egresaron cinco licenciadas, de nuevo una de ellas Marie (en matemáticas). El trabajo de Marie habría de cambiar para siempre no sólo nuestra comprensión del mundo físico, sino también la estructura de la investigación científica y la situación de las mujeres en la ciencia. Sin embargo, aún habiendo recibido dos premios Nobel: en física (1903) y en química (1911) no fue admitida como miembro de la Academia de Ciencias francesa por su condición de mujer.
El reconocimiento a la obra de Marie Curie significó para las mujeres la superación de obstáculos históricos que parecían insalvables, aunque no todos, de hecho, tardarían años en admitirlas legalmente como alumnas en las universidades [6] (en España en 1910) y como miembros de número en las Academias de Ciencias.
Ingreso de la primera mujer en las Academias de Ciencias [7]
País
|
Año
|
País | Año |
Estados
Unidos
|
1925
|
China
|
1955
|
Antigua
URSS
|
1939
|
Francia
|
1962
|
Gran
Bretaña
|
1945
|
Dinamarca
|
1971
|
Canadá
|
1946
|
Bélgica
|
1975
|
Italia
|
1947
|
Portugal
|
1981
|
Suecia
|
1951
|
España
|
1988
|
India
|
1952
|
Israel
|
1990
|
Desde 1901,
año originario, hasta 2004, sólo doce mujeres han
obtenido el premio Nobel [8] en ciencias: dos en física,
tres en química y siete en fisiología-medicina. Lo que
supone un 3.8% de los premios concedidos en estas tres áreas.
Mujeres científicas en la Universidad actual
Nos encontramos ante una nueva etapa del feminismo, caracterizada por plantear por qué hay tan pocas mujeres, primero, estudiando ciencias (incluyendo la técnica y la tecnología); luego, trabajando en ellas; y finalmente, en los puestos de responsabilidad de las universidades, institutos universitarios, centros de investigación, Academias de Ciencias, etc.
De todos los problemas que rodean a la mujer científica, ninguno es tan fuerte como el enorme conflicto que surge entre su familia y su carrera profesional. Debe coordinar lo que Acker (1995) denomina dos instituciones voraces: la investigación y la familia. El trabajo científico implica una carrera, es decir, una secuencia de promociones y ascensos por méritos como reconocimiento a una producción científica de calidad. Esto supone un compromiso continuado con la ciencia, que requiere tiempo ilimitado y dedicación exhaustiva.
En la actualidad,
basta consultar los datos estadísticos [9], se
constata que, si bien las mujeres producimos ciencia, por nuestra
concepción de la carrera universitaria y de nuestra propia vida,
normalmente no figuramos en los ámbitos de relevancia y poder,
ya que la estructura de las carreras científicas continúa
diseñándose según patrones que fueron creados por
y para varones.
A pesar de todo,
debemos “mirar con ojos nuevos el futuro” y asumir que, en esta etapa
histórica, “las mujeres científicas no podemos quedarnos
al margen del orden universitario, no transformarlo significaría
que jamás podríamos introducir con todas sus
consecuencias las ideas y las prácticas que proponemos.”
(Ballarín, 2000, p. 280)
Creemos que es posible una ciencia en cuya construcción
intervengan activamente las mujeres, una ciencia que, investigadoras
como Ortiz (1999), han definido como ciencia abierta al libre
intercambio de ideas, más comunal y democrática, menos
elitista y jerárquica, una ciencia en la que prime la
cooperación en lugar de la competencia. Que reconozca diversas
formas de pensamiento, capaz de incorporar información
procedente de otras culturas, de otras formas de entender el mundo.
Ciencia que incorpore buenos valores,
valores positivos, no
patriarcales, ni racistas, ni clasistas, ni etnocentristas; una ciencia
que genere respuestas a tantos y tantos desafíos humanos. Es un
reto muy difícil, pero ahí está y hemos de
abordarlo.
Dorothy Crowfoot Hodgkin (1910-1994), conocida por sus importantes estudios relacionados con las moléculas de interés biológico, las vitaminas y los antibióticos. Recibió el Premio Nobel de Química, concedido en solitario, por la determinación de la estructura de la vitamina B12. Sus investigaciones sobre esta vitamina han sacado a la luz el valor que tiene para combatir la anemia perniciosa. Asimismo, en 1969, descubrió la estructura cristalina de la insulina.
Marco (1999, p. 66), cualificada experta en la biografía de Dorothy, asegura que "es una de las mujeres de ciencia más grandes de nuestro tiempo y más humana en toda la capacidad de la palabra".
"Entre sus
compañeros de la comunidad científica
pudo haber otros más respetados que Dorothy, pero ninguno tan
querido como ella lo fue..."
"Si es difícil escribir adecuadamente sobre sus logros científicos es aún más difícil hacerlo sobre su personalidad. Era cálida, sencilla, llena de afecto y ternura... Las casas en las que vivió en Oxford y su casa de campo de Ilmentong, irradiaban acogida y hospitalidad, estaban siempre abiertas a invitados, ya fueran potentes o famosos como revolucionarios, refugiads o sus innumerables colaboradores, alumnos y amigos. Para sus alumnos era maestra, madre, amiga y consejera". (Marco, 1999, p. 70)
Podemos afirmar, según los datos que aporta Marco (1999, p. 70), que Dorothy modificó rotundamente el estereotipo de la mujer científica: no triunfó junto a su compañero varón (caso de Marie Curie y otras muchas científicas) y no renunció a su vida familiar para dedicarse a la ciencia. Tuvo la capacidad de integrar sabiamente ambas actividades.
Otros intereses que marcaron su vida fueron el esfuerzo por la colaboración científica internacional, la lucha por la paz y el desarme y el compromiso por la promoción de los países menos desarrollados. Mujer comprometida con la ciencia y con el tiempo que le tocó vivir.
Margarita Salas (Asturias, 1938) es doctora en Ciencias y profesora de CSIC en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Pertenece a las más prestigiosas Sociedades e Institutos científicos nacionales e internacionaales y colabora asiduamente en acreditadas publicaciones científicas.
Desde 1988 es académica de número de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Es directora del Instituto de España, organismo que agrupa a la totalidad de las Academias Españolas.
En el año 2001 entró a formar parte también de la Real Academia Española de la Lengua, aportando así sus conocimientos relativos al vocabulario científico y técnico en castellano.
Margarita nos
recuerda sus vivencias como mujer en la etapa de
elaboración de su tesis doctoral: "El Dr. Sols, mi director de
tesis doctoral, cuando yo llegué a su laboratorio para pedir
tema de investigación afirmó: Bah, una chica. Te
daré un tema de trabajo sin demasiado interés, pues si no
lo sacas adelante, no importa. (Esto ocurrió en 1961). De
acuerdo con esa mentalidad, la realización de mi tesis doctoral
fue para mí bastante frustrante,... desde el punto de vista
personal yo me sentía muy dejada de lado. Se daba la
circunstancia de qque Eladio Viñuela, que después fue mi
marido y era mi novio en aquella época, era una persona muy
inteligente y brillante, y también hacía la tesis
doctoral con Alberto Sols. Frecuentemente nos reuníamos los dos
con Sols para hablar sobre mi trabajo. Mi frustración era enorme
cuando Sols se dirigía a Eladio para hablar de mi trabajo. Era
como si yo no existiese. En el año 1964, ... nos fuimos al
Departamento de Severo Ochoa en la Escuela de Medicina de la
Universidad de Nueva York. ... Yo, en Nueva York, me sentí
persona respecto a mi trabajo. Realmente, durante los tres años
que estuvimos en Nueva York, no noté la menor
discriminación por el hecho de ser mujer. Me sentí
persona por primera vez desde el punto de vista científico. Esto
se lo tengo que agradecer sin duda a Severo Ochoa." (Salas, 1999, p.
100)
Maria Gaetana Agnessi
Marquesa du Châtelet
Marie Curie
Referencias
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(1991) El legado de Hipatia. México: Siglo XXI.
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projet”. En The Language of Science. Coordinado por Whyte
(ed.). London: Association of Science Education.
Notas
[1]
Área
de Didáctica de las Matemáticas. Edificio D-2. Campus de
Las Lagunillas. Universidad de Jaén. e-mail: lruiz@ujaen.es
[2] El
término ciencia lo
consideraremos en este trabajo bajo la
acepción de “conjunto de conocimientos relativos a las ciencias
exactas, físico-químicas y naturales”.
[3]
Durán,
M.A. (2000, p. 123) Si
Aristóteles levantara la cabeza. Madrid:
Cátedra.
[4] “No
es la misma templanza la que tiene la mujer que la del hombre, ni la
misma fortaleza, como creía Sócrates, sino que la del
hombre es una fortaleza para mandar y la de la mujer para servir y
obedecer.” (Aristóteles, p. 25)
[5]
Para
profundizar en biografías de científicas, recomendamos la
lectura de Alic (1991), Eychenne (1993), Mataix (1999), Nomdedeu (2000).
[6] El
trabajo de Flecha (1995) sobre el acceso
de las mujeres a la
Universidad nos abre todo un campo de información
histórica sobre las grandes dificultades que tuvieron que
superar nuestras antecesoras.
[7]
Datos
obtenidos de Magallón (1999, p. 116).
[8] Una
información más extensa sobre la vida y obra de estas
científicas se puede obtener en páginas web, tales como:
http://www.almaz.com/nobel/women
http://www.nobelprize.org
[9] En
la actualidad tan sólo un 14% de mujeres accede a cátedra
de universidad, a pesar de que las alumnas, globalmente, son
mayoría en la universidad. Recomendamos leer el informe: “Las
mujeres en el sistema educativo” (Grañeras y col., 2001) -
CIDE/ Instituto de la Mujer.
Soledad Gallego-Díaz
Uno de los dichos más injustos y manipuladores del castellano es el que afirma que la prostitución es el oficio más viejo del mundo, porque pretende presentar como oficio lo que históricamente ha sido, y sigue siendo, la esclavitud más antigua del mundo. Uno de los primeros en denunciarlo fue Víctor Hugo, asombrado de que los hombres pudieran dar por erradicada la esclavitud en Europa mientras que decenas de miles de mujeres seguían siendo transportadas como ganado, de provincia en provincia y de burdel en burdel.
Han pasado 125 años y el desgraciado dicho sigue haciendo fortuna y provocando confusión. Porque si se mira con los ojos de Víctor Hugo, se comprende mucho mejor por qué tantos grupos de mujeres consideran que la solución no consiste en regularizar la prostitución, sino en combatirla, y por qué están tan preocupados ante el anuncio de que el actual Gobierno se plantea la posibilidad de considerarla un trabajo "normalizado".
La experiencia, muchos estudios y la gran mayoría de los especialistas creen que la regularización de la prostitución no acaba con el tráfico de seres humanos, que nutre hoy día en más de un 90% los burdeles españoles, sino que favorece los intereses de los proxenetas, y de los clientes, dándoles un baño de respetabilidad y de normalidad.
El problema de la prostitución en este país parte de un contexto muy concreto. El 90% de las mujeres que ejercen la prostitución no son españolas: de las 19.027 que contabilizó el año pasado la Guardia Civil en 1.070 moteles de carretera, sólo 374 eran españolas. El resto, 18.655, procedía de Europa Oriental (34%), América Latina (58,5%) y África (7%). Prácticamente ninguna de ellas ha podido beneficiarse del proceso de regularización de inmigrantes que acaba de cerrar el Gobierno y es cierto que necesitan esa documentación; pero la obligación de proporcionarles "permisos de trabajo" no pasa por normalizar, ni reconocer, su situación actual como prostitutas.
Se trata, precisamente, de lo contrario: de ayudarlas para que abandonen esa esclavitud. No de que los esclavos lleguen a España con contrato legal, respaldado por su explotador, sino de evitar que esas redes mafiosas, y la gran mayoría de las veces, violentas, puedan importar con reconocimiento formal "mano de obra" con la que abastecer sus clubes. Ya hay demasiadas poblaciones con más burdeles que escuelas.
España es, desgraciadamente, uno de los países donde el "consumo" de prostitución está menos desprestigiado. Las encuestas indican que un 30% de los españoles practica sexo con prostitutas, sin que se les reproche socialmente ni se les recrimine legalmente. Nada que ver con la decisión sueca de luchar contra la prostitución no acosando a las mujeres, como en España, sino multando públicamente a sus clientes. O como en Noruega, donde se obliga a los funcionarios y empleados del Gobierno a observar una ética que les impide "comprar o aceptar servicios sexuales", bajo amenaza de duras sanciones disciplinarias. O en otros países, donde la policía investiga discretamente a los usuarios del turismo sexual (85 de cada 100 personas que viajan a Tailandia sn hombres).
En España, los clientes son casi invisibles y nadie les acosa o les incomoda, pese a que casi siempre se están aprovechando de la pobreza, la ignorancia y la esclavitud. Y aunque fuera verdad qe un 5% de las mujeres que ejercen la prostitución lo hacen voluntaria y libremente, lo lógico sería que nos preocupáramos primero por solucionar el problema del 95% que no desea un contrato de prostituta sino un contrato de trabajo. Sólo después merecería la pena pensarr cómo se respetan los derechos de Pretty Woman o de la Tristana de Buñuel.
Los mayores centros de prostitución de carretera
Fuente: Unidad Técnica de la Guardia Civil
MUJERES
CLUBES ESPAÑOLAS EXTRANJERAS TOTAL Valencia
86
0878 878 A Coruña
68
9 215
224Almería
64 19 1.057 1.076Alicante 58
9 378
387Madrid 43
0 878
878Baleares 35
54 289
343Las Palmas 32
11 152
163Toledo 31
1 1654
1655Murcia 31 0 420 420 Lugo 31 0 212 212 Pontevedra 29 0 119 119 Ourense 28 0 202 202 Gijón 28 8 620 628 León 27 9 44 53 Granada 26 13 227 240 Badajoz 24 0 971 971 Castellón 24 2 323 325
EL PAIS
El XIV Premio de
Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por
mayoría al artículo presentado por Eugenio Fuentes Pulido, escritor. El artículo
premiado se titula Literatura y violencia doméstica y fue publicado en Clarín, Revista de nueva
literatura, año XI, nº 61, enero-febrero 2006.
El ganador del accésit es José Miguel Lorenzo Arribas, Doctor en Historia Medieval y Profesor
Superior de Guitarra por el Real Conservatorio Superior de Música de
Música de Madrid. El artículo premiado se denomina Feminismo, ¿desde cuándo?, y fue publicado en el Centro Virtual Cervantes el 8 de marzo de 2006.
Fueron miembros del jurado:
Eugenio Fuentes
En un reciente certamen literario sobre el tema de la violencia doméstica que sufren las mujeres, organizado por una ONG de la que nunca había oído hablar —AFAMER, Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural—, se ha producido un detalle curioso y a mi entender revelador.
Se trata de uno de esos premios con un tema obligado —"Carta a un maltratador"—, de poca dotación económica y escasa difusión, tan humildes como entusiastas, que contribuyen a hinchar el currículum personal y que casi siempre son valorados por el ganador más de lo que merecen, puesto que en realidad apenas aportan ningún prestigio literario. En este caso, lo excepcional es que la ganadora, "una mujer de una población turolense", ha optado por permanecer en el anonimato.
Resulta casi inevitable preguntarse por las razones que han llevado a esta mujer a esconder su identidad, renunciando a la satisfacción del orgullo, cuando no de la vanidad, que conllevan estos éxitos. En la vida literaria que ha denostado Juan Marsé, estamos acostumbrados a todo lo contrario, es decir, a hacer alarde y trueno y pavoneo de cualquier premio o convocatoria. Y tal vez no sea erróneo presumir que la mujer que ha escrito el relato ganador, Abro los ojos, oculta su residencia y domicilio, su nombre y su rostro porque también quiere ocultar cualquier referencia o identificación personal entre la realidad y su relato, entre lo que ha escrito y lo que conoce o vive o ha vivido. Es probable que desee que nadie pueda asociar su relato a su experiencia o a la de alguien conocido, o también, por qué no, tal vez tenga miedo de las consecuencias de lo escrito. No sería la primera vez.
Su silencio es revelador porque sigue indicando, desde una perspectiva literaria, que también en lo que atañe a la escritura persiste la desigualdad entre hombres y mujeres. Porque, a partir de esta pequeña noticia aparecida en un breve de la prensa regional, uno empieza a recordar libros donde se mencionan malos tratos a las mujeres sin que su autor masculino haya debido esconderse en el anonimato, ni haya tenido pudor al relatarlos, por no citar aquellos en los que hay una actitud cómplice o burlesca o permisiva hacia los golpes. Desde muy pronto, desde la misma Biblia, donde se cita la ley de Moisés según la cual se puede apedrear a la mujer adúltera —por cierto, todavía vigente en países como Nigeria, Irán o Arabia Saudí—, la literatura parece lanzar mensajes misóginos y machistas. Uno de los apólogos más citados de El Conde Lucanor, el Enxemplo XXXV, trata "De lo que constesció a un mancebo que
casó con una mujer muy fuerte y muy brava", en el que el recién casado va degollando al perro, al gato y al caballo antes de poner la espada ensangrentada frente a su mujer —como advertencia y amenaza— al tiempo que le ordena que le lave las manos. Poco más tarde el Arcipreste de Talavera escribía una de las obras más profundamente misóginas de la literatura castellana, un libro, el Corbacho, que declara en portada: "El Arcipreste de Talavera que fabla de los vicios de las malas mujeres e complexiones de los hombres". Victor Hugo, en el libro undécimo de la cuarta parte de Los miserables, narra un ejemplo que manifiesta hasta qué punto la violencia hacia la mujer estaba asumida por una sociedad dispuesta a mantenerla: "... aquella mujer árabe que habiendo recibido un bofetón de su marido, fue a ver a su padre pidiendo venganza y diciendo: 'Padre, debes a mi marido afrenta por afrenta'. El padre preguntó: '¿En
qué mejilla has recibido el bofetón?' 'En la izquierda'. El padre le dio un bofetón en la derecha y dijo: 'Ya estás satisfecha. Ve a decir a tu marido que si él ha abofeteado a mi hija, yo he abofeteado a su mujer" incongruente resulta también un diálogo de George Bernard Shaw en su pieza dramática Androcles y el león. El buen Androcles, dispuesto a dejarse devorar por las fieras en el circo, el pacífico Androcles, incapaz —literalmente— de matar una mosca, declara en el 2º acto: "Además, puedo vivir con una mujer que está casada conmigo sin darle ninguna paliza", como si eso fuera una heroicidad. Hasta el infinito, como reproche pero también como coartada intelectual, ha sido citado el aforismo de Nietzsche —"cuando vayas a ver a una mujer, no olvides llevar el látigo"— sin contextuarlo en el libro donde se cita, Así habló Zaratustra, y sin tener en cuenta que el filó
sofo alemán fue un hombre que siempre mantuvo relaciones insatisfactorias y trágicas con las mujeres, desde su amor por Lou Andreas Salomé, que nunca fue más allá de un beso, hasta las castantres y opresivas relaciones con su madre y con su hermana Elisabeth. Desconozco si alguna escritora ha dicho algo semejante con motivo de sus encuentros con los hombres, pero en todo caso no ha tenido tanto éxito publicitario. Quizá en el látigo de Nietzche estaba pensando Kafka, otro escritor atormentado y siempre dubitativo en su modo de relacionarse con el universo femenino, cuando escribió en uno de sus escritos póstumos (1920) el esbozo de la historia de un campesino casado con una mujer pendenciera a la que apalea: "Volveré a casa solo y yo mismo trataré de apaciguar a mi mujer. En los últimos tiempos la he azotado con frecuencia..."
Pero posiblemente en ningún otro libro parecen tantas palizas a mujeres como en Auto de fe, del premio Nobel de origen sefardí Elías Canetti. Uno de los personajes, el portero del edificio donde vive el protagonista, afirma: "A las mujeres hay que molerlas a golpes. A todas, sin excepción. Conozco a las mujeres..." (1ª parte, "La convalecencia").
En las líneas de arriba me he referido a los libros donde los malos tratos parecen normalizados o justificados, o donde la expresión misógina raya en la crueldad. Seguramente hay más ejemplos, y no pretendo en absoluto agotarlos. He dejado aparte otros textos —encontrados casualmente en mis lecturas de los últimos seis o siete meses— en los que los malos tratos se narran como denuncia o como algo en sí mismo trágico o reprobable: Otelo estrangula a Desdémona porque cree que le ha sido infiel, y al descubrir la verdad y su error, se suicida, estableciendo así un cierto modelo para esos hombres que se matan después de haber matado a su mujer. O la paliza que el estudiante Walter Klemmer le propina a Erika Kohut en La pianista, de Elfriede Jelinek, o los repetidos golpes con que Mink Snopes va ensangrentando a su esposa en El villorrio, de William Faulkner, o los hombres que golpean a sus mujeres en Mr. Vértigo, de Paul Auster, o en El cuaderno gris, de Joseph Pla..., pues en ninguno de estos casos hay la mínima complacencia ni justificación, y sólo se narran los hechos desde una perspectiva crítica y de compasión, y el desprestigio del maltratador se deduce de su propio comportamiento, sin necesidad de que el autor lo explicite. Para no alargar demasiado la lista de citas, sólo añadiré otros dos escritores tan distintos como el católico François Mauriac: en El río de fuego habla de un personaje que "amaba y golpeaba a su amiga hasta que el sueño mezclaba sus alientos", o el gran Juan Carlos Onetti: "...y yo golpeaba a la Queca, más desinteresado cada vez, más amortiguado el remordimiento, con menos odio y desprecio, menor necesidad de que estuviera borracha". (La vida breve, 2ª parte, 5.)
Releyendo estas frases, uno puede preguntarse si la literatura no ha usado con excesiva frecuencia un cierto tono justificativo o gracioso hacia el maltrato, un silencio cuando se podía haber reprochado, una aquiescencia hacia un uso social repulsivo. Porque las palabras no son inocentes, no pasan como la luz por el cristal sin dejar huella: ni las palabras orales ni las escritas, ni las de la realidad ni las de la ficción, ni las trascendentes ni las bromistas; incluso aquellas que lanzamos como flechas al cielo para comunicarnos con los dioses atraviesan el vacío mudo y azul y a veces caen sobre cabezas inocentes.
Pero el hecho es que estos libros citados arriba nos gustan como son, completos, con todo lo que tienen dentro, sin quitarle ni una sola palabra, puesto que censurados ya no serían los mismos. Por otro lado, ningún escritor puede sobrevivir sin la libertad para emitir opiniones o para describir personajes, aunque sean personajes terribles. La función de la literatura no es adoctrinar. Sin embargo, notamos cómo en estos textos chocan las razones de la literatura con las razones de la igualdad de géneros.
¿Entonces?
Ocurre que es tan inútil como absurdo pretender juzgar la Literatura aislándola de la Historia. Ambas corren parejas. No se le puede exigir a la primera que fuera democrática cuando la vida no lo era, cuando todavía ese concepto no había aparecido como un modelo de organización social. La Literatura siempre ha sido un reflejo de la sociedad en que nacía, el relato y testimonio de su vida privada. "Todo está profundamente relacionado: el despotismo del príncipe está naturalmente unido a la servidumbre de las mujeres", demostró Montesquieu con su extraordinaria lucidez (El espíritu de las leyes, Libro 19, cap. XV). Y si hay textos machistas es porque la sociedad lo ha sido. Lo terrible sucede cuando en el siglo XXI se utilizan citas literarias del siglo XIV y se intenta justificar la violencia de hoy apoyándose en la violencia de ayer.
Hoy sería estupendo leer textos con talento y rigor donde aparecieran situaciones —como ya ha ocurrido en el cine— en que la violencia doméstica fuera deplorada y el maltratador maltratado por las palabras de la ficción. Sin demagogias ni alaridos ni victimismos ni tampoco revanchas desde una óptica de radicalismo feminista, puesto que el acuerdo final no puede ser una situación donde la victoria de los derechos de la mujer implique la derrota del mundo masculino, sino únicamente la derrota de los abusos de la condición masculina. Quizá unos pocos buenos libros contribuyeran mejor que muchos discursos a que algunos hombres comprendieran eso que parece que tanto les cuesta: que en un mundo donde se han fragmentado tantas cosas que hasta hace un siglo parecían bloques compactos —muchas naciones y estados, el Danubio, la familia, la identidad del individuo, el concepto de obra de arte...—, cuando una pareja se resquebraja, no puede seguir unida por
medios administrativos —la ley, la prohibición, la fuerza—, y únicamente puede recomponerse con medios afectivos. Si en el pasado la literatura con frecuencia no ha sido igualitaria, por mi parte daré la bienvenida a libros que logren que la igualdad de géneros sea literaria.
José Miguel Lorenzo Arribas
Si la etimología de feminismo es, de puro obvia, innecesaria de trazar (del latín femina), no es ocioso recordar que el tristemente famoso manual de inquisidores firmado por los dominicos Jakob Sprenger y Heinrich Kramer en 1484, el Malleus Maleficarum ('Martillo de hechiceras'), hacía derivar femina, la palabra y su naturaleza, de fe y minus, de donde se derivaba que al ser la mujer inferior en la fe que el varón, este tenía que dirigirla y vigilarla especialmente. Otra cuestión es saber cuándo se emplea feminismo por vez primera. En Francia, Hubertine Auclert lo utiliza al menos desde 1882 en su revista La Citoyenne; es la primera en hacerlo, y no el socialista utópico Charles Fourier, como tradicionalmente venía repitiéndose. En 1896 ya está documentado en griego, un año después en italiano, en ruso
en 1898..., pero, ¿y en castellano?
En el DRAE no aparece hasta 1914, como "doctrina social que concede a la mujer capacidad y derechos reservados hasta ahora a los hombres", es decir, prácticamente la misma que, en dos acepciones, recoge la edición vigente, casi un siglo después, pero cuando un término accede a las venerandas páginas de la Academia es que lleva tiempo siendo utilizado. No es lugar este para entrar en disquisiciones sobre lo que debe entenderse por feminismo, ni tampoco para explicar que, aunque el propio término naciera a finales del siglo XIX, puede ser aplicable a personas y comportamientos de épocas muy anteriores. Me centro, por tanto, en sus primeras apariciones en castellano.
Así las cosas, a pesar del auge desde hace tres décadas de la investigación feminista, no está muy clara cuál fue la primera utilización del término, sensu stricto. Adolfo Posada, profesor de la Universidad de Oviedo y participante del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, escribió un libro, titulado precisamente Feminismo (felizmente reeditado hoy) en 1899, habiendo publicado artículos previos en España Moderna desde 1896 que recogían la denominación. Es por esa altura cuando Emilia Pardo Bazán (1851-1921), feminista avant la lettre, escribe un cuento titulado "Feminismo", y también cuando (1898) ocurre lo que esta gran mujer denomina "incidente literario", en referencia a un artículo publicado por Clarín titulado "Feminismo", ofensivo hacia la escritora, periodista y pensadora. Un rastreo exhaustivo por la obra de Pardo Bazán
escrita a principios de la década de los noventa del siglo XIX seguramente adelantaría la cronología de la aparición de la palabra. Feminista fue su intervención en el Congreso Pedagógico de 1892, aunque es cierto que el intenso rechazo con que feminismo y feminista ha ido acompañado desde su propio nacimiento hizo que se emplearan mejor otro tipo de denominaciones (desde femenino a la cuestión femenina, la nueva mujer, la mujer del porvenir...) para comprender asuntos que hoy llamaríamos tranquilamente, salvo el sector más ultramontano (que continúa activo y con buena salud, por cierto), feministas.
En 1898, la republicana y masona Amalia Carvia escribe en el semanario madrileño Las dominicales del libre pensamiento: "si esta empresa acometida por nosotras llega a ser mañana coronada por el triunfo y el movimiento feminista de España pone a nuestra patria a la altura de los más civilizados países...". En 1900 se crea en Elche "La Unión. Sociedad Feminista de Resistencia y Socorros Mutuos". La palabra ya estaba implantada (en ese año la propia Pardo Bazán asistió al Primer Congreso Feminista de París), y el aluvión de citas desde entonces, más para criticarlo que para defenderlo, no ha cesado hasta hoy, en que el término sigue despertando miedos y recelos en los sectores más tradicionales. Es decir, igual que hace un siglo.
El XV Premio de
Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por
mayoría al artículo presentado por Miguel Ángel Santos Guerra, Doctor en Ciencias de la Educación, catedrático de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga. El artículo
premiado se titula La falla sociológica y fue publicado en La Opinión, el 24 de noviembre de 2007.
La ganadora del accésit es Adela Muñoz Páez, Profesora del Departamento de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla. El artículo premiado se denomina Que no estén solas, publicado en el Diario de Sevilla, el 8 de marzo de 2007.
Fueron miembros del jurado:
Miguel Ángel Santos Guerra
¿Dónde se han metido las mujeres? ¿Qué ha pasado con ellas si cuando estaban en similares condiciones eran mejores, más valiosas, más trabajadoras? Se han hundido en el vacío cenagoso de la desigualdad, las ha engullido el monstruo de la discriminación.
Cuando las niñas se han incorporado masivamente al sistema educativo, se ha podido comprobar que trabajan y rinden más que los niños. En Infantil en Primaria, en secundaria, en Bachillerato y en la Universidad. Sería absurdo pensar que se trata de una simple casualidad y no de la consecuencia lógica de su mayor capacidad y de su mayor aplicación...
luego pasa el tiempo y las mujeres, como por arte de magia, ya no están, en el mismo número y en los mismos cargos que los hombres, en el escenario del poder y del mercado laboral, en el mundo de los negocios, en la vida intelectual, académica o social del país.
¿Dónde se han metido? ¿Qué ha pasado con ellas si cuando estaban en similares condiciones eran mejores, más valiosas, más trabajadoras? Las feministas hablan de la "brecha de género". Pues se las ha tragado lo que yo llamo la falla sociológica del sexismo, una quiebra producida por un movimiento geológico antinatural. Se han hundido en el vacío cenagoso de la desigualdad, las ha engullido el monstruo de la discriminación.
Esa falla cruel se disfraza a veces de amor filial (es la hija la que tiene que dedicarse a cuidar a los padres ancianos o enfermos), el amor conyugal (es la esposa la que tiene que renunciar a seguir ascendiendo en la profesión), del amor filial (es la madre la que tiene que criar a los hijos renunciando al crecimiento profesional).
Cuando por convicción, e incluso por ley, se plantea la conveniencia de que haya un 50 por ciento de mujeres en la política, en el gobierno de las empresas, hay quien dice (hombres y mujeres) que si una mujer está en un ministerio debe ser porque vale, no por ser mujer. Me pregunto cómo es posible tanto cinismo, tanta torpeza. Pero, si han demostrado fehacientemente que tienen más talento, más dinamismo, más constancia cuando estaban en igualdad de condiciones, ¿por qué no se dice que si un hombre está en el poder tiene que ser porque vale y no porque es hombre? Es que a los hombres se les supone la valía. Es una cualidad congénita, no adquirida.
A las que consiguen salir hacia la otra parte de la falla les costará un esfuerzo multiplicado alcanzar lo que alcanzan los hombres. Y cuando fracasen se dirá que es su condición de mujeres lo que les ha llevado al desacierto. Es curioso ver cómo, cuando una ministra, por ejemplo, hace una mala gestión se alude a su condición de mujer. Si un compañero de gabinete lo hace peor, no se dirá que lo hace mal por ser un hombre sino por ser una persona torpe o perezosa.
La falla se sigue tragando a las mujeres por mucho que hayamos avanzado. Y ya se sabe que esto no es un ensayo general, que esto es la vida. No habrá otra oportunidad para quien desperdicie su vida. La vida, dice Chaplin, es una obra de teatro que no admite ensayos. Es decir, que mientras nos estamos enterando, mientras nos estamos conmoviendo o nos estamos lamentando, hay muchas víctimas que han pagado y siguen pagando con su vida el despiste o la maldad. ¿Quién les puede devolver sus vidas a esas mujeres que han sido víctimas de la discriminación y que han sido tragadas por la falla?
¿Cómo se forma esa quiebra que devora la felicidad e incluso la vida de las mujeres? ¿Quién abre ese vacío destructivo? La abre una interesada y equivocada concepción de desigualdad genética. En el año 2004 el actual Papa, todavía cardenal, escribió una Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre el papel de la mujer en la Iglesia y en el mundo. En ella dice que genéticamente la mujer no está dotada para el pensamiento abstracto. Abre la falla un sinnúmero de prejuicios, de arraigadas costumbres, de mitos espurios, de errores, maliciosos, de injusticias crueles, de perversiones lingüísticas, sociales, políticas, religiosas, culturales... E, incluso, unos acendrados mecanismos de autoexclusión que algunas mujeres asumen cuando meten en sus cabezas los esquemas de los opresores.
¿Qué hacer para que esa falla tan profunda, se vaya cerrando? Ya se ha echado mucha tierra de esfuerzos, muchas lágrimas y sangre de mujeres para cegarla. Ya están allí, en esa fosa, muchos cuerpos de mujeres maltratadas, mutiladas, asesinadas (¡Setenta y tres mujeres asesinadas por sus parejas este año en España, qué horror!). Pero todavía queda mucho por hacer. Todavía sigue siendo profundo ese pozo maldito. Hace falta rellenar esa falla con reflexión para desmontar los prejuicios, con equidad para alcanzar la igualdad de oportunidades, con lucha para acabar con las discriminaciones, con leyes inteligentes que busquen la equidad, con políticas de igualdad y de reconocimiento como sostiene Nancy Frazer y, sobre todo, con una educación que abra las mentes, sensibilice los corazones, mueva las voluntades y ponga en acción las manos.
Se me dirá que por qué un hombre está en esta causa, que es la causa de las mujeres. Raian Malan escribió hace años un libro titulado Mi corazón de traidor. En él explicaba por qué un blanco como él estaba comprometido con la causa de los negros. Alguien podría preguntarse con buena lógica: ¿por qué quiénes han estado tanto tiempo oprimiéndonos quieren ahora liberarnos?
Por eso pienso que son las mujeres quienes han conseguido, están consiguiendo y acabarán alcanzando la liberación. Ellas son quienes han soportado más dolor y quienes han de llevar la bandera de su causa. Pero nosotros los hombres tenemos muchas cosas que hacer en esta noble y urgente causa. Entre otras revisar y corregir nuestros comportamientos sexistas, y nuestras actitudes y nuestras concepciones. La discriminación tiene formas burdas y muy visibles y otras subrepticias, más difíciles de detectar. Además, debemos incorporarnos a la coeducación con la humidad de quien durante tantos siglos ha sido favorecido por una situación privilegiada. Con la voluntad de conseguir la igualdad ya que hay muchas injusticias que superar. Y con el esfuerzo continuado para no desalentarse ante los fracasos.
Cada vez que veo o que leo que el cadáver de una mujer ha sido arrojado a esa falla maldita que ya nos es tan desgraciadamente familiar, pienso que estamos todavía en los albores de esa democracia vital de la que con tanto acierto nos habla Elena Simón y con la que tantas mujeres han soñado durante tanto tiempo.
Adela Muñoz Páez
La valentía de algunas mujeres atrapadas que no se rindieron y las nuevas tecnologías de la información alimentan la esperanza de que la situación de la mujer d ella otra mitad del mundo avance.
El 8 de marzo de 1857 varias trabajadoras hicieron una marcha en Nueva York para pedir mejoras en sus condiciones laborales. Años más tarde, en 1911, también a primeros de marzo, más de cien trabajadoras que se habían encerrado en una fábrica textil de Nueva York en demanda de mejoras tales como reducción de la jornada laboral a diez horas y descanso los domingos murieron tras declararse un incendio. El siniestro puede que lo provocaran las bombas incendiarias lanzadas por la Policía; el dueño de la fábrica puede que bloqueara la puerta cuando las mujeres intentaban salir. No hay pruebas de lo que ocurrió, pero en 1977 la ONU declaró el 8 de marzo Día de la Mujer Trabajadora en memoria de aquellas mujeres y el color malva, el del tejido que estaban tiñendo ese día, se convirtió en el símbolo de las reivindicaciones feministas.
¿Cómo ha cambiado la situación de la mujer en estos 150 años? Drásticamente y para bien en medio mundo: reconocimiento generalizado de la igualdad de derechos, acceso a la educación, aumento extraordinario de la expectativa de vida como consecuencia de la mejora de la atención sanitaria, gradual acceso al mercado laboral, etc. No obstante, quedan cosas que mejorar: los sueldos de las españolas en promedio son un 25% más bajos que los de los españoles, la precariedad laboral de las mujeres es mucho más marcada que la de los hombres y la contribución de éstos a las tareas domésticas anda lejos de la equidad.
Pero ¿qué ha pasado con las mujeres en el otro medio mundo? Allí las mujeres sufren especialmente la violencia de las guerras, tienen una muy deficiente o nula atención sanitaria, hay muchos países donde no tienen garantizados los más elementales derechos, el analfabetismo es mucho mayor en las niñas... Todo esto se vuelve estremecedor ante el horror de la mutilación genital femenina que sufre a mayoría de las niñas del África subsahariana, la lapidación de mujeres en países que se rigen por la ley de la Sharía, los crímenes de honor que matan en varios países del Tercer Mundo muchas más mujeres que la violencia doméstica del más feroz de los países occidentales, los cientos de miles de niñas esclavas sexuales del sureste asiático... ¿Se puede imaginar una situación más espantosa? Sí, la de hace 150 años, cuando para el mundo occidental
las mujeres del hoy llamado Tercer Mundo sencillamente no existían.
Hoy esas mujeres existen, y el primer paso para resolver sus dramas es darlos a conocer al mundo. Así, el hecho de que la ex-parlamentaria somalí-holandesa Ayaan Hirsi Alí y la modelo somalí Waris Dirie hayan gritado al mundo la salvajada a la que fueron sometidas de niñas no ha parado en seco la atrocidad de la mutilación genital, pero está poniendo en marcha iniciativas entre las mujeres africanas que en su día la padecieron y son las que, en último extremo, tienen que detenerla. El envío masivo de correos electrónicos desde todo el mundo al Gobierno de Nigeria logró detener la lapidación de Amina Laval y dificulta que se sigan imponiendo ese tipo de condenas.
Mukthar Mai es una valiente muchacha paquistaní que se atrevió a denunciar que había sido violada, no por unos criminales, sino por el Consejo de su aldea, que castigaba así la osadia de su hermano de tener relaciones con una mujer de casta superior. Ella ha puesto cara a las atrocidades de los crímenes de honor, poniendo en evidencia la tolerancia occidental con las "excepciones culturales". Somaly Mam, una camboyana vendida como esclava sexual cuando sólo era una niña, logró enderezar su vida y ha puesto en marcha una organización para rescatar a otras niñas como ella, llegando a ser merecedora del Premio Príncipe de Asturias.
Aunque la situación es dramática en muchos sentidos, hay motivos para la esperanza. Por un lado, gracias a la valentía de unas mujeres atrapadas que en su día decidieron no rendirse, cuyos actos tienen una gran resonancia en el mundo globalizado donde la información llega a todos los rincones. Por otro, por la existencia de nuevas tecnologías de comunicación que han permitido que la opinión individual, independiente de gobiernos y de partidos, pueda ser arrolladora al hacerse multitudinaria. Queda mucho por hacer para que la situación de las mujeres de la otra mitad del mundo cambie tanto como la nuestra en el último siglo y medio.
Empecemos por hacerles saber que no nos quedaremos calladas ante las injusticias que sufran, que no estarán solas en el camino que nosotras, nuestras madres y nuestras abuelas recorrieron antes.
El XVI Premio de
Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por
mayoría al artículo presentado por Paloma Lafuente Gómez, Periodista. El artículo
premiado se titula La violencia hacia las mujeres en los Medios de Comunicación y fue publicado en la revista Pueblos en marzo de 2008.
La ganadora del accésit es Catalina Lara Coronado, Profesora del Departamento de Bioquímica Vegetal y Biología Molecular de la Universidad de Sevilla y miembro de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT). El artículo premiado se denomina Mujeres Invisibles, publicado en Paradigma en mayo de 2008.
Fueron miembros del jurado:
Paloma Lafuente Gómez
En los últimos años venimos asistiendo a un cambio progresivo y natural en el tratamiento que de la mujer hacen los medios de comunicación. Los espacios impresos y audiovistiales se han incrementado destapándose una realidad que desde siempre permanecía invisible a los ojos de la sociedad, aunque no desconocida: la violencia hacia las mujeres. Con el paso del tiempo los medios han sido más conscientes de la enorme influencia que podían tener, no sólo en el cambio en la agenda del gobierno y de las politicas de igualdad sino también constituyéndose como herramientas de cambio social y generadores de opinión pública. Contar con unas fuentes adecuadas de información, lenguaje apropiado sin frivolidades ni sexismo, así como buenas dosis de ética y compromiso social, contribuyen a la mejora y transmisóhn de valores positivos y ajustados a la realidad.
La visibilización Un arma de doble filo Notas [1] Fagoaga, Concha (1999): La violencia en los medios de comunicación. Maltrato en la pareja y agresión sexuada, UCM, Comunidad de Madrid Dirección General de la Mujer.
A finales del año pasado, como consecuencia de la muerte de una mujer a manos de su ex pareja sentimental después de que éste intentara reconquistarla en un programa de televisión, el Gobierno español y las principales cadenas de televisión se pusieron de acuerdo en la creación de una Comisión de Expertos que brindaría su apoyo hacia el tratamiento informativo que se hiciera sobre los casos de maltrato y violencia contra las mujeres. Esta novedosa iniciativa en respuesta a la demanda social, la presión mediática que desató el caso así como el revuelo creado en diversos sectores, ha servido para consolidar el camino emprendido por numerosas organizaciones de mujeres, federaciones de consumidores y el Instituto de la Mujer desde su creación en 1983.
Diez años antes fue otra mujer la asesinada por su marido bajo circunstancias similares, lo que provocó que los medios comenzasen a ser conscientes del papel didáctico-social que desempeñaban y podían desempeñar en la eliminación de actitudes machistas y abuso de poder que se ejercía sobre las mujeres.
Lo que antes permanecía en el espacio de lo privado, del hogar y la familia ahora encontraba su lugar en los medios, se mediatizaba, trasladándose a la esfera de lo público, de lo que todo el mundo ve y opina. La violencia hacia las mujeres dejó de ser algo oculto y sujeto a las páginas de sucesos de los periódicos que desde mediados de los años setenta y principios de los noventa representaban discursos de poca profundidad y la mayor parte difusos. A partir de ese momento las redacciones y sus directivos se percatan del "tirón" que este tipo de información podria causar en la sociedad. Empiezan a considerarlo interesante, vendible.
Según el estudio que realiza Concha Fagoaga sobre la violencia en los medios de comunicación [1], se trata de: "Un juego de espejos, en todos los medios de autorreferencia y efecto por el cual los medios no citan la realidad social sino que se citan entre ellos. La referencia para los periodistas no es la realidad social sino lo que los medios de comunicación hacen con esa realidad social, lo que pone en marcha un proceso de imitación". Es decir, lo que interesa a la sociedad y enmarca un medio de referencia, es lo adecuado, el camino a seguir.
La labor de implicación de los medios en la temática de genero responde a la demanda social y, por tanto gubernamental, que comenzaron a cobrar estos temas en la década de los noventa con la creación en 1994 del Observatorio de la Publicidad Sexista del Instituto de la Mujer, posteriormente denominado Observatorio de la Imagen de las mujeres, en el que por primera vez se recopilan quejas sobre la imagen de las mujeres en publicidad y en los medios de comunicación. La respuesta por parte de los anunciantes de publicidad, agencias de publicidad y medios de comunicación fue siempre de compromiso y esfuerzo por evitar el tratamiento discriminatorio y vejatorio de la mujer.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, han sido muchas las campañas denunciadas y retiradas de los medios, principalmente de la televisión. En el terreno publicitario es donde se produce más visiblemente la vulneración de la imagen de las mujeres. La existencia de una Ley General de Publicidad (Ley 34/1988, de 11 de noviembre de 1988) no ha podido evitar que se alteren muchos derechos que deben ser protegidos por el Estado. En el artículo tres de dicha ley se califica de publicidad ilícita: "La publicidad que atente contra la dignidad de la persona o vulnere los valores y derechos reconocidos en la Constitución. Se entenderán incluidos en la previsión anterior los anuncios que presenten a las mujeres de forma vejatoria, bien utilizando particular y directamente su cuerpo o partes del mismo como mero objeto desvinculado del producto que se pretende promocionar, bien su imagen asociada a comportamientos estereotipados que vulneren los fundamentos
de nuestro ordenamiento coadyuvando a generar la violencia". A lo largo de 2007 fueron denunciadas muchas campañas publicitarias, como la de la firma textil italiana Dolce & Gabbana, en la que se incitaba a la violencia contra las mujeres; o el polémico calendario de azafatas en
biquini de la linea a´rea irlandesa Ryanair. En ambos casos se denigra la imagen de las mujeres no representando su verdadera realidad y lugar en sociedad sino más bien como mero objeto sexual y de intercambio comercial.
En cuanto al terreno del periodismo y los medios de comunicación, la dinámica en el tratamiento de la violencia de género ha evolucionado con respecto al pasado, cuando los temas de violencia machista aparecían casi siempre ubicados en la sección de sucesos. Con el paso del tiempo los contenidos informativos y las programaciones de prensa, radio y televisión empiezan a experimentar notables mejoras, al ocupar mejor y mayor espacio y al otorgárseles el lugar que se merecían como tema relevante en las informaciones diarias.
La tentación del sensacionalismo por falta de sensibilidad, en algunos casos, o por intereses comerciales y económicos, en otros, ha puesto en peligro, en ocasiones, la misión del verdadero periodismo. Tampoco podemos olvidar el fin social que debe perseguir cualquier información en cuanto a la educación de los públicos, además de instrumento para la libre comunicación de las ideas.
En este sentido, el tratamiento de las informaciones sobre violencia y maltrato debe involucrarse y construir de forma justa las identidades que tanto hombres como mujeres tienen en la sociedad. Según el estudio conjunto de RTVE y el Instituto de la Mujer sobre "Mujer, Violencia y Medios de Comunicación [2]: "es importante ampliar la representación de las mujeres con imágenes positivas que reflejen la autśntica realidad. Conviene recordar que hay mujeres juezas, ingenieras, transportistas, astronautas, agricultoras o ministras y que eso debe reflejarse también en la imagen que de la mujer transmiten los medios de comunicación".
El cambio de agenda que estos temas están experimentando en los medios obliga a insistir en el adecuado tratamiento, estilo y lenguaje en el que deben posicionarse cuando aborden contenidos de maltrato y violencia contra las mujeres. Así, en abril de 2007 se constituyó la Comisión Asesora de la Imagen de las Mujeres en la Publicidad y los Medios de Comunicación [3] con la intención de impulsar acciones por parte de entidades como RTVE:, AEAP (Asociación Española de Agencias de Publicidad o FACUA (Asociación de Consumidores y Usuarios en Acción) entre otras, que contribuyeran al cambio cultural de la sociedad en la lucha contra los estereotipos de genero y discriminaciones contra las mujeres. Sin embargo, no será hasta noviembre de ese mismo año cuando el gobierno se vea obligado a revisar el tratamiento informativo que se estaba realizando en los medios ante los casos
de violencia machista. Por esta razón, se comprometían a crear un grupo de trabajo con expertos sobre la materia con el fin de mejorar el tratamiento, enfoque adecuado así como la creación de una figura (Defensor de la Igualdad) que velaría por la profundización de dichos contenidos.
Lamentablemente la gota que rebasó el vaso en esta ocasión fue el caso del asesinato de la mujer rusa Svetlana, hecho muy similar al acontecido diez años atrás con otra mujer, Ana Orantes, considerado éste por muchos profesionales del periodismo como un antes y un después en la importancia y tratamiento de este tipo de noticias. En esa ocasión la mujer di fundió su testimonio de malos tratos en un programa de televisión y días después fue asesinada por su marido. Sus palabras podría haber servido como ejemplo para otras mujeres y como toma de con ciencia del problema en la sociedad, sin embargo, a lo que contribuyó fue a desatar las iras del marido, que terminaron con su muerte.
El doble juego de los medios de comunicación se presenta, por un lado, como el instrumento útil, rápido y masivo de difusión para el público y, por otro, como el escaparate donde todo vale y está permitido en aras de la libertad de expresión. El poder de este arma de doble filo recae en los principales líderes informativos y de opinión.
En este sentido, el Instituto de la Mujer cree que es necesario encontrar fuentes adecuadas ya que una utilización inadecuada del testimonio de las victimas de violencia puede poner en peligro su integridad. Por ejemplo, asociaciones de ayuda a victimas se niegan a que aparezcan en los medios de comunicación con el fin de evitar el morbo y generar un espectáculo de este problema. La consulta de opiniones de expertos, sentencias judiciales, asociaciones de mujeres maltratadas, campañas de información y prevención como fuentes prioritarias ayudará a ubicar el problema y otorgarle la importancia que se merece.
En cuando al lenguaje utilizado en las informaciones habrá que huir de las frivolidades y el sensacionalismo:
"Adjetivos como celoso o bebedor para definir al agresor, nos acerca a la exculpación. Decir de la víctima, por ejemplo, que era joven y guapa, salía con amigos o tenía un amante, desvían el foco de lo verdaderamente importante y nos acercan también a la disculpa o la comprensión del maltratador” [4].
Al mismo tiempo, hay voces que apuntan a una mayor especialización en estos temas por parte de los periodistas que trabajan en las redacciones y que cubren temas de género y violencia. Lo sorprendente es que esta iniciativa ya se había tomado en cuenta en la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres o Plataforma de Acción de Beijing en 1995 [5] dentro de las medidas que tenían que adoptar los gobiemos y las organizaciones internacionales, mientras que no atentaran contra la libertad de expresión, comprometiéndose a: "Desarrollar programas de formación y sensibilización sobre asuntos de género para las y los protesionales de los medios de comunicación, que incluyan también a propietarios y gestores de ambos sexos con el fin de que se utilicen y se fomenten en los medios imágenes equilibradas, plurales y no estereotipadas sobre las mujeres".
En definitiva, se trata de llevar a la práctica, como hemos visto que se viene haciendo, las políticas de igualdad a través de campañas que promuevan y difundan masivamente pero con cautela y tratamiento adecuado la equidad de género, eliminen estereotipos arcaicos sobre la condición de la mujer y contribuyan a hacer desaparecer la violencia y los malos tratos a través de contenidos que representen la verdadera realidad de la mujer de hoy. La verdadera cara que debe tener la Mujer.
[2] Mujer, violencia y medios de comunicación. Dossier de prensa, Instituto de la Mujer e Instituto Ofcial de Radio y Televisión, RTVE, 2002.
[3] Comsión asesora de la Imagen de las Mujeres en la Publicidad y en los Medios de Comunicación. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 12 de abril de 2007.
[4] Mujer, violencia y medios de comunicación. Dossier de prensa, Instituto de la Mujer e Instituto Ofcial de Radio y Televisión, RTVE, 2002.
[1] IV Conferencia Mundial sobre las mujeres. Plataforma de Acción de Beijing, Naciones Unidas, 1995.
Catalina Lara Coronado
En el Prólogo del Informe "Política Científica en la Unión Europea: Promover la excelencia potenciando la igualdad de genero", elaborado por el grupo ETAN de la Comisión Europea [1], el entonces Comisario de Investigación Philippe Busquin decia: "Al entrar en el siglo XXI, el papel de la ciencia y la tecnología se hará más importante que nunca hasta ahora. Para que podamos estar a la altura de los desafíos y oportunidades que surgirán en el nuevo milenio, es esencial que Europa maximice todo su potential investigador. Hay, sin embargo, un aspecto clave que continúa limitando el futuro potencial investigador de Europa: la infra-representación de las mujeres en los campos de la ciencia, la investigación y el desarrollo. Una mayor presencia de mujeres en investigación mejoraría la utilización de recursos humanos al tiempo que enriquecería la tarea científica con nuevos temas y perspectivas". A la luz de los datos y análisis del Informe ETAN se inició una decidida apuesta de la Comisión Europea por incrementar la participación de mujeres en puestos de responsabilidad en investigación y desarrollo, afirmando que esta infra-representación supone no sólo un gran despilfarro de talento, cuantificable con parámetros económicos, sino tambien una injusticia, cuantificable con parámetros sociales de bienestar. Figura 1. Situación de mujeres y hombres en las Universidades públicas españolas. Figura 2. Situación de mujeres y hombres en el CSIC. (Tomado de Este tipo de gráficos aplicados a distintas instituciones permiten diagnosticar la existencia del denominado techo de cristal, un conjunto de barreras sutiles e invisibles que, de forma acumulativa y sinérgica, frenan el acceso de las mujeres a los altos cargos de las carreras profesionales. La naturaleza de estas barreras es eminentemente cultural y muchas están relacionadas con prejuicios [3] (en el sentido literal de la palabra, esto es, conclusiones previas a un análisis o juicio basado en evidencias) y asignaciones sociales de roles. Un prejuicio muy común en el mundo académico, que se filtra a la sociedad, es la creencia de que la investigación científica ha sido históricamente, y por tanto es normal que siga siendo, un asunto de hombres. Comprensible la primera parte de la idea, si se tiene en cuenta el dato histórico de
que las mujeres tuvieron expresamente prohibido el acceso a muchas Universidades en Europa hasta finales del siglo XIX o principios del XX, que en las que se las admitía tuvieron serias dificultades para realizar estudios o conseguir los títulos para ejercer la profesión (por ejemplo medicina) [4], y que con la honrosa excepción de algunas Universidades italianas, como las de Bolonia o Padua, en muy pocas pudieron ejercer como profesoras y catedráticas [5]. Es compresible pero veremos que incierta, y no puede sustentar su conclusión derivada. Notas [1] "Science policies in the European Union: Promoting excellence through mainstreaming gender equality". ETAN Group, CE, 2000 (ftp://ftp.cordis.europa.eu/pub/etan/docs/women.pdf).
La situación actual de las mujeres en el ámbito de la Ciencia y la Tecnología puede visualizarse fácilmente mediante lo que se denomina una gráfica en tijera, como la que se muestra para la Universidad Pública española (Fig. 1) o para el CSIC (Fig. 2) [2]. Son mujeres el 60% de las personas que realizan y terminan estudios universitarios, y el 50% de las que obtienen el Doctorado, sin embargo la participación de las mujeres en la actividad investigadora y docente de nuestras Universidades dista mucho de ser igualitaria con la de los varones: decrece notablemente en las escalas profesionales altas, de forma que sólo son mujeres un 36% de los Profesores Titulares de Universidad (TU) y Catedráticos de Escuela Universitaria (CEU), y este porcentaje baja al 14% en Cátedras de Universidad. Análogamente, en el CSIC hay un 53-54% de becarias y doctoras contratadas pero a
medida que se sube en la escala el porcentaje de mujeres va siendo cada vez menor.
Curso 2005-2006. (Datos de Académicas en Cifras 2007, UMYC, Ministerio de Educación y Ciencia)
Académicas en Cifras 2007, UMYC, Ministerio de Educación y Ciencia)
Cada vez son más los estudios que muestran el papel protagonista que algunas mujeres, a pesar de todas las dificultades, han tenido en el desarrollo del conocimiento científico, ese entramado de ideas y pequeños avances que se va forjando y evoluciona como algo vivo, y que cuando llega su momento de madurez se abre y muestra el fruto del descubrimiento. Asi ocurrió en Francia, Inglaterra y Alemania durante el periodo de la Ilustración y el nacimiento de la ciencia moderna. Todas fueron mujeres privilegiadas que gozaron de las condiciones familiares y económicas adecuadas para instruirse, cultivarse y desarrollar sistemas de pensamiento e investigaciones experimentales, a pesar de estar excluidas de las instituciones académicas y de los círculos científicos masculinos. Todas tuvieron que superar grandes obstáculos y en muchas casos soportar mofas y descréditos para poder dedicarse a su pasión.
Con luz propia brilla Emilie de Breteuil, marquesa du Chatelet (1706-1749), autodidacta, especialmente dotada para la física y las matemáticas. Compaginó una intensa vida social, que le permitió relacionarse con los principales científicos franceses entre los que difundió y defendió las nuevas ideas de Newton y Leibniz frente al cartesianismo imperante, con un trabajo deductivo y experimental serio y riguroso que fue publicando en un principio de forma anónima (como las Institutions de Physique), y posteriormente con su nombre cuando ganó seguridad. Consciente de que uno de los problemas que tenían los académicos franceses para entender a Newton era su latín, emprendió la traducción al francés de los Principia Mathematica, completándolos con sus propios comentarios y desarrollos matemáticos. Su Newton, como ella lo llamaba, fue su obra póstuma [6]. Sigue siendo la edición de referencia y la fuente para otras traducciones. Con ella, se consagró el método científico de Newton en Europa.
Antes que ella, en Inglaterra, lady Anne Finch, condesa de Conway, (1631-1679) [7], tambien autodidacta y rigurosa, desarrollaba un sistema filosófico para aunar el mundo material y el espiritual. Su sistema se basaba en un universo constituido de partículas básicas indivisibles llamadas mónadas, dotadas de fuerza vital, opuesto al universo mecanicista de Descartes. Por decoro no quiso que su obra fundamental se publicara con su nombre y al morir la legó a Franciscus van Helmont con el resto de sus escritos. Van Helmont la publicó como editor en Amsterdam en 1690 en latín, Principia Philosophiae Antiquissimae et Recentissimae, y en Londres dos añpu&ecute;s en ingl&ecute;s, atribuyéndola en el prefacio a una cierta condesa inglesa extremadamente bien versada en toda clase de filosofías. Cuando van Helmont se instala en Hanover explica y discute las ideas de estos Principia con
Leibniz y Sofía de Hanover. EL sistema y los conceptos de Conway están en la base de la Monadologia (1714) de Leibniz. Curiosamente, y es justo decirlo, tanto van Helmont como Leibniz se referían a "la condesa inglesa" o a la "condesa de Kennway" —siguiendo la fonética— como origen de las ideas vitalistas, pero no así los historiadores de la ciencia, que durante mucho tiempo incluso atribuyeron los Principia Philosophiae a van Helmont.
Otra aristócrata inglesa, lady Mary Wortley Montagu (1689-1762), también autodidacta, erudita y observadora, vivió unos años en Turquía con su marido, que era embajador. Allí se dedicó a observar las costumbres del país, y vio como las campesinas realizaban una práctica casi ritual que llamaban la inoculación, que consistía en recoger pus de una persona infectada de viruela y, con la punta de una aguja, inocular una pequeñísima cantidad en una vena de personas sanas, para conseguir de esta forma que sufrieran una manifestación extremadamente benigna de la enfermedad y quedaran protegidas de padecer el mal. Tras constatar la efectividad del procedimiento —al que comenzó a llamar variolización y vislumbrar su mecanismo—, a su vuelta a Inglaterra, donde la viruela hacía estragos, consiguió interesar en el proyecto a la princesa de Gales y a varios médicos de la corte y prepararon su
primer ensayo clínico: seis condenados a muerte aceptaron ser inoculados a cambio del perdón. EL Real Experimento se realizó en 1721, supervisado por médicos y miembros de la Royal Society y fue un éxito. Después se repitió con niños del hospicio de Westminster con igual resultado: enfermaban levemente y luego en contacto con enfermos graves no se contagiaban. La propia princesa de Gales y lady Mary variolizaron a sus hijos y el procedimiento se extendió por toda Inglaterra y Europa, aunque contó con la oposición de muchos médicos y de la Iglesia. No deja de ser curioso que en las historias de la medicina se atribuya totalmente el descubrimiento de la profilaxis contra la viruela a Edward Jenner, que utilizando una pústula vacuna consiguió simplemente una variante más segura que la variolización por pus humana, y ensayó sólo con un niño de ocho años. Pero las mujeres no pod&
iacute;an estudiar medicina en Inglaterra, y no se iba a reconocer el mérito de esta práctica médica a una señora "ignorante", y menos a las campesinas turcas.
Deberíamos recordar también a Caroline Herschel (1750-1848), la cazadora de estrellas, descubridora de más de diez cometas y varias nebulosas, y que colaboró con su hermano William, constructor de potentes telescopios, en el descubrimiento de más de mil estrellas binarias y otras tantas nebulosas. Y a las botánicas y entomólogas (Margaretta Hopper Riley, Eleanor Ormerod, y tantas más) que popularizaron las colecciones de especimenes y convirtieron la biología descriptiva en una moda. Y a la divulgadora Jane Marcet (1769-1858), cuyas Conversations on Chemistry; on Botany; on Vegetable Physiology, y on Natural Phylosophy, escritas en forma de diálogos entre una profesora y dos estudiantes permitieron dar a conocer estas ciencias y su desarrollo en toda Europa. Traducidas y continuamente reeditadas, especialmente las de Química, eran cuidadosamente revisadas por su autora que actualizaba contenidos e introducía nuevos conceptos.
Una labor inestimable para despertar el interés por la ciencia.
No podemos dejar de recordar, ya en el Siglo XIX, a dos grandes científicas: Mary Somerville (1780-1872), a quien llamaron "la reina de las Ciencias" pues las cultivó todas, matemáticas, física, geografia física, o astronomía; y Ada Byron, condesa de Lovelace (1815-1852), quien a los 15 años y siendo una niña prodigio, quedó fascinada con la Máquina Diferencial de Charles Babbage, capaz de hacer cálculos numéricos, y le propuso desarrollar un sistema de comunicación para que una Máquina Analítica pudiera entender órdenes, conectar informaciones, y establecer relaciones. Utilizando nuestro lenguaje actual, en su colaboración Babbage desarrollaría el Hardware y Byron el Software, el lenguaje de programación, iniciando así las ciencias de la computación. Somerville y Byron compartieron, además de su amistad, la suerte de contar con el apoyo y la colaboració
n de sus respectivos maridos. Ellos, que no eran científicos pero sí hombres muy cultos, se hicieron nombrar miembros de la Royal Society (esta institución no admitió mujeres hasta el siglo XX), para poder utilizar sus recursos y sus relaciones en beneficio de sus esposas —ambos recopilaban bibliografía y copiaban textos para ellas en la magnífica biblioteca a la que ellas no tenían acceso, las tenían al corriente de los temas que se discutían en las sesiones, y Mr. Somerville presentaba las comunicaciones de su esposa.
No tuvo tanta suerte Sophie Germain (1776-1831), brillante matemática autodidacta, que a pesar de no contar con una formación académica ni tener acceso a las publicaciones y los intercambios de información de sus coetáneos masculinos, realizó en solitario grandes aportaciones a la teoría de números, al desarrollo del cálculo diferencial y formuló ecuaciones para modelar la resistencia a la vibración de las superficies elásticas en relación a sus curvaturas, trabajo éste que le valió el Gran Prix Extraordinario de la Academia de Ciencias de París en 1816 y el disgusto de que uno de los miembros del jurado de dicho Premio publicara antes que ella sus desarrollos matemáticos y la acusara posteriormente de plagio.
Todas ellas y muchas más han fecundado antes, entonces y después, la ciencia y nos han legado, aun de incógnito, su análisis del mundo y de la realidad que nos rodea. Muchas han sido invisibles o han sido posteriormente invisibilizadas, con lo cual generaciones de jóvenes interesadas en la ciencia hemos carecido y siguen careciendo de modelos femeninos de éxito. El estereotipo de científico es un hombre. Sólo se ha mostrado a la que no podía borrarse: María Sklodowska Curie, única persona que ha recibido dos Premios Nobel en Ciencias, Física y Química. Pero no se suele considerar, por ejemplo, a su hija, Irene Joliot-Curie, también Premio Nobel de Química, ni a María Goeper Mayer, Nobel de Física, ni a Rosalyn Yallow, Nobel de Fisiología y Medicina, ni a Christiane Nüsslein-Volhard galardonada con este mismo premio, ni a tantas otras. Y en los libros de Bioquímica se suele
seguir escamoteando a Rosalind Franklin el papel esencial y casi único que tuvo en el posiblemente mayor descubrimiento bioquímico del siglo XX, la estructura del DNA: obtuvo los mejores cristales, perfeccionó el refractómetro de Rayos X para poder obtener la resolución necesaria, obtuvo las magníficas fotograíias y supo que era una hélice, desarrolló manualmente las ecuaciones necesarias para calcular los parámetros y dimensiones de la hélice, y los calculó. Mientras preparaba sus artículos para dar a conocer sus resultados, de forma más que irregular éstos llegaron a manos de o tras personas que construyeron un modelo de varillas metálicas con la estructura y las dimensiones deducidas por Franklin. Publicaron el modelo tres páginas por delante del artículo de Franklin, en el mismo número de la revista Nature y han pasado a la historia como autores del descubrimiento [8].
A lo largo del siglo XX, se ha conseguido el derecho de las mujeres de cualquier clase social al acceso a las Universidades, al menos en todos los países occidentales, primero a las aulas, luego a los laboratorios y a los fondos de sus bibliotecas, finalmente a los estrados. En toda Europa hace ya muchos años que las mujeres reciben educación superior en más o menos los mismos porcentajes que los hombres y, sin embargo, también en casi toda Europa se observan para las Universidades gráficas en tijera similares a las que mostramos en las figuras 1 y 2. Esas tijeras abiertas están clavadas en el alma de nuestras instituciones académicas. Por la herida sangra el talento —y la pasión por conocer y ser reconocidas— de las mujeres. Por esa herida intuyo que sangra también algo valioso de los hombres, que no acierto a definir. Quizá alguno de ustedes, y hablo en masculino no genérico, sepa que es y quiera decírmelo. Por mi
parte les diré que estoy convencida de que si algún día fuéramos capaces, mujeres y hombres, de cerrar esas tijeras, no sólo se "mejoraría la utilización de recursos humanos al tiempo que enriquecería la tarea científica con nuevos temas y perspectivas", como decía el Comisario Busquin, sino que conseguiríamos que nuestras Universidades no perdieran el alma.
[2] "Académicas en cifras 2007". Unidad de Mujeres y Ciencia del MEC, Gobierno de España (http://www.mec.es/ciencia/umyc/files/2007-academicas-en-cifras.pdf).
[3] Aunque escapa del propósito initial de estas póginas, les recomiendo la lectura de un artículo publicado en una de las revistas científicas de mayor prestigio en el mundo, en el que se hace un análisis sobre los prejuicios inconscientes que pueden viciar un proceso de evaluación de la actividad académica: Wenneras C. & Wold A. (1997) Nepotism and sexism in peer-review. Nature, 387, 341-343.
[4] 1. Véanse los capítulos ampliamente documentados de Consuelo Flecha y de Antonio Canales en "El Segundo Escalón. Desequilibrios de Género en Ciencia y Tecnología" (C. Lara, Ed). Editorial ArCiBel, Sevilla, 2006. A veces los avances en la igualdad fueron seguidos por retrocesos y nuevas prohibiciones, como ocurrió en España, en un continuo zig-zag.
[5] Es curioso que, cuando pudieron estudiar o enseñar en esas escasas Universidades eligieron matemáticas, física y filosofía natural. Como ejemplos, tenemos en el siglo XVII a Elena Comaro Piscopia, Doctora en Filosofía y Profesora de Matemáticas en la Universidad de Padua, o en el Siglo XVIII en Bolonia a Laura Bassi, eminente Catedrática de Física, y a Maria Agnesi, Catedrática de Matemáticas y Filosofía natural, autora de las "Instituciones analíticas", un libro publicado en 1748 y traducido a varios idiomas, que fue considerado durante casi un siglo el texto matemático más claro y completo.
[6] Una buena biografía y su correspondencia pueden encontrarse en M du Chatelet "Discurso sobre la felicidad". Ed. Isabel Morant, Cátedra, Valencia, 4a ed 2002.
[7] M. Alic "El legado de Hipatia", Siglo XXI Ed., México, 2a ed 2005. En este libro se pueden encontrar datos sobre las demás científicas mencionadas en este artículo. Biografía y bibliografía de Conway en: http://plato.stanford.edu/entries/conway
[8] Véase la documentación de estas afirmaciones en el capítulo "Rosalind Franklin y el descubrimiento de la estructura del DNA. Un estudio de caso sobre la (in)visibilidad de las mujeres en ciencia", en "El Segundo Escalón. Desequilibrios de Genero en Ciencia y Tecnologia" (C. Lara, Ed). Editorial ArCiBel, Sevilla, 2006.
El XVII Premio de
Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por
unanimidad al artículo presentado por D. Angel González Quesada, poeta. El artículo premiado se titula Las atrapadas y fue publicado en
el periódico El Adelanto de Salamanca, el 31 de octubre de 2009.
La ganadora del accésit es Dª Laura Freixas, escritora, columnista y crítica literaria. El artículo premiado, que se denomina El sexo de la
creación, fue publicado en el periódico la Vanguardia el 4 de marzo de 2009.
Fueron miembros del jurado:
Angel González Quesada
No figuran específicamente como uno de los múltiples colectivos que la convivencia establece e identifica (los parados, los mayores,
los peatones, los indecisos...) y, sin embargo, forman parte de todos y cada uno de ellos: son las atrapadas. Están alrededor, son familia nuestra,
tan invisibles como evidentes, mayoría de mayorías, normales en su anormalidad, mujeres víctimas de un maltrato al tiempo colectivo y personal
que nadie denuncia, tristes a fuerza de ocultarlo, pero con una infelicidad profunda que les devora al tiempo que el alma el futuro y el presente, con una decepción
vital que las asfixia en su estupor cotidiano. Son las atrapadas, inmensa legión de víctimas femeninas de un modo de vida a su pesar,
que les ensucia la existencia con una forma de liberticidio prisionero de la normalidad. Tienen cualquier edad, casadas, con hijos, trabajadoras fuera o dentro,
reconocidas, o no, profesionalmente, pero sumidas en una dinámica machista que les impone la obligación personal no escrita de atender la casa
y los hijos, Y al marido y la ropa, y la comida y el médico, y la salida del colegio y la colcha de la cama, y el polvo de los muebles y el arroz de
los domingos... en una multiplicidad de obligaciones y horarios que las atrapan irremisiblemente en un círculo sin salida ni tiempo, en el que la
insolidaridad más cercana, junto con la gratuita crueldad y la ingrata indiferencia de los suyos, elevan el muro de desesperanza que las inmoviliza,
las deprime, las entristece y ahoga.
Son las atrapadas, mujeres en su mayoría de eso que llaman la clase media, hipotecadas de por vida por el descarnado machismo egoísta
cotidiano que toma por hábito la injusticia, en una suerte de indiferente y perversa normalidad. Atrapadas por la comodidad de los suyos
alimentada por atavismos y cómodas costumbres del macho milenario, tristes a solas, Intimamente infelices, lejanas más en la piel
que en el tiempo de tal vez el afán que les mintió un día la felicidad de encontrarse en una vida de plenitud que se llamó
la casa o la unión, o el matrimonio, o la ilusión primera de la maternidad y la alegría de compartir, aquel amor quizás
entonces enorme y hoy disuelto en el tedio que siembra el resquemor y hace crecer la lejanía; y, enseguida, despeñadas en la obligada
servidumbre que llena de filos la convivencia transrnutada en gota de amargura, la maternidad en incómoda condena a solas que emponzoña
el aire de lo que se deseó con el ventarrón de lo impuesto, y la agria certeza de que no hay salida, ni siquiera en la insolencia de un
paréntesis sólo capaz del tibio consuelo de ver en otros ojos el mismo poso de estupor.
La estadiscica habla de conciliar la vida familiar y laboral, refleja porcentajes, inventa diferencias, da pautas de bienestar en las mujeres de hoy,
habla con ellas de igualdad, las defiende en la letra, las protege en el pasquín, presume de logros sociales y derechos conseguidos,
del cambio experimentado, de la incorporación y del acceso, define el perfil de la mujer espafiola actual: trabajadora, intelectualmente inquieta,
familiar y crítica... Abstracciones que no tocan la vida de vivir que transcurre mucho más abajo. Los gráficos no hablan de la
decepción que crece en las entrañas de las atrapadas, de las falsas promesas, de la dinámica de servidumbre machista que les impone
un modo de esclavitud familiar y social que nadie sino a ellas parece doler; ni de la infelicidad que pesa sobre los hombros de esos millones de mujeres,
más y menos jóvenes, madres-siervo, esposas-esclavo, nueras-enfermera, objeto de mercadería, incapaces de librarse de la diabólica
espiral sembrada de órdenes no pronunciadas que les niegan el tiempo y la ocasión de realizar ninguno de sus sueños, compartir con equidad,
encontrarse alguna vez, en algún lugar, siendo lo que desearon, tal vez lo que son pero de otra forma, con un poso de ternura o agradecimiento, y tiempo,
y no ese desvarío de asfixia interminable, no el injusto autodesprecio de saberse atrapadas.
Laura Freixas
Ser mujer en la cultura ¿Es un mérito?
¿Un prejuicio? ¿Un género? ¿Discrimina?
¿Asimila la gran revolución del siglo XX?
¿Un arte con características propias?
No, pero...
"Hay quien se pregunta por qué el Persiles es tan distinto del Quijote, procediendo ambos del mismo autor. Parece ser que, entre la escritura de uno y otro,
Cervantes se sometió a una operación de cambio de sexo". Así contesta Belén Gopegui cuando se le pregunta si la literatura escrita por
mujeres tiene características específicas. Y Cristina Peri Rossi: "Si el arte no se puede poner en el lugar del otro, estamos perdidos". Pero otras
respuestas son más matizadas. "Si son buenos escritores/as, no veo la diferencia, aunque una mujer conocerá mejor el mundo de las mujeres a la hora
de novelizarlas", opina el crítico Juan Antonio Masoliver; y su colega José M.ª Pozuelo Yvancos aporta una reflexión interesante: "El que se
escriba como una mujer (cosa que ocurre algunas veces) no obedece a ser mujer sino a escribir como mujer".
En música, la respuesta negativa es unánime:
no hay diferencias, aunque Marisa Manchado sugiere que "las mujeres se arriesgan más porque tienen menos que perder". En artes plásticas, según
Victoria Combalía, "no hay características especiales", pero sí "una mayor predisposición a ciertos temas como la identidad sexual,
los patrones de género, la liberación sexual, la soledad, la relación madre-hija...". También en teatro, señala Margarita Borja,
muchas creadoras (y algunos creadores) intentan "tomar distancia respecto a los estereotipos" sexistas. En fin, a la pregunta de si el arte creado por mujeres
tiene características específicas, las respuestas suelen dar una de cal y otra de arena, equilibrio que resume bien Inés París cuando explica:
"En una directora no es tan determinante el que sea mujer como se nos hace creer cuando se añade a su obra el adjetivo de cine de y para mujeres (que se considera
casi un género, como la comedia o el thriller)". Pero "sí es verdad que ellas reparten más los papeles protagonistas, son críticas con la
violencia contra las mujeres, se interesan por retratar personajes femeninos complejos o novedosos y están menos obsesionadas por la belleza y juventud de sus protagonistas".
¿Tiene sexo la creatividad? O más concretamente: a las mujeres, en el arte y en la cultura, ¿se las reconoce por sus méritos o hay algún
tipo de discriminación, de prejuicio...?
EL SEXO DE LA CULTURA
¿Qué significa que "el cine es de las mujeres" o "los libros son cosa de mujeres"? Curiosamente, esos y otros titulares se publican sin ir acompañados
de una sola cifra. Cuando la hay, como en "el 80% de los lectores son lectoras", no cita fuente... y hace bien, porque los datos lo desmienten. Lo cierto, según
la última Encuesta de hábitos de consumo cultural del Ministerio de Cultura, es que el consumo cultural está bastante equilibrado: leen regularmente
el 57% de las españolas frente al 48% de los hombres, van al teatro el 21% de ellas y el 17% de ellos, al cine el 50% de ellas y el 54% de los varones...
Nada parecido entre los gestores. Cierto que hay muchas mujeres entre galeristas de arte y agentes literarios (en este caso –y es un ejemplo que todos citan–,
ellas son casi el 100%), tal vez por tratarse de profesiones relativamente nuevas. También abundan las jefas de prensa, subdirectoras, coordinadoras..., algo que
Victoria Combalía (historiadora y crítica de arte) atribuye a que se trata de tareas "más fatigosas y menos pagadas". En cambio, las empresas de envergadura
(dirección de cine y de teatro, museos, orquestas...) están, casi sin excepción, en manos masculinas.
Pasemos ahora a las creadoras. ¿Hay tantas como creadores? La novelista Belén Gopegui contesta con sarcasmo: "Desde luego, basta con ver los catálogos de
las –si quedan– editoriales de prestigio, las listas de los premios no comerciales, las nóminas de los suplementos culturales". Y otra escritora, Cristina Peri Rossi,
concreta: "De los libros que se publican en España, sólo un 20% o 25% están escritos por mujeres." En artes plásticas, "hay muchas menos mujeres que hombres",
asegura Combalía, y lo corrobora un estudio de la Associació d'Artistes Visuals: de los 1.500 residentes en Catalunya, son mujeres el 29%. En música, salvo solistas de algunos instrumentos (piano, flauta), los varones predominan, sobre todo en composición (12% de mujeres) y dirección orquestal (6%). En artes escénicas, tres cuartos de lo mismo: "Lo que hay es mucha secretaria", ironiza la actriz Imma Colomer. Según datos recopilados por el Projecte Vaca que ella dirige, hay más varones en todas las profesiones de ese campo –actores, dramaturgos, directores, escenógrafos– con la única excepción de los bailarines. En cine, "somos muy pocas y siempre las mismas", se queja la directora Inés París, y un estudio dirigido por Fátima Arranz, de la Universidad Complutense, concreta cifras: de las películas españolas estrenadas entre el 2000 y el 2006, sólo un 7% han sido
dirigidas por mujeres...
En síntesis, parece que las mujeres son la mitad o poco más de los consumidores de cultura, mucho menos de la mitad de los artistas (10% de cineastas, 20% de escritores,
30% de artistas plásticos, en números redondos), y casi inexistentes en aquellos puestos, creativos o de gestión, que conllevan más poder, visibilidad y presupuesto:
directores de cine, de orquesta, de festivales, de productoras de cine, de cadenas de televisión... Pero esta regla, según la cual las mujeres se abren hueco en actividades autónomas,
baratas y solitarias, como escribir o pintar, se incumple en muchos casos... en detrimento de ellas: así, contra pronóstico, hay mayoría masculina entre compositores y dramaturgos
(quizá porque ambas profesiones, aunque se ejerzan en privado, desembocan en el espacio público, el abultado presupuesto y el trabajo de equipo), y cosa a primera vista más
sorprendente: son varones la inmensa mayoría de críticos de casi cualquier área (excepto, quizá, artes plásticas).
Inercia y prejuicios
Cuál sea la causa de la desigualdad es algo que no suscita demasiadas controversias. "La inercia machista" (Margarita Borja). "La norma no escrita por la que se
reconoce siempre lo masculino y los varones como de mayor valor" (Fátima Arranz). "El prejuicio inconsciente de que las mujeres no piensan igual que los varones y
por tanto piensan mal", corrobora Marisa Manchado. Inercia, machismo, prejuicios… pero ¿operan igual en uno y otro sexo? "Los espacios de poder siguen
reservándose para los hombres y cuesta dejar el mando", sugiere Imma Colomer. "Todo el mundo pretende estar libre de prejuicios, pero una cosa es lo que decimos
públicamente y otra lo que pensamos o incluso lo que decimos entre hombres", confiesa el crítico literario de este periódico Juan Antonio Masoliver.
Y Belén Gopegui apunta con ironía: "Siempre que un grupo social conquista el poder procura inmediatamente compartirlo, los banqueros ceden el control de sus
bancos a obreros y parados, etcétera, y esto es lo que ha ocurrido con el patriarcado". ¿Y las mujeres? "Llevo años en la universidad –explica el
crítico de arte Fernando Castro Flórez–, y veo pasar generaciones enteras en las que las mujeres suelen tener mejores expedientes y demuestran una
vocación y capacidad de trabajo extraordinaria. Luego, hombres de manifiesta mediocridad se encaraman a los puestos de máximo poder y muchas de aquellas
mujeres, supongo que decepcionadas hasta límites innombrables, abandonan la especialización en que tantas esperanzas habían depositado."
Todo ello se confabula para hacer que el techo de cristal sea "como mínimo de duralex", ironiza Fátima Arranz. La cuestión, claro, es saber si las
cosas están cambiando. Algunos ven el vaso medio vacío, otros medio lleno: "Se percibe una evolución pero a un ritmo claramente más lento del
que sería lógico esperar", opina el compositor José Luis Turina. "Las cosas evolucionan. No muy deprisa pero ostensiblemente", dice el crítico
musical Arturo Reverter. "Estamos en el buen camino", afirma Colomer... No es esta la opinión de Fernando Castro: "Las cosas están evolucionando... a peor.
La impresión que tengo es que estamos en un momento regresivo. El feminismo está, popularmente, caricaturizado. Incluso entre las generaciones más
jóvenes se advierte un repunte de la mentalidad retrógrada."
No es sólo cuestión de cifras. "Se pone demasiado énfasis en el acceso y el número en detrimento de la visibilidad", opina la musicóloga
Susan Campos, fundadora del Portal de Compositoras. "No creo que en el mundo del arte se pueda hablar de igualdad o desigualdad en términos cuantitativos. Sí
podemos hablar de oportunidades, de prestigio, de reconocimiento", explica Anna Caballé. "La cotización de las artistas es inferior, a las mujeres no se les
reconoce casi ningún mérito hasta que están muy mayores", dice Combalía; y la escritora Carme Riera: "Tenemos que estar demostrando continuamente
que no somos floreros ni cuota". ¿Ejemplos concretos? Todas tienen su anécdota, como la que cuenta Peri Rossi: "Una vez, en Berlín, el bueno de Juan Rulfo,
en un congreso, fue a escucharnos a Elena Poniatowska y a mí diciendo, afablemente: 'Ahora vamos a escuchar a las nenas'". Anécdotas aparte, lo más preocupante
es que el futuro lo construyen, imperceptiblemente, unas academias, una crítica literaria, unos espaldarazos institucionales (como el premio Cervantes o los Nacionales),
libros de texto y programas universitarios, de los que están ausentes las mujeres y el afán de igualdad. "Para las escritoras es más difícil entrar a
formar parte del canon y de las academias, como la RAE, con una sola escritora –Matute–, o el Institut d'Estudis Catalans", observa Riera. "Me asombra, me pasma y me
azora que la crítica literaria sea un reducto casi exclusivo de los hombres", dice Peri Rossi, y añade: "Mientras el canon esté en manos de críticos varones,
dudo mucho que se reconozca con inteligencia y generosidad la obra de algunas escritoras." Todo lo cual se refleja, y eso es seguramente lo peor, en los manuales escolares. "Mi
hijo de 14 años estudia literatura en la ESO y en el libro de lecturas que manejan no figura una sola escritora. Sólo varones. ¿Cómo pueden formarse las niñas
de su curso que quieran ser escritoras? Están aprendiendo en un modelo que no las incluye, ni se interesa por ellas formativamente, ni por considerar otra mirada sobre el mundo
que la masculina. ¿Qué ejemplo es ese?" Pues sí que
vamos bien...
GALERÍA JUANA DE AIZPURU
CRISTINA LUCAS (Úbeda, 1973)
El eje del mal (2003)
En este vídeo de animación, realizado a raíz de la invasión de Iraq, el ritual de la enseñanza materno-filial de la
limpieza doméstica sirve como metáfora para criticar con sarcasmo la propaganda bélica occidental
EULÀLIA VALLDOSERA (Vilafranca del Penedès, 1963)
El culto a la madre (IV Seductora) (1996)
En una de sus primeras instalaciones –ya clásica–, la proyección de luz sobre unos envases de limpieza forma la imagen de la madre castradora, como una sombra amenazante
MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA
ALICIA FRAMIS ((Mataró, 1967)
Against domestic violence. Madrid (2003)
Una performance desde su galería hasta el MNCARS con vestidos de diseñadores de 'haute-couture' confeccionados con una lona ignífuga para
protestar contra el acoso y violencia machista sobre las mujeres
CORTESÍA GALERÍA HELGA DE ALVEAR
El XVIII Premio de
Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por
unanimidad al artículo presentado por Dña. Mercè Rivas, periodista. El artículo premiado se titula ¿Republicanas? Prostitutas o débiles mentales y fue publicado en el periódico El País, el 27 de septiembre de 2010.
Los ganadores del accésit son Dña. Julia Gas y D. Javier P. Martínez, periodistas. El artículo premiado, que se denomina Síndrome de la alienación parental: cuando la solución es vivir con el maltratador, fue publicado en el periódico Diagonal (del 23 de diciembre de 2010 al 5 de enero de 2011).
Fueron miembros del jurado:
Mercè Rivas
La Junta de Andalucía piensa indemnizar a las mujeres que fueron vejadas por ser republicanas. Más vale tarde que nunca, aunque, como era de esperar, a Dolores de Cospedal no le ha gustado. No importa. Es una gran oportunidad para reivindicar a miles y miles de mujeres que fueron pisoteadas por sus ideas o simplemente por estar casadas o ser hijas de republicanos. Nunca fueron reconocidas como presas políticas, sino como prostitutas.
La mayoría de ellas han sido y siguen siendo invisibles. Tan solo puntuales historiadores han investigado sus vidas. Y lo seguirán siendo mientras en nuestras escuelas no se explique qué pasó. Ni nuestros universitarios ni los estudiantes de Bachillerato reciben información. Para los libros de texto estas mujeres no existieron. Y las nuevas generaciones las van conociendo a través del cine, de las series de televisión y de algunos libros.
El catedrático Vicenç Navarro, de la Universidad Pompeu Fabra, todavía se sorprende cuando ve a sus alumnos hablar con soltura de las desapariciones y torturas en Chile y Argentina y de la total ignorancia de lo que pasó en España. Nadie conoce a esas 19 jóvenes del pueblecito sevillano de Guillena que fueron asesinadas en el verano de 1936 o a Amparo Barayón, mujer del escritor Ramón J. Sender, que antes de ser fusilada le enviaba una nota a su marido diciéndole que habían hecho desaparecer a su hija Andreína.
En cambio, para los vencedores de la Guerra Civil, la mujeres fueron un pilar importante de su nuevo régimen dictatorial. Enfocaron en ellas todas su ideología y las convirtieron en su arma más importante para educar a futuras generaciones, para conseguir que las familias fueran el núcleo de la sociedad en donde "los valores del franquismo" se mantuviesen y proliferasen.
Y, por supuesto, con el entusiasmo de la jerarquía católica. No olvidemos que la mayoría de las hacinadas y cochambrosas cárceles fueron administradas y custodiadas por órdenes religiosas femeninas.
La influencia que las mujeres lograron para reproducir la represión moral y política fue una de las más útiles armas del régimen franquista. Abnegadas, calladas y obedientes, las mujeres del franquismo renunciaron, quizás sin saberlo, a vivir su propia vida, para sservir a los intereses del poder establecido.
En cuanto a las republicanas, por el hecho de haber perdido una guerra se convirtieron en seres inferiores, en lo que el historiador Ricard Vinyes denomina la "degeneración social del disidente". "Al fin y al cabo", añade Vinyes, "desproveer al enemigo de condición humana ha sido un requerimiento previo a su aniquilación".
Y si hay que recordar a algún experto en humillar y aniquilar a estas mujeres fue el comandante-psiquiatra Vallejo Nájera, que no dudaba en definirlas como "débiles mentales". Director del Gabinete de Investigaciones Sociológicas, nombrado directamente por Franco, teorizó hasta la saciedad sobre la inferioridad mental de la mujer-disidente.
En sus experimentos en la cárcel de Málaga, agrupaba a las presas por categorías de peligrosidad, considerando "las más degeneradas" a las que eran marxistas y catalanas.
En medio de tanto odio, la Fiscalía del Estado se alarmaba del aumento espectacular de suicidios: un 71,3% más que en el año 1932. Fue lo que acabó haciendo la licenciada en Ciencias Matilde Landa, detenida y trasladada a la cárcel de Ventas de Madrid en 1939, condenada a muerte e indultada gracias a las numerosas gestiones de sus familiares. Pasó 30 años en prisión antes de quitarse la vida.
De las presas de la cárcel de Málaga, Vallejo Nájera afirmaba que habían actuado "empujadas por el resentimiento y el fracaso social que en las mujeres era más notorio dada su perversión moral y sexual". Se las machacó de forma especial no solo por sus ideas políticas, sino por el hecho de ser mujeres. La virilidad de los vencedores se conformó como un elemento esencial. De ahí que la principal forma de represión fue la violación.
Como afirmaba la madrileña Juana Doña, militante del Partido Comunista, condenada a muerte, "se violaba en las comisarías, en los centros de Falange, en las cárceles, en los domicilios requisados", hasta el punto de que incluso en los informes de la Fiscalía se habló del alarmante ingreso en prisión de mujeres por el hecho de haber abortado, añadiendo la coletilla ideológica: "La mujer ahora prefiere la muerte a la maternidad".
Esta violencia fue impulsada desde el poder. Solo hay que recordar las arengas del general Queipo de Llano: "Nuestros valientes legionarios han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y de paso también a las mujeres. Esas comunistas y anarquistas se lo merecen. No se van a librar por mucho que forcejeen".
Muchas de ellas ya han fallecido, pocas siguen con nosotros, pero los que sí están y deberían conocer a fondo lo que pasó son sus nietos y bisnietos. Mientras no se explique a los jóvenes quiénes fueron y qué hicieron estas mujeres, no podremos dar por superada una etapa de nuestra historia. Lo más triste es que personas como Cospedal, que han tenido la oportunidad de leer e informarse, no lo hayan hecho.
Julia Gas y Javier P. Martínez
En juicios por la custodia de los hijos en un contexto de violencia y/o abusos, los jueces han validado la existencia de un trastorno infantil originado por la manipulación de la madre.
"Se tiene que ayudar al niño o la niña a apreciar que en nuestra sociedad tenemos una actitud exageradamente punitiva y moralista hacia los encuentros sexuales entre adultos y niños o niñas". Es lo que afirmó Richard Gardner, psiquiatra estadounidense con una causa por abuso sexual a sus espaldas, que se suicidó en 2003, a los 72 años. En 1985, Gardner, como perito judicial y en el marco de un litigio de divorcio por la tenencia de los hijos, nombró por primera vez lo que él denominó "síndrome de alienación parental" (SAP). Lo definió como "un trastorno infantil que surge casi exclusivamente en el contexto de disputas por la custodia de los niños", trastorno que podía llevar a éstos a acusar falsamente de abusos a uno de sus progenitores. Gardner consideraba que "casi siempre la denunciante es la madre, y el denunciado o acusado, es el padre". Por ello, testificó en más de 400 casos de custodia
infantil, en especial cuando se acusaba al progenitor de abuso sexual, culpando a la madre de realizar un "lavado de cerebro" al menor que le provocaba el SAP. Para contrarrestarlo incluso recomendaba al tribunal dejar al menor bajo la custodia del acusado de abuso.
200 casos de SAP en el Estado
Sin embargo, el SAP no ha sido reconocido como trastorno. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud o la Asociación de Psicólogos Americana, instituciones de referencia internacional, lo ignoran.
Pero algunos jueces españoles le han dado validez. No sólo aceptan informes en los que se alega la existencia del SAP sino que, en base a éstos, llegan a retirar la custodia a las madres. En el Estado español, según un informe del Observatorio de Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), entre 2005 y 2010 se han dado unos 200 casos en los que, basándose en el SAP se ha negado la custodia a las madres. Ante esto, cuatro mujeres víctimas de violencia de género han decidido organizarse. A finales de noviembre protagonizaron un encierro de protesta en Madrid y realizaron diversas actividades para sensibilizar y visibilizar esta situación.
Rosa, nombre ficticio de una de estas madres, lo resumía así: "Nos hemos encerrado porque los hijos de los maltratadores y abusadores en este país están sometidos a un sufrimiento inhumano". Desde 2009 estas cuatro mujeres que han perdido la custodia de sus hijos o viven con la amenaza de perderla, ya que rechazan ver al padre maltratador, se organizan y comparten su experiencia a través de Grito en Silencio.
Uno de los asuntos abordados durante estas jornadas fue el origen del SAP en el Estado español. Diferentes expertas señalan al psicólogo José Manuel Aguilar Cuenca como responsable de su introducción aunque, aclara Sonia Váccaro, psicóloga experta en violencia que participó en las jornadas: "Lo único que hizo Aguilar fue traducir todo lo que había dicho Gardner, menos la parte misógina y pederasta". Aguilar publicó en 2006 El síndrome de alienación parental. Ruptura de pareja e hijos, una guía sobre el SAP que fue editada por la oficina del Defensor del Menor de Madrid, cuando el cargo lo ocupaba Pedro Núñez Morgades.
Terapia de la amenaza
La difusión de este supuesto trastorno es también promovida por el psicólogo forense Julio Bronchal, junto al ya nombrado Aguilar y las asociaciones de padres separados, a las que ambos asesoran. El presidente nacional de la asociación de padres de familia separados, Juan Luis Rubio, afirma que es "triste y terrible que todavía haya quien niegue este síndrome" que "afecta al desarrollo integral [del menor] al estar puesto en contra de uno de los dos progenitores". Confía en la justicia "para que se analice" cada caso.
La psicóloga Sonia Váccaro define el SAP como "un engendro psicojurídico creado ad hoc en conflictos por la custodia". En este sentido las expertas que asistieron al encierro no comprenden cómo en los círculos académicos es fácil encontrar profesores o cursos que incluyen el SAP como diagnóstico. Por ello denuncian que hay "profesionales mal formados". Según Celia Garrido, agente de igualdad experta en violencia de género, "les han formado en la terapia de la amenaza". Este tratamiento, aplicado por terapeutas, consiste en presionar al menor cuando rechaza estar con su progenitor, mediante la amenaza de separarle de su madre o con que, incluso, "ella irá a la cárcel". Es una herramienta "perversa, pero muy sutil". Los diagnósticos de SAP recomiendan la terapia de la amenaza para casos leves y moderados de rechazo al padre. De evaluarse un caso severo, se aplica un cambio de custodia, apartando al menor de su
madre hasta lograr su "desprogramación"; es decir, hasta que el psicólogo interpreta que no existe alienación. Como apunta Antonio Escudero, ex presidente de la Asociación Madrileña de Salud Mental, de este modo se consigue que, una vez separados, la madre "se vuelva prudente" para seguir viendo a su hijo, admita el diagnóstico y, por tanto, "acepte de por vida una nueva identidad". El niño considerado alienado, por su parte, debe soportar estar con su maltratador y/o abusador, y el de su madre. Durante el encierro, una pancarta reflejaba el dilema de estas madres: "Aguantar al maltratador o perder a tus hijos/as".
Puntos de encuentro familiar
Otro de los focos de difusión del SAP son los puntos de encuentro familiar (PEF) o "puntos de desencuentro" como lo definen estas madres. Teóricamente son centros neutrales donde se entrega y se recoge al menor en casos de litigio por la custodia, pero que, denuncian, han sido intrumentalizados. Si Gardner potenció la existencia de estos centros en EE UU, al Estado español llegaron de la mano de María Luisa Sacristán, presidenta de APROME, primera asociación en abrir uno de estos "puntos". Sacristán, que según afirma Rosa, "es legionaria de Cristo, con una fuerte ideología integrista y ultracatólica", también fue pionera en importar la visión de la teoría del SAP a través de los PEF, ya que entendía que el objetivo de éstos es, según valora Rosa, "revincular a la familia patriarcal por encima de la seguridad de los menores y de las mujeres".
La protección del menor
La psicóloga experta en violencia de género Fátima Urzanqui, que participó en el encierro, critica la actitud de los jueces que emiten sentencias basándose en la existencia del SAP: "Para ellos es más fácil pensar que la mujer es maliciosa y que manipula a sus niños que pararse a estudiar si existe algún comportamiento objetivo del progenitor que justifique el rechazo de las criaturas". Urzanqui resalta que "estas mujeres confiaron en las instituciones. No sólo no las han apoyado, sino que les están haciendo un daño aún mayor que el que cometió el maltratador". Ante esto, Grito en Silencio aboga por modificar el Código Civil. Además, junto a la Asociación Madre Rea, Justicia, Infancia y Menores han consensuado una serie de propuestas para proteger al niño o la niña en caso de disputa por su custodia cuando se da un contexto de violencia y/o abusos.
Influencias en la Justicia
Incluso estas mujeres denuncian que algunos jueces incurren en "prevaricación". Por ejemplo, el actual vicepresidente del CGPJ, el juez Fernando de Rosa Torner, fue conseller de Justicia del Gobierno valenciano hasta las últimas elecciones y, a la vez, presidente de la Fundación Atención a las Víctimas de Delitos y Encuentro Familiar (FAVIDE), que gestiona los puntos de encuentro familiar en Valencia. Esto fue así porque el cargo de conseller de Justicia implica ser presidente de FAVIDE, según ha confirmado esta asociación.
El XIX Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por unanimidad al artículo
presentado por Mar Gallego. El artículo premiado, publicado en la revista Desde abajo en el número de julio-agosto de 2011, se titula Mujeres populares que viven con VIH: Hablan las "menos visibles".
La ganadora del accésit es Regina Sotorrío con el artículo, publicado por el diario SUR el domingo 13 de febrero de 2011, titulado Ellas toman la batuta.
Fueron miembros del jurado:
Mar Gallego
El Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH)[1] puede ser adquirido por mujeres que tengan una pareja estable,
que no sean promiscuas, que estén casadas, e incluso que sólo hayan tenido una única pareja sexual en su vida.
Según el estudio "Factores de vulnerabilidad a la infección por VIH en mujeres", desarrollado por el Ministerio de la Protección Social y el
Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la epidemia ha sido objeto de estudio en los países más pobres, y, dentro de estos,
en las poblaciones más afectadas por esta pobreza. Las investigaciones al respecto demuestran que el virus "se presenta de forma especialmente aguda"
en las poblaciones con "posiciones subordinadas" (2009, pp. 6-7). Esta subordinación puede provenir de varios factores: clase social, distinciones étnico-raciales y, cómo no,
sexo del individuo. Si ONU Mujeres ha denunciado la existente feminización de la pobreza y el UNFPA reconoce que en los sectores más afectados por la misma (entre quienes se
encuentran en su mayoría mujeres) el VIH "se presenta en forma especialmente aguda", ¿podemos hablar de feminización de la epidemia?
La coordinadora de la Red Nacional de Mujeres Populares (VIHDA) y directora de Huellas de Arte, Mayerline Vera, asegura que sí. Tras nueve años de trabajo en la autonomía
y el empoderamiento de las mujeres que viven con VIH en Colombia, ya hay más de 60 que integran la Red. Para ellas, hablar de "feminización de la epidemia" es una reivindicación
y una necesidad política: "Nosotras decíamos que estadísticamente era incorrecto afirmar eso porque hay otras poblaciones en las que la epidemia está más concentrada pero,
si nos remontamos sólo a los niveles de vulnerabilidad[2], no vamos a visibilizar el tema. O eso o buscamos una manera de concertar para que la cuestión de las mujeres
estén en la agenda pública".
Lo anterior porque, a pesar de la importancia del género y de la pobreza reconocida por organizaciones internacionales en lo que respecta al VIH, el tema sigue pasando de
"puntillas"[3] por las estrategias nacionales y los documentos que reflejan las cifras. Ello no contribuye a que se aborden y se eliminen las causas incidentes en las mujeres
portadoras de VIH estén en constante aumento. Asimismo —si bien en estos momentos son más los hombres que las mujeres infectadas—, los contextos sociales (y de subordinación)
que padecen las mujeres y las prácticas culturales identificadas como femeninas están provocando que haya una tendencia hacia la feminización del VIH/sida. El comportamiento de la
epidemia en Colombia muestra, según el UNFPA, una afectación cada vez mayor de las mujeres: por cada mujer infectada en 1988 había 13 hombres. Diez años más tarde,
por cada mujer infectada había 4 hombres. Según datos del Observatorio Nacional de VIH, la cifra tiende a que por cada mujer haya dos hombres infectados en el país.
En este sentido, Mayerline Vera explica cómo las mujeres no son un mero diagnóstico. Se debe tomar en cuenta la existencia de factores que hacen que su vulnerabilidad
ante la epidemia se haya disparado, teniendo en cuenta las vías por las cuales se transmite: "Siempre se nos vende sólo el tema de la planificación, no de la prevención, y
esa se convierte en la primera dificultad en términos de que no hay una prevención diferenciada que recurra a la autonomía de las mujeres". Así, la coordinadora explica que
muchas barreras de género impiden esa autonomía; por ejemplo, la violencia económica que pesa sobre las mujeres en el país, lo cual les impide —debido a la brecha existente
entre hombres y mujeres— tener una fuente justa de ingresos.
Es precisamente esta la importancia del trabajo desarrollado por Huellas de Arte, que —insiste la directora— no realiza asistencia sino acciones para su empoderamiento
privado y público, como medida de prevención y bajo la mirada de que el VIH no es un asunto únicamente médico, pues además hay una importante carga social tras la figura
de las mujeres que imposibilitan su prevención: "Cuando nos tocó llamar a las mujeres, tuvimos que hacerlo bajo el recurso de que elaboramos velas, como mecanismo de atracción,
ya que pensaban que la prevención no era necesaria porque ellas sólo estaban con sus esposos y tenían el dispositivo "intrauterino"[4].
Estas erróneas representaciones sociales en torno al tema, (como la idea de que tener una única pareja ya es una adecuada medida de prevención) perjudican la salud de
las mujeres, algunas de las cuales consideran, o han tenido la posibilidad de comprobar, que el uso del condón con su pareja ofende al compañero. Otras, explica Vera,
piensan que el VIH se "ve en la cara" y que podemos —debido al aspecto de la persona— saber de antemano si ésta se halla infectada o no. La directora cuenta que en las
sesiones las mujeres aseguraban que sus compañeros les eran infieles, que no usaban preservativos en sus relaciones sexuales con otras mujeres y que, por tanto, se consideraban
en riesgo de ser infectadas por ellos. A pesar de todo, explicaban que pedirle al compañero el uso de un preservativo era incitarlos a que fueran más infieles.
En la citada publicación se asegura que las relaciones sociales de género explican en gran parte la mayor vulnerabilidad femenina, ya que "el comportamiento de los hombres en relación con su sexualidad está en el corazón la epidemia del sida, porque son ellos habitualmente quienes determinan las circunstancias de las relaciones
sexuales, y muchas veces se niegan a protegerse y proteger a su(s) compañera/o(s)" (UNFPA, Ministerio de la Protección Social, 2009, pp. 8-9). Tales circunstancias provienen de
percepciones sobre qué es masculino y qué no lo es. Lo mismo ocurre entre las mujeres, cuya construcción social las identifica como parte pasiva de la relación sexual. Por ello,
reforzar su autonomía en las relaciones sexuales es importante.
De otro lado, las representaciones sociales afectan también el trato de los prestadores de servicios a estas mujeres. La directora de la Red asegura que hay denuncias
al respecto. Como por ejemplo, está la queja de una indígena remitida a pruebas por los síntomas que empieza a desarrollar su compañero. Tras un diagnóstico positivo,
el médico la cuestiona preguntándole "a qué se dedica". Asimismo, las mujeres denuncian que a veces se les dice que no podrán volver a tener hijos y que morirán.
Las consecuencias de estas "informaciones" dadas por los profesionales de la salud, obviamente erróneas, desemboca en injusticia para las mujeres que reciben atención.
En la misma forma, se menciona el caso de una usuaria que, tras recibir esta noticia y ante su falta de recursos económicos, deja a sus hijos en manos de Bienestar Familiar.
Todo ello, a pesar de que la esperanza de vida actual por VIH es equiparable a la de una persona no infectada. Vera asegura, sin ánimo de generalizar, que aún resulta escasa la
sensibilización ante estos temas por parte del personal que mejor debiera manejar estas situaciones. Esto se traduce en una grave violencia institucional. Esta y otras (como la
violencia económica) impiden, según Vera, la participación de la mujer portadora de VIH en la toma de decisiones públicas que giran en torno a esta problemática.
Asimismo, la directora de Huellas de Arte explica que "el hecho de que la cuestión del VIH se haya introducido en la Salud Sexual y Reproductiva no ha visibilizado el tema"
y mucho menos en forma diferencial. Precisamente la visibilización es el objetivo inmediato tanto de Huellas de Arte como de la Red Nacional de Mujeres Populares Tejiendo (VIHDA).
Junto a este fin, se persigue además la participación de las mismas en la toma de decisiones tanto privadas como públicas". Tras nueve años de trabajo intenso, Mayerline Vera asegura
que siente que este es un momento histórico para ellas. "Lo importante, dice, es que algunas ya han visto la importancia del género en sus procesos y pueden averiguar de qué manera vamos
avanzando para beneficiarlas a todas". Para contactar: http://mujerestejiendovihda.com/
Se trata de un grupo de mujeres provenientes de diferentes regiones de Colombia que viven con VIH y a través de la formación y el autoapoyo trabajan en el fortalecimiento de
redes bajo el objetivo de ser ellas mismas quienes exijan sus derechos y sus necesidades. Su lucha pasa por erradicar la discriminación y visibilizar "la feminización del VIH"
como forma política de dar a conocer su situación. Entre las acciones emprendidas, ellas posibilitaron un mandato ciudadano realizado en Cali durante los días 2, 3 y 4 de diciembre de
2009, en el marco de Foro Mujer VIH, Salud y Pobreza. El mandato está disponible en esta misma página web: http://www.huellasdearte.org/
Huellas de Arte nace mucho antes que la Red como motor de empoderamiento de las mujeres portadoras del VIH en busca de su autonomía y cuidado personal.
Entre las acciones emprendidas, se destaca la ayuda de pares que atraviesan idéntica situación, además de acciones como la fabricación de velas, lo cual les permite conseguir recursos
con los que garantizan su autonomía en la toma de decisiones.
[1] Muchos equívocos giran en torno a las ideas de cómo se transmite el VIH, los cuales hacen que muchas de las acciones que consideramos que no son motivo de transmisión lo sean y viceversa. Otro aspecto es la confusión existente entre VIH y sida. Hay que aclarar que una persona puede vivir toda la vida con el virus sin necesidad de desarrollar el sida.
[2] El concepto de "vulnerabilidad social" ha sustituido al de "riesgo individual" al reconocer que las personas forman parte de determinados mecanismos sociales que las ponen en situaciones de mayor o menor vulnerabilidad a la infección. Lo individual, a pesar de tener poder en las decisiones, siempre queda inserto en lo social.
[3] Las mujeres empiezan a ser consideradas en este campo no por su importancia sino por su papel reproductor y la consecuente preocupación por las gestantes, que son abordadas en proyectos para la prevención de la transmisión perinatal, es decir, la que se da de madres a hijos e hijas. No podemos dejar de ver aquí una discriminación clara al desvalorarse a las mujeres, una vez más, como meros mecanismos de reproducción que preocupan más por "su función" que por sí mismas.
[4] Estos dispositivos evitan los embarazos pero no impiden en la menor medida que se transmita una infección como la del VIH/sida. De ahí la necesidad de promover los preservativos como la medida más eficaz de prevención.
Las respuestas dadas a las personas que viven con VIH/sida en Colombia no son las estipuladas en la legislación pertinente. En esta forma, los testimonios concretos hablan, entre otras cosas, de enormes brechas en el acceso a los medicamentos o de la inexistencia de difusión de las herramientas para la exigibilidad de los derechos. Todo ello, a pesar de que los recursos para tratar el virus están en el Plan Obligatorio de Salud y son, por tanto, de obligatorio cumplimiento por parte de las EPS.
Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS, 2010), en Colombia hay subregistro considerable en las estadísticas al respecto. A pesar de ello, se estima que hay cerca de 500 mil personas que viven con VIH. "La transmisión sexual, sumada al patrón de transmisión heterosexual, traerá sin duda alguna un gran impacto social, debido a que las mujeres* corren más riesgo de infección" (END, 2010). La misma encuesta revela que, entre las mujeres jóvenes entrevistadas, sólo la mitad (el 52 por ciento) afirmó haber usado condón en la primera relación sexual. Eso explicaría que, en el Informe UNGASS de 2010, la participación en 2009 de casos reportados fuera mayoritaria en los hombres, excepto en el grupo de 15 a 19 años, en el que existe un predominio femenino en la infección.
Según este mismo informe, se ha reportado un total de 71.509 casos notificados de infección por VIH, de 1983 a diciembre de 2009, con una participación del 75,3 por ciento para hombres, 24 para mujeres y 0,7 sin dato de sexo. Las metas en el área específica de VIH/sida, propuestas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, obligan al país a mantener la prevalencia de la infección por VIH por debajo del 1,2 por ciento en 2015 en poblaciones entre 15 y 49 años.
Según el informe, "esta meta se encuentra aún cumplida, considerando los resultados del VII Estudio Nacional Centinela" (Ministerio de la Protección Social, 2010), que asegura que la prevalencia en ese tiempo estaba en un 0,22 por ciento. A pesar de tal informacón, el notable subregistro contemplado en los datos y el hecho de que el Informe UNGASS, por ejemplo, no tenga en cuenta a determinadas subpoblaciones ni a la población de personas consumidoras de drogas inyectables, invita a pensar que los Objetivos del Milenio —lejos de haberse logrado— todavía son una meta lejos del alcance inmediato del gobierno colombiano.
* Desconocemos si estos datos toman en cuenta a las mujeres que tienen sexo con otras mujeres, pero intuims, debido al tratamiento, que no. A pesar de que la categoría Hombres que tienen Sexo con Hombres (HSH) ha sido totalmente visibilizada, debido a la mayor concentración de la epidemia aquí, las mujeres que (alguna vez o normalmente) mantienen prácticas sexuales con otras mujeres no son tenidas en cuenta ni en los estudios de los organismos internacionales y mucho menos en los del Estado. Esto responde a la idea errónea de que entre mujeres no se puede producir la infección, pensamiento que, como decimos, es errado por completo, lo que constituye un peligro para las mujeres que se identifican con estas prácticas.
Regina Sotorrío
Dedique un segundo a pensar en nombres de personas que compongan temas de música
clásica o que dirijan orquestas... Tres, dos, uno. Tiempo. Probablemente, serán hombres quienes firman las composiciones que le vienen a la
mente y quienes toman la batuta ante una agrupación en las imágenes que recuerda. Y no por falta de mujeres. Ellas siempre han estado detrás de las
notas, a la sombra en el pasado y en clara minoría en el presente. Pero ahora se hacen oír con fuerza. Lo hizo este viernes Pilar Jurado, soprano, directora,
libretista y la primera mujer que estrena una ópera en el Teatro Real. Una barrera más que cae. Ya quedan menos. Cuatro mujeres de la música vinculadas
a Málaga relatan su experiencia.
Todas coinciden. La profesión "no acompaña a una vida familiar", o al menos, la complica: requiere de un alto nivel de concentración,
de facilidad para viajar y de la posibilidad de dedicar horas y horas del día a la preparación o a la creación. Por eso, muchas son las que estudian
en los conservatorios para crear melodías o subirse al atril, pero pocas las que logran comer de ello.
No es una percepción subjetiva, los números lo demuestran: en Andalucía, según datos del Centro de Documentación Musical, hay registrados
84 compositores en activo, de los que solo 20 son mujeres. Es decir, una de cada cuatro. Con ellas hay una deuda histórica pendiente de saldar.
"Yo misma no era consciente de que nunca había tocado la obra de una mujer y, de repente, descubrí un repertorio magnífico", admite Cruz López de Rego,
compositora, profesora de Pedagogía Musical de la Universidad Autónoma de Madrid y Presidenta de la Asociación de Mujeres en la Música.
Desde esta organización trabajan para "dar a conocer el patrimonio creado por mujeres" que cayeron en el olvido. Apenas se programan sus obras en los
recitales, "ninguna" se estudia en los conservatorios y "si vas a tiendas de partituras, ellas no están". Pero, como señala López de Rego, no se
trata de una cuestión de machismo, sino "de puro desconocimiento". Por ello organizan conciertos en los que programan obras antiguas y contemporáneas de
mujeres y recopilan sus partituras en un archivo que quieren compartir con los centros de estudio. Ya han catalogado 400 creaciones.
Aunque con pasos lentos, la composición camina hacia la igualdad, pero en la dirección... "la diferencia es abismal", dice López de Rego.
En la historia de la música sinfónica andaluza, solo una mujer ha sido titular de una orquesta: Gloria Isabel Ramos (Tenerife, 1964), batuta de
la orquesta de Córdoba 2001-2004. Y para de contar. "A nivel mundial, las directoras con orquesta propia en el siglo XX son poquísimas; en España
se cuentan con los dedos de una mano y hoy en Andalucía no existe ninguna ejerciendo su profesión como titular", apunta Victoria Montero,
profesora de Piano del Conservatorio Martín Tenllado y estudiosa del tema.
Y aquí no acaban las desigualdades. Es cierto que la distancia entre géneros se acorta en la categoría de instrumentista, pero siguen existiendo.
Hay numerosas pianistas y violinistas, pero la lista se reduce al enumerar a las trombonistas, trompistas o contrabajistas. Un ejemplo: la trompa Sarah
Willis fue la primera mujer en entrar en la sección de metales de la Filarmónica de Berlín. Era el año 2001. Y, aunque parezca imposible, hasta hace no
mucho la de Viena no admitía a mujeres como miembros de pleno derecho. La arpista Anna Lelkes logró romper esa regla en 1997 tras actuar con la formación
durante más de veinte años.
Diana Pérez Custodio
Compositora
"Me reafirmé en mi vocación de ser madre"
Quería dedicarse a esto desde antes de saber que la composición era un oficio. "Con una flauta de tres agujeros ya hacía mi música de niña",
recuerda. Después, en el Conservatorio, era "la rara" para la que el instrumento era 'la maría'. "Me interesaba más todo lo que había a su alrededor".
Hoy, Diana Pérez Custodio (Algeciras, 1970) está enfrascada en la obra que hace el número 107 en su catálogo. Pero de la creación "no se come": apenas diez
han sido encargos remunerados. "Los compositores somos los que más sabemos de amor al arte", asegura.
Profesora de Composición para Medios Audiovisuales en el Conservatorio Superior de Málaga, lo mismo hace música instrumental clásica
que electroacústica (www.dianaperezcustodio.com). El salón de su casa es "la cueva" donde se produce el "acto íntimo" de componer.
Lo hace "al piano, al ordenador o por una esquina, donde puedo con el poco tiempo que tengo". Ya se ha acostumbrado a no necesitar del encierro
y el silencio. La explicación: es madre divorciada de dos hijas (de 13 y 9 años). "Tengo capacidad para concentrarme en cinco minutos y hacer maravillas
en diez, no me queda otra", asegura.
De hecho, cuenta que se reafirmó en la vocación tras ser madre. "Cuando yo me pasaba las noches en vela dándole el pecho a mi
niña y me levantaba a las cinco de la mañana para componer, me di cuenta de que esto era importante para mí. Enfermaba más si no componía que
si no dormía", relata. No obstante, sabe de muchas compañeras que han optado por no tener hijos y de otras que al tenerlos han abandonado... "y
lo entiendo", admite. Por eso, pocas llegan a colocar sus obras en los programas de los grandes conciertos. No es cuestión de discriminación,
"sino de que un compositor tiene a su lado a una pareja que le ayuda a ser padre y marido sin renunciar a su carrera y encima es querido y admirado por
ello". "Nosotras —continúa— tenemos la problemática de cualquier mujer profesional, con el handicap de que apenas se cobra".
Silvia Olivero
Directora de orquesta
"Una mujer en el podio es díficil de asumir"
Es joven, mujer y directora de orquesta. "Cuando lo digo se le queda una cara a la gente...", asegura Silvia Olivero (Málaga, 1974).
Es la única mujer en el subdepartamento de Dirección de Orquesta del Conservatorio Superior de Málaga —"soy la pepito grillo de mis compañeros"—
y la primera en colocarse al frente de una banda en la provincia, la de las Flores. De poco sirve tener el título de directora sin un grupo al que guiar,
y la agrupación le da la posibilidad de estar en forma y de sentir la "emoción" de subirse a la tarima. "Es una necesidad vital", admite.
Además, los miembros de la banda son "gente joven, sin prejuicios". Porque aún los hay. "Una mujer en un podio es díficil de asimilar para ciertas personas",
sentencia Olivero. Algunos no llevan bien que una mujer asuma la autoridad del que levanta la batuta. Por eso, Olivero tiene claro que ellas "tienen que pelear
el doble por llegar al mismo sitio que un compañero". "Muchas alumnas me dicen que en su vida habían sentido discriminación hasta que se propusieron ser directoras".
La música no es masculina ni femenina, como "tampoco lo es la manera de dirigir". Sin embargo, si una mujer mueve
mucho la muñeca "está mal hecho porque es femenino; si lo hace un hombre, es expresivo". Y pocos se detienen a analizar el vestuario de un director,
pero sí levanta comentarios el modelo de ellas. Por eso, Silvia opta en sus conciertos por un sobrio traje de chaqueta. "Tienes que demostrar siempre que no
eres una muchachita moviendo un palito", lamenta.
Le apasiona su trabajo y por eso, a donde la invitan ella va. Ha dirigido a la Orquesta de Cámara de la Universidad, a la Sinfónica de Málaga en conciertos didácticos,
se ha puesto frente a la Filarmónica de Moldavia… "En mi casa tengo dos pianos, pero no una orquesta; así que tengo que salir", explica. Pero no es tan sencillo cuando en
casa deja a un niño de dos años. En una ocasión, cuando el pequeño tenía tres meses, se lo llevó a un concierto que ofreció en un pueblo de Córdoba. "Y tuve que poner un descanso
para darle el pecho al bebé; es complicado", reconoce. Pese a todo, seguirá "peleando" por conseguir tener delante su propia orquesta, "el instrumento más perfecto que existe".
Taté Álamos
Agente de música clásica
"Cuando llevas corbata y barba impones más"
Su jornada laboral transcurre entre llamadas, reuniones, entrevistas, negociaciones y viajes, muchos viajes. "En esto es muy importante el contacto
personal", explica Taté Álamos. Por eso, allí donde hay trabajo para uno de sus artistas allí está ella. Taté Álamos es agente de música clásica,
una atípica profesión —y más aún en la mujer— que se mueve en "un mundo complicado, a veces agresivo, de mucha competencia y cerrado". Pero le apasiona.
"Siempre me atrajo lo que ocurría detrás de un escenario y cómo llega un artista a pisarlo", asegura esta malagueña.
Con más de 20 años de experiencia, representa a directores como Aldo Ceccato, Edmon Colomer (actual batuta de la OFM), Manel Valdivieso y Marco
Guidarini; violonchelistas como Gary Hoffman o Johannes Moser; cantantes como Iñaki Fresán; pianistas como Alexander Lonquich y organistas como Leon Berben, entre muchos otros.
Su trabajo se basa en las "relaciones de confianza": no puede tener "la más mínima duda" sobre el artista con el que trabaja; y al
mismo tiempo debe provocar esa impresión en aquellos de quien depende abrir la puerta de un teatro. La inmensa mayoría, hombres. "A veces es complicado",
admite. Ahora ya es pasado —la experiencia es un grado—, pero reconoce que en los comienzos "siempre lo tiene más díficil una mujer". "Cuando llevas corbata,
chaqueta y barba, impones más respeto al otro, parece que prestan más atención. Todavía un hombre es un hombre", indica.
En su día a día no existen los horarios. "Desde que te levantas, empieza la tensión de la búsqueda de opciones para que tu artista se suba
al escenario a través de ti", señala. Es una profesión, por tanto, "difícil de conciliar con una familia, al igual que le ocurre a los artistas".
Pero la satisfacción que le aporta ver sobre las tablas y escuchar a su artista hace que los sacrificios "merezcan la pena". "Con los años te endureces en
algunos aspectos, pero hay una parte emocional que perdura: con el contrato que firmé ayer sentí la misma emoción que con el primero que logré", garantiza.
Ana Blanco
Trompista
"Ya somos muchas las trompistas"
Quería tocar la flauta o el clarinete... pero le dijeron que si optaba por la trompa, entraría antes en la banda de su pueblo. Y así,
casi por casualidad, se acercó a este instrumento "menos conocido" del que hoy puede vivir. Desde hace dos años, Ana Blanco (Ciudad Real, 1984) es trompista
sin plaza en la Orquesta Filarmónica de Málaga y la única mujer en la sección de viento metal. "¡Estoy encantada! Tengo unos compañeros fabulosos", dice entre risas.
Su situación no es una excepción. "En la mayoría de las agrupaciones todavía son hombres los que tocan la trompa, y no sé por qué", apunta.
Puede que en parte se deba a que es un instrumento pesado —consiste en un tubo de cobre de 4,5 metros enrollado sobre sí mismo—,
"pero nosotras estamos igual de capacitadas". Y muy preparadas: cuando ella estudiaba había mayoría femenina. "¡Ya somos muchas!", afirma orgullosa.
Es consciente de que la vida de un músico implica "un futuro incierto" hasta poder cumplir su aspiración: ocupar un puesto fijo en una orquesta.
"Todos queremos eso, pero es muy difícil. En España, ahora mismo no hay ninguna audición a la vista", explica. Por eso, en Málaga se siente "afortunada".
El XX Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por unanimidad al artículo
presentado por Trinidad Núñez Domínguez. El artículo premiado, publicado el martes 20 de noviembre de 2012 en El Correo de Andalucía, se titula El cine, un interventor social ante la violencia machista.
La ganadora del accésit es Susana Hidalgo, por el artículo La única mujer en el monte gurugú, publicado por El Mundo el domingo 11 de noviembre de 2012.
Fueron miembros del jurado:
Trinidad Núñez Domínguez
Repaso con entusiasmo las propuestas semanales de la cartelera de cine.
Siempre recibo con interés las propuestas anuales que hacen los diferentes Festivales de Cine del territorio español,
incluyendo el Festival de Cine europeo que se celebra en nuestra ciudad. Y es que el cine lo incorporé a mi vida personal y profesional
hace mucho tiempo; cuando entendí que más allá de ser arte o industria, tiene una extraordinaria fuerza socializadora. Ese es el motivo
de que una psicóloga como yo trabaje un territorio como éste.
El cine tiene un punto artístico porque las imágenes crean ilusión, "son mágicas".
No en vano entre los primeros creadores del cine se encontraban magos profesionales. Es el caso de Georges Mélies,
uno de los iniciadores de los efectos especiales. Pero el cine es también una industria que pretende sacar legítimos beneficios económicos.
En Alemania se creó el término traümfabrik que se puede traducir por la "la fábrica de sueños"; una metafórica y sonora forma
de integrar ambas realidades: la artística y la empresarial. Aunque a esas dos visiones hay que añadirle una más: el cine nos socializa.
Lo hace en tanto que muestra modelos de comportamiento, valores sociales, normas, creencias, produce reacciones, es persuasivo. Este aspecto
es el que mejor justifica el análisis psicosocial. Precisamente esa visión socializadora consigue que autoras como Roxana Morduchowicz hablen
de las películas como "pedagogías públicas".
Las películas hacen algo más que entretener, ofrecen visiones del mundo, movilizan deseos, influyen en nuestras posiciones y percepciones
de la realidad y nos ayudan a construir la sociedad. De ahí que pueda plantearse como recurso didáctico. Usado como herramienta didáctica,
participa en la construcción del conocimiento.
Es un recurso didáctico de primer nivel que puede usarse en la reflexión sobre la violencia machista. Para ello podemos mantener,
al menos, tres miradas: a) Cuando elegimos películas cuyo tema central y explícito es la violencia machista; b) Cuando la violencia machista
está presente de manera simbólica, aunque buscada desde la propia narración fílmica; c) Cuando la violencia machista está presente en la propia
narrativa pero no ha contado con la intención explícita ni de la dirección ni del guión.
Entre los títulos interesantes encontramos: Te doy mis ojos, de Icíar Bollaín; Solas, de Benito Zambrano;
Por nada, de Mercedes Fernández-Martorell; Sin dejar huella, de María Novaro; Evelyn, de Isabel de Ocampo; Por tu culpa,
de Anahí Berneri; Cicatrices, de Paco del Toro; Arráncame la vida, de Roberto Sneider; En la puta vida, de Beatriz Flores y Gabriela
David o Nagore, de Helena Taberna.
Aquellos títulos que pueden ser ejemplos del segundo caso tenemos el documental Las Constituyentes (2011) donde Oliva Acosta
plantea que también la Constitución de 1978 tuvo unas "madres". Políticas inteligentes, con talento y pertinaces luchadoras que resultaron
imprescindibles para sacarla adelante.
La directora plantea una sensata crítica a esa sombra a las que se condena. En Las chicas de la lencería (2008) Bettina Oberli
narra la historia de una mujer que al perder "su media naranja", siente que su propia vida no vale nada. Afortunadamente logra, con la complicidad
de otras amigas casi octogenarias como ella, romper con esa dependencia insana. En ninguna de las dos películas se plantea la violencia física
o la psicológica; sí la simbólica. En las dos se mantiene una actitud positiva porque muestra "salidas" sociales pertinentes.
La tercera mirada es más compleja a la vez que cotidiana. Centrarnos en dos géneros cinematográficos puede servir de ejemplo visualizador.
Por definición, la comedia romántica está coprotagonizada (hombre/mujer). Pero ese equilibrio es tramposo. Las mujeres son pseudo-protagonistas
inseguras, caprichosas, extravagantes, tontas o ingenuas. Ejemplos hay muchos: Cocodrilo Dundee; Cuando Harry encontró a Sally; Matrimonio de conveniencia;
Algo para recordar, etc. A veces encontramos que directamente a la mujer se la puede "comprar", como en la película Pretty Woman, en la que un frío y
acaudalado hombre de negocios "alquila" los servicios de una prostituta. El problema trasciende al propio hecho de "normalizar" la prostitución.
El problema está en que se idealiza de tal manera que puede resultar romántico que un hombre compre a una mujer.
Las películas de acción y aventura han sido protagonizadas por hombres. Aquí la mujer explícitamente acompaña al héroe,
que es valiente, invencible, intrépido, encargado de defender el mundo... y de salvar a las mujeres. En la mayoría de los títulos encontramos a
varones inteligentes y fríos. Son los hombres de acción. Es el caso de los agentes secretos. Aunque también hay un segundo tipo de hombres: esos que
presentan un cuerpo fuerte, musculoso, casi sobrenatural que le sirve para salvar la vida de "los otros". Las mujeres aparecen, tanto en uno como en
otro caso, como un ser débil, delicado y guapo al que hay que salvar. No deja de ser muy gráfico que en las películas del Agente 007 se utilice el
término chica Bond para hablar de "las acompañantes".
Desconozco si es políticamente correcto decir que la lluvia ayuda a interesarnos por ver cine. No sé si es sensato buscar excusas para usarlo
en la intervención comunitaria. En cualquier caso, pasen y vean manteniendo una mirada crítica con perspectiva de género, que es más saludable.
Susana Hidalgo
Amina Camara se sintió esa mañana fuerte, pensó que podía hacerlo,
que tenía agilidad suficiente, pero cuando se enfrentó hace un mes a la doble valla de seis metros de altura que la separaba de su
sueño de entrar en Melilla flaqueó, dejó de correr, miró hacia atrás y vio a su marido, Fade, tirado en el suelo con una brecha en la
cabeza de una piedra certera tirada por un policía marroquí. Ella se detuvo de golpe, se bloqueó y los agentes la sacaron de allí a rastras.
"Me llevaron a comisaría, allí mentí y dije que estaba embarazada para que no me llevasen a Oujda, ¿conoces Oujda? Allí no es nada fácil para una mujer",
relata esta senegalesa de 25 años, la única mujer que resiste en el monte Gurugú entre el medio millar de subsaharianos que esperan su oportunidad para
saltar la valla hacia Melilla.
LEGAL E ILEGAL
La mujer entrecierra los ojos porque le molesta el humo de la hoguera y comienza su relato: "Me llamo Amina, vivo en el monte Gurugú con mi
marido, Fade, desde hace ocho meses. Soy la única mujer aquí, el resto son hombres. He intentado atravesar la valla, pero para una mujer
no es fácil, es muy duro". Habla sentada alrededor de un fuego que alimenta con las ramas del bosque. "Es mi marido, estamos casados",
insiste ella mirando a Fade. "Legalmente", agrega él, risueño, y Amina y otros subsaharianos alrededor se ríen por ese juego de ilegales en
el bosque, legales en el matrimonio.
"Oujda". Amina, como mucho de sus compañeros, se estremece cuando nombra esta ciudad del Rif. El destino que todos temen, porque saben
que la policía y los militares marroquíes abandonan a unos 20 kilómetros de esta ciudad, en mitad del desierto y muy cerca de la frontera con Argelia,
a los inmigrantes subsaharianos que han arrestado previamente en el monte Gurugú. Sin agua y sin comida. Organizaciones como Médicos sin Fronteras y Prodein,
que asisten a las víctimas, corroboran estas denuncias.
Amina sorteó ese día el infierno de Oujda, pero se sabe vigilada por los militares marroquíes, que todas las mañanas, a eso de las cinco,
o a las seis, levantan a sacudidas el campamento que los subsaharianos han construido con esmero con lonas y piedras. A veces es la policía, otras el
ejército. "Los militares vienen, nos queman las cosas, nos vierten las ollas con la comida. No tienen piedad de nadie, ni de mí por ser mujer.
Hace una semana me cogieron para llevarme otra vez a Oujda, me negué con toda mi alma, pero cada agente agarró de un extremo de la manta donde estaba tumbada
y me levantaron a la fuerza del suelo. Lloré, grité que no podía ir, que estaba enferma, entonces me llevaron en ambulancia al hospital de Nador. Fue lo que
me salvó del desierto. A las horas regresé aquí, al monte con mi marido", recuerda.
HERMANOS Y AMIGOS
En el campamento, Amina y Fade han hecho piña con otros senegaleses. Ella es uno más y no ha sufrido ninguna falta de respeto, cuenta. El terreno,
de una manera organizada, está repartido por nacionalidades. Y así se llaman entre ellos: los cameruneses, los guineanos, los malienses. "Somos hermanos, amigos",
explica Yigu, camerunés, que destaca que entre tanto sufrimiento por lo menos les queda la fraternidad que se ha creado entre ellos.
El grupo de Malí y de Costa de Marfil comparte un primer asentamiento pequeño a la entrada del monte, casi al borde de la carretera que constantemente
vigila la polícia marroquí, la visible y la secreta. Otra decena de guineanos ha preferido asentarse al lado de una pequeña charca. Comen de una olla una pasta
hecha con harina y cebolla. Aseguran, señalando a uno de ellos que está dormitando con las manos sobre la cabeza, que el hombre está enfermo de malaria y que nadie
le atiende. Muchos tienen heridas en la piel que están infectadas, con gasas que llevan semanas sin cambiar.
LA VIDA EN EL MONTE
Hay pequeños asentamientos, pero la gran mayoría comparte una explanada, en lo alto del monte, muy semejante a los campos de refugiados.
Allí unos juegan a las damas, otros escuchan música de un transistor a pilas, otros rezan en el espacio al que llaman "mezquita", muchos están sentados
alrededor de las pequeñas hogueras y hablan del futuro, de las heridas, de los compañeros que han desaparecido y de los que no saben nada.
"Esto es todo lo que hacemos, no hay nada malo, no estamos cometiendo ningún crimen, no haríamos daño a nadie si nos dejan entrar en España",
señala Sheriff Kambalé, de Guinea Conakry, que lleva un año en el bosque y que, como otros muchos, denuncia que consiguió entrar una vez en Melilla pero
la Guardia Civil le devolvió de nuevo a Marruecos. Esta noche el ambiente está tranquilo en el campamento, pero todos están en alerta por las redadas que
hace prácticamente a diario el ejército marroquí. "Al amanecer y a veces también vienen por las tardes, nos levantan a palos", afirma Ahmed Soumahoro, de Malí.
Los subsaharianos conocen lo que pasa al otro lado de los 12 kilómetros de valla, que en España hay crisis económica y que no hay trabajo, pero
cuando se les comenta los problemas que hay en Europa con la recesión ponen cara de circunstancias. "Si hay crisis en España, entonces de la de África
mejor no hablamos, ¿no?", contesta con seguridad Ousmane, un chaval de 15 años, llegado desde Costa de Marfil, que quiere ser futbolista en Europa. Ousmane y
sus amigos preguntan por Alemania, Holanda, Noruega, Bélgica. "¿Cuántos países hay en Europa?", demanda uno de los chicos. "¿Se tarda mucho en aprender español?",
añade otro. "¿Dónde está Barcelona?". Un tercero pide el dibujo de un mapa para situarse: "El monte, la valla, Melilla, el mar la península".
En este ambiente ha pasado Amina los últimos ocho meses de su vida. Sin apenas dormir, escondiéndose de la policía, pasando frío y calándose por la
lluvia, recogiendo agua potable a más de tres horas de camino y alimentándose —básicamente— de arroz y cous-cous. Su marido ha construido para los dos
un pequeño espacio íntimo, una choza hecha con piedras y plásticos, donde caben a duras penas dos personas tumbadas y algunos enseres personales. Amina lo
mantiene limpio y ordenado. "Es mi casa", dice orgullosa.
El miércoles pasado por la noche llovía sin parar sobre el campamento de subsaharianos y la choza, como en otras tantas tormentas,
estuvo a punto de venirse abajo. "Está todo empapado, estoy muy cansada", contaba ella. Pocas horas después, al amanecer del jueves 8 de noviembre,
un centenar de subsaharianos de su campamento intentaba, sin éxito, saltar la valla para entrar a Melilla por una zona cercana al paso fronterizo de Farhana.
SEIS AGENTES HERIDOS
La mayoría fueron dispersados por la policía marroquí, menos un grupo de 25 que logró acercarse a la alambrada, pero allí fueron repelidos por agentes
de la Guardia Civil. Seis agentes resultaron heridos de carácter leve, informó la Delegación del Gobierno de Melilla. No ha trascendido cuántos subsaharianos
resultaron lesionados. Los subsaharianos apuran sus últimos intentos de atravesar la frontera, antes de que el frío les haga desistir.
Ni Amina ni Fade lo intentaron esta vez, pero la idea de trepar la alambrada no sale de su cabeza. Son tajantes cuando se les pregunta por la
posibilidad de renunciar al salto y regresar a Senegal. "No", responden rápidamente. "En áfrica faltan medios, si te quedas allí hay sufrimiento. Y
tenemos que prepararnos para el futuro", explica ella. Él enlaza sus pensamientos: "El futuro de los niños, el sustento de la familia. Eso es todo.
Por eso queremos intentar trabajar en Europa. Para ayudar a la familia. Eso no es ningún crimen".
El matrimonio se ha quedado atrapado en el limbo del monte Gurugú y desde aquí solo miran hacia la frontera. "Antes de quedarnos aquí en
el bosque intentamos llegar a España por mar, nos montamos en una zodiac. Pero las autoridades españolas nos interceptaron y nos devolvieron a Marruecos.
Ahora queremos saltar la valla, no tenemos más oportunidades", insiste Fade, cocinero de profesión. "Es el mejor cocinero del mundo, es mucho mejor que yo",
dice Amina, orgullosa, mientras Fade reparte entre sus compañeros un cous-cous hecho al fuego de una pequeña hoguera. Fade se entristece al recordar que salió de
su país con su libro de recetas especializadas en gastronomía francesa. "Pero aquí, en el bosque, lo he perdido todo", se lamenta.
CAMARERA DE HOTEL
Ella ha trabajado como camarera. Primero en Senegal y luego en Mauritania. "Es lo que conozco, lo que sé hacer", dice humilde. Fue su profesión la que
la unió a Fade. Él fue quien le pidió la primera cita. "Nos conocimos en el mismo hotel de Nouakchott en el que trabajábamos. Él era el jefe de cocina, yo una
de las sirvientas. Nos encontramos y luego Dios hizo el resto", afirma Amina. "La primera vez la invité a salir en el restaurante, delante de todo el mundo...", sigue él.
Emprendieron la vida juntos y vieron que África del Oeste, el Sahel, estaba azotado por la crisis alimentaria. No era el lugar donde podían prosperar. Entre los dos tomaron la
decisión, el invierno pasado. Dejaron a su hija Fatou de cinco años con unos familiares de Thies (Senegal) y emprendieron camino hacia el norte, hacia su soñada Europa. Desde
entonces Amina apenas ha podido hablar con su hija: "Aquí en el bosque no hay dinero. No es fácil ganar el dinero para llamar".
No hay dinero para llamar por teléfono, para comida tampoco. Los subsaharianos sobreviven de los alimentos que algunos vecinos marroquíes y españoles que han cruzado
la frontera les acercan a los límites del monte con la carretera. Ella echa de menos también otras cosas. Amina se pasa las manos por las orejas llenas de agujeros y su
gesto se tuerce: "Ni me acuerdo cuánto tiempo hace que no llevo pendientes, ya no parezco una mujer". Lleva el pelo recogido, el rostro limpio y el cuerpo cubierto con una
chaqueta de chandal y una falda larga. Suspira y mira al cielo: "El bosque es sólo sufrimiento. Solamente. No sabemos qué día esto va a terminar. Sólo Dios lo sabe".
El XXI Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" se otorgó por unanimidad al artículo
presentado por Tereixa Constenla. El artículo premiado, publicado por El País el domingo 25 de agosto de 2013, se titula París, cerca del éxito lejos de las mofas
El ganador del accésit es Jesús Espinosa Gutiérrez, por el artículo ¿Por qué un estudio de los hombres feministas desde perspectiva histórica?, publicado en HOMBRES IGUALITARIOS. La revista digital de AHIGE el 22 de septiembre de 2013.
Fueron miembros del jurado:
Tereixa Constenla
La gran dama del Cubismo tenía joroba. Ya está dicho. Pero lo primero incumbe a la
historia del arte y lo segundo solo le perturbó a ella. Una enfermedad como la cifoescoliosis hace muescas hondas en una biografía.
Y acaso el dolor, con su pesadumbre física, no resulte la mayor de ellas. Hace un siglo, vivir en un cuerpo que se escapaba a la norma generaba un sinfín
de cotos vedados. María Blanchard (Santander, 1881-Paris, 1932) se consumió entre la contradicción de encajonar su movilidad en un esqueleto desviado al
tiempo que volaba sobre las convenciones artísticas gracias a su talento. "Durante mucho tiempo su pintura fue interpretada como una compensación de la vida
amorosa que no tuvo", apunta Carmen Bernárdez, profesora de Arte Contemporáneo en la Universidad Complutense y especialista en la pintora.
En París, Blanchard se olvidó de los españoles supersticiosos que le pasaban lotería por la chepa y de los niños crueles que se mofaban de su aspecto
en Salamanca y Madrid. En París triunfó. Los artistas que pululaban por los cafés de Montparnasse la acogieron como quien era: otra creadora ávida de romper corsés.
Una más. Una especial: ella acarició la cima. "Su paso por el Cubismo produjo las mejores obras de este, aparte las de nuestro maestro Picasso", dijo de ella Diego Rivera, el
mexicano grandote con quien compartiría viajes y casa en el París burbujeante de los ismos.
Ceñirla solo a la condición de cubista —un suspiro hasta que 1a guerra propició el retorno a la figuración, al arte "como es debido"— sería enjaularla injustamente.
"Ella figura entre los grandes, a 1a altura de Juan Gris. Fue una mujer privilegiada, que está en el corazón del arte, en primera línea. Había mucha gente que iba a París
y no lo lograba, pero a1 mismo tiempo también es una mujer maltratada por la vida y por la historia", explica Gloria Crespo, guionista y directora del único documental
sobre la pintora, Rue du Depart 26. Érase una vez París, que sintetiza seis años de investigación. En él se aportan datos íntimos —su amor no correspondido por Diego Rivera—,
algunas fotos desconocidas —huí de las cámaras por razones obvias— y tres cartas inéditas de André Lhote, pintor, crítico y amigo de Blanchard.
Aquella mujer que en 1916 participa en el mismo salón en el que irrumpen en escena Las señoritas de Aviñón de Picasso era la misma que un año antes,
en Madrid, suscita burlas inclementes cuando expone en Los pintores íntegros, el salón de arte moderno organizado por Ramón Gómez de la Serna. En España abundaban
los hostiles con las vanguardias y los insensibles con la deformidad. "París", comparó Gómez de la Serna, "quizá porque siempre ha sido e1 tolerante centro de todo lo grande
y de todo lo monstruoso, no la iba a mirar y la iba a dejar vivir indiferente a su forma física. Toulouse-Lautrec fue en hombre el pendant de ella en mujer y vivió admirado y
querido por todos".
María Blanchard había nacido en un hogar singular, descrito por Federico García Lorca en la conferencia que dio en el Ateneo en 1932,
poco después de la muerte de la artista, en aquel Madrid que nada tenía que ver con la ciudad huraña que había padecido en vida la pintora. "El padre
montaba a caballo y casi siempre volvía sin él, porque el caballo se había dormido y le daba lástima despertado. Organizaba grandes cacerías sin escopetas y
se le borraba con frecuencia el nombre de su mujer". "La madre, una señora refinada; de tanta fantasía que casi era prestidigitadora. Cuando era anciana iban unos niños
amigos míos a hacerle compañía y ella, tendida en su lecho, sacaba uvas, peras y gorriones de debajo de la almohada".
En aquel hogar liberal y culto de Santander —entre una madre distante y un padre cercano— alimentan las dotes de María Gutiérrez Blanchard, la pequeña
de cuatro hijas. A los 22 años se traslada a Madrid, donde se forma en talleres hasta que logra ayudas institucionales para irse en 1909 a París, donde recibe
clases de Anglada Camarasa, María Vassilieff y Kees van Dongen. "Su vida en París era verdaderamente heroica; recibía una pequeña pensión o beca de su pueblo natal,
Santander, con eso compraba los colores, pagaba el taller Vitti, vivía en un cuartito y organizaba sus comidas de una manera muy especial", recreó en sus Memorias Angelina Beloff,
la artista rusa con la que conviviría y que acabaría emparejándose con Diego Rivera.
En la reconstrucción biográfica realizada en el catálogo de la exposición que le han dedicado recientemente el Museo Reina Sofía y la Fundación Botín,
María José Salazar, pionera en la investigación de Blanchard y comisaria de la muestra, se alude a las presiones de la familia para que oposite a una cátedra de
profesora de dibujo en las Escuelas Normales de Adultos, cuando regresa de su segunda estancia en París. En octubre de 1915 logra la plaza en Salamanca, a la que renuncia
poco después. "¿Qué había pasado?", se pregunta Gómez de la Serna. "En la ciudad, pura y llena de luz cumbral se había destacado María como una bruja simbólica para los niños que la
seguían y la gritaban por las calles. El evidencismo crudo de lo español, que no deja pasar nada sin mote y que llega en su flaqueza a decirle la verdad al lucero del alba, se ensañó
con la pobre artista". En 1915 retorna a París. Ya nunca hará el viaje de vuelta a España. Un año después renuncia al apellido paterno y comienza a firmar con el escueto
María Blanchard. "Retoma la tertulia en la Rotonde y restablece los lazos de amistad con Juan Gris, Mtezinger y Lipchitz. Se intensifica su relación con Pablo Picasso que
venía de años atrás, al compartir ambos la misma galería. El artista intentó, en vano, despertarle cierto sentido comercial: 'Pobre María, crees que una carrera se hace
solo a base de talento', le decía", según su María José Salazar.
Malvive pero refulge. Tras una visita, Ramón Gómez de la Serna atestigua ambas circunstancias: "Vivía en estudios abandonados, de los que no habían
vuelto los que desperdigó la guerra y comenzó a pintar pieles cubistas, pucheros. maquinillas de moler café, especieros, botes, anatomía de las cosas,
mezcladas a la anatomía de los seres... Yo la fui a visitar a una de aquellas casas de otros, en las que las ropas colgadas en la desidia de no saber qué iba
a pasar estaban colgadas fuera de los armarios".
André Salmon la selecciona para L'Art Moderne en France y "toma parte, como una más, del grupo de la vanguardia, en todo acontecimiento por nimio que fuera",
señala Salazar. Firma con el galerista y marchante Léonce Rosenberg, en 1919, realiza su primera exposición individual. Su vida material mejora. Su pintura se
aleja del Cubismo al finalizar la Gran Guerra. En 1921, La comulgante, un cuadro original y angustioso que puede verse en el Reina Sofía (la única obra que exhiben de
la artista), entusiasma a los críticos.
Su carrera despega. Pero los años gloriosos desembocan en una profunda depresión, agrandada por el fallecimiento de su amigo Juan Gris y el
traslado de su familia a París para vivir con (y de) ella. Coincide con una fase mística —trató de ingresar en un convento— que la aleja de salones y que se prolonga hasta
su muerte en 1932. Luego se desvaneció de la historia del arte: algunas de sus obras fueron incluso atribuidas a Juan Gris. "Gran parte de sus aportaciones artísticas
cayeron en el olvido, pues tras su fallecimiento y pese a que María trabajaba entonces con importantes galerías de Francia y Bélgica, toda su producción fue retirada por
su familia", escribe Salazar.
Griselda Pollock, crítica de arte y profesora de la Universidad de Leeds, añade otra causa. Pese a que uno de los signos de la modernidad fue
la "participación libre y activa en la cultura" de las mujeres, en las siguientes décadas, marcadas por el retroceso igualitario, los museos e historiadores
"ocultaron la presencia, la participación, la obra y la memoria de aquellos artistas que eran mujeres, y solo porque eran mujeres".
Jesús Espinosa Gutiérrez
Como es lógico y justo a su vez, el foco de análisis y reconocimiento del feminismo
ha sido otorgado al papel de aquellas mujeres que desafiando al crudo contexto patriarcal de su época, lucharon por sus derechos y por la igualdad entre los sexos.
Las actuaciones de hombres a este respecto no han tenido el mismo tratamiento, quedando parcialmente diluidas dentro de la historiografía de género.
El feminismo académico en su lógico proceso de visibilizar de la mujer como sujeto histórico, injustamente borrado de las páginas de la Historia,
y en la búsqueda de referentes feministas pasados, ha ido asentando, no sin dificultades y trabas de reconocimiento académico, un amplio abanico de
investigaciones englobadas en los conocidos como los Women's Studies. La emergencia de los Men's studies no supone una contraposición a esta tradición feminista,
sino un complemento a la misma, en lo que se va conformando como la perspectiva integral de género en este sentido, lugar al que todavía la historiografía, a diferencia
de otras disciplinas de las ciencias sociales, no ha llegado.
A lo largo de la elaboración de mi tesis doctoral sobre discursos de hombres feministas en la Historia, he podido apreciar que, salvo
excepciones muy contadas, el papel de los pocos hombres que a lo largo de la historia han tomado posiciones feministas, ha sido más discreto en lo
concerniente a su radicalidad discursiva, a su originalidad teórica, y no menos en cuanto a su carácter movilizador en pro de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
Desde nuestra óptica, la intención de una investigación sobre los discursos de hombres feministas a lo largo de la Historia sería la de llevar a
cabo no solo una recuperación de su pensamiento y sus actuaciones, sino también la de analizar la especificidad que se materializaba a la hora de articular
discursos feministas desde la masculinidad. De manera inevitablemente, los elementos propios de la masculinidad decimonónica (escasamente estudiados por la
historiografía de género) estuvieron impregnados en aquellos discursos de varones que supieron superar parte de sus prejuicios patriarcales, estableciéndose a partir de
aquí (de la comprensión de estas concepciones feministas de hombres) la apreciación de un juego de ambivalencias que discurrieron entre la modernidad y los arcaísmos
a la hora de entender las relaciones de género, fundamentados en los ideales de masculinidad y feminidad tradicionales.
La insistencia en estos ideales fue recurrente en las propuestas de los feminismos de la primera ola, antes de que Simone de Beauvoir
diese cuenta de aquello de "no se nace mujer: llega una a serlo". Esta apelación a la diferenciación se acentúa en el caso de los discursos de hombres
feministas, que no llegan a sobrepasar los límites de la reivindicación de derechos formales para las mujeres.
A pesar de que la masculinidad tradicional suponga una barrera tristemente decisiva para que el varón como sujeto no tome
normalmente ni conciencia ni voluntad de acción en pro de la igualdad, "varón" y "feminismo" no son conceptos incompatibles, y la Historia da cuenta de ello. Siendo conscientes de las polémicas académicas y sociales sobre el binomio “hombre feminista” existentes, es importante considerar que resulta necesario analizar y profundizar desde perspectiva histórica un fenómeno de interesantes connotaciones identitarias y de género, tal y como ya se ha hecho en países como EEUU, Inglaterra en sus respectivas historiografías. Quizás la escasa tradición de feminismo masculino en España con respecto a otros países occidentales durante los siglos XIX y XX haya sido un importante condicionante a la hora de que la historiografía de género española no haya mostrado interés en esta temática. Los discursos solidarios y profeministas en los hombres fueron, a raíz de un contexto cultural estructuralmente machista y patriarcal, exóticos y poco comunes, y en consecuencia, poco visibles y atractivos para ser objeto de estudio.
Desde Condorcet, pasando por el padre Feijoo, Poulain de la Barre, John Stuart Mill, William Lloyd Garrison, Harold Laski, Bernard Shaw, Edward Carpenter o Laurence Housman, y en España intelectuales tales como Adolfo González Posada, Miguel Romera-Navarro, Santiago Valentí i Camp o José Francos Rodríguez son ejemplos representativos de hombres que lucharon o teorizaron sobre la igualdad entre los sexos. En España este tipo de discursos fueron desarrollados por hombres adscritos a culturas políticas del espectro de las izquierdas y progresistas, desde liberales y krausistas hasta republicanos, socialistas y anarquistas.
Sorprendentemente, en Inglaterra más de 1.000 hombres participaron en asociaciones en pro del sufragio femenino entre finales del siglo XIX y principios del XX. En principio, este número no parece muy elevado, pero en gran medida sólo debe representar a la cantidad de aquellos varones que tenían los recursos, el tiempo y el compromiso de convertirse en activistas organizados. En España este fenómeno de organizaciones masculinas sufragistas o en pro de los derechos de las mujeres no existió ni llegó siquiera a plantearse. La movilización, en este sentido, fue seguramente inexistente. Aunque sí hubo, como es bien conocido, una serie de iniciativas reformistas encabezadas por hombres intelectuales krauso-institucionistas y de clase media con el objetivo de mejorar la condición educativa de la mujer.
Siguiendo con ingletarra, la Men's League for Women's Suffrage, por ejemplo, fue fundada en 1907 por 32 hombres, la mayoría intelectuales de izquierdas, entre ellos el escritor pacifista Laurence Housman, el periodista y escritor Henry Nevinson, el miembro del partido liberal Charles Corbett, el periodista de izquierdas Henry Brailsford, el socialista Charles Mansell-Moullin, y el poeta y miembro del partido laborista Gerald Gould. Esta organización tenía la intención de luchar a favor del sufragio femenino y tuvo una labor propagandística importante, apoyando a la WSPU activamente. Un miembro muy activo fue el socialista George Landsbury, encarcelado por hacer discursos en favor de sufragistas que estuvieron involucradas en actividades ilegales.
En EEUU los varones partidarios del feminismo conformaron una corriente minoritaria (constituida por figuras tales como el revolucionario Thomas Paine, el abolicionista y reformador social William Lloyd Garrison, los también abolicionistas Frederick Douglass, Wendell Phillips y Parker Pillsbury, el poeta y humanista Walt Whitman, el sociólogo panafricanista W.E.B Du Bois, o el filósofo y pedagogo John Dewey) que fue constante durante dos siglos. Hombres que desde antes de la convención feminista de Séneca Falls ya reivindicaban unas mejores condiciones de vida y una serie de reformas en pro de la igualdad entre los sexos. En el siglo XIX hombres como el pastor abolicionista Thomas Wentworth, el físico y matemático Frederick A. P. Barnar o el abogado y filántropo Henry Fowle Durant reivindicaron en sus escritos reformas en pro de una educación para la mujer en iguales condiciones que la masculina. Incluso autores como el botánico Horace Mann o el lingüista y diplomático James B. Angell mostraron los
beneficios de la coeducación.
Además de la igualdad educativa, estaba la independencia económica de la mujer a través de la libre elección de profesiones vedadas tradicionalmente a las mujeres. El cardenal James Gibbons es uno de los ejemplos de varones que predicaban con los beneficios de que las mujeres pudieran ejercer la medicina. Intelectuales como el socialista utópico Robert Dale Owen y el sociólogo y psicólogo social George Herbet Mead simpatizaban con la idea del derecho de las mujeres a ser independientes económicamente y a desempeñar trabajos alejados de los roles tradicionales.
Desde posiciones abolicionistas de la esclavitud muchos hombres estadounidenses defendieron una ampliación de los derechos políticos de la mujer y el sufragio femenino. El teólogo abolicionista Theodor Parker o el escritor, abogado y político republicano George W. Julian son algunos ejemplos. Posteriormente otros como William Lloyd Garrison, W. E. B. Du Bois lucharon activamente por el sufragio femenino. Otros llegaron incluso a organizarse, como en el caso del demócrata y líder sionista Rabbi Stephen Samuel Wise y del abogado masón Omar Elvin Garwood. Otros norteamericanos tan famosos como Gore Vidal, Herbert Marcuse, e incluso el músico John Lennon, son ejemplos de hombres con posicionamientos feministas y/o alternativas al patriarcado.
Estas manifestaciones masculinas alternativas, aunque minoritarias y realizadas desde una posición privilegiada dentro del orden sexual por los hombres, son y han sido reales. Por eso entendemos que estos discursos construidos desde la masculinidad tienen un carácter específico dentro de los feminismos, por lo que uno de los objetivos de esta investigación sería también el de analizar de qué manera, y en que contextos, los hombres manifestaron dichas ideas y actuaciones relacionadas con concepciones de género poco habituales dentro de la identidad y la cultura masculina.
Un esfuerzo investigador en estas líneas planteadas en el presente artículo, sería una aportación interesante e inevitable al escasamente explotado ámbito de las masculinidades en la historiografía de género española, porque al estudiar el contenido de los discursos profeministas hechos desde la masculinidad, el análisis de la construcción de un nuevo ideal masculino a principios del siglo XX se antoja necesario, aunque sea de manera tangencial. Las masculinidades, como se ha destacado, es un campo historiográfico poco explotado tanto en España como en el extranjero, pero en otras disciplinas como la filosofía, la psicología, la sociología o la antropología han tenido un éxito mucho mayor.
Además, desde nuestra posición como hombres feministas y comprometidos por la igualdad, dentro o fuera de colectivos que luchan por destruir el modelo de masculinidad tradicional, coaligar nuestra perspectiva de género con la histórica nos hace comprendernos mejor a nosotros mismos como varones antipatriarcales. Entender a nuestros "antecesores" supone asentar aún más la idea de que el fenómeno de "hombres igualitarios" no se sustenta en un oxímoron, sino que esa aparente contradicción es producto del patriarcado, que como todo sistema de dominación crea privilegiados y opresores que normalmente se resisten a abandonar su poder.
De carácter anual y ámbito nacional, el Premio de Divulgación Feminista "Carmen de Burgos" es convocado cada 8 de marzo por la AEHM, en conmemoración del Día de la Mujer y con el fin de reconocer la labor de divulgación en el campo de la temática feminista.
Las bases para concurrir a este premio son las siguientes:
- Podrán concurrir al premio todos aquellos artículos que hayan sido publicados en periódicos y revistas en el transcurso del año de la convocatoria, y cuya extensión no sea superior a las 5.000 palabras.
- Los autores y autoras que concurran al Premio con artículos en lengua gallega, catalana o euskera deberán incluir la versión castellana del mismo.
- Por la naturaleza divulgativa del certamen, quedan excluidos los trabajos académicos, las actas de congresos y los trabajos becados.
- Se valorará la reflexión sobre la situación social, histórica o vivencial de la mujer, a fin de enriquecer los actuales planteamientos feministas.
- Las autoras/es premiados en anteriores ediciones se abstendrán de concurrir durante un periodo de tres años. Asimismo los miembros de la Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer se abstendrán de participar.
El artículo publicado deberá remitirse por quintuplicado, antes del 31 de enero del año en el que se falla el premio en sobre cerrado dirigido a:
"Premio Carmen de Burgos"
Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer
Facultad de Filosofía y Letras. Campus de Teatinos - 29071 Málaga
En el mismo sobre se incluirá el nombre, la dirección y teléfono del autor/a, junto con un breve curriculum vitae.- El Premio Carmen de Burgos está dotado por el Vicerrectorado de Bienestar Social e Igualdad de la Universidad de Málaga con 1.000 euros, y se otorga un accésit dotado con 500 euros.
- El jurado, compuesto por ocho especialistas designadas por la Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer, emite su fallo en el mes de febrero haciéndose público el 8 de marzo. El premio puede ser declarado desierto si en opinión del jurado ninguno de los trabajos reúne los requisitos necesarios.
- Para cualquier información adicional pueden dirigirse a:
Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer
Facultad de Filosofía y Letras. Campus de Teatinos. 29071 Málaga.
- El hecho de concurrir a este premio supone la plena aceptación de sus bases.
El jurado que falla el Premio está presidido por el/la Vicerrector/a de Bienestar Social e Igualdad de la Universidad de Málaga, y lo componen la Vicepresidenta de la AEHM/UMA, que actúa como Secretaria, y seis especialistas en los estudios de las mujeres y de género propuestas por la Presidenta de la AEHM/UMA, que actúan como vocales.